Mi madre golpeo la puerta de mi habitación. Comencé a abrir los ojos en medio de la oscuridad y mis palabras no podían salir de mi boca, aunque lo intentara. Levanté ambas manos para sobar mi cara. Mi madre y mi padre entraron a la habitación.
-Hola. -Dijeron ambos-.
-Hola. -Dije entre un bostezo con los ojos no lo suficientemente abiertos-.
Mi madre mostró lo que escondía en su espalda.
-¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti...!. -Comenzaron a acercarse a mí con una pizza y una vela sobre ella encendida-. ¡Feliz cumpleaños, Lucille! ¡Feliz cumpleaños a ti!
Mi madre se sentó sobre mi cama sujetando la pizza.
-Pide un deseo.
Pude abrir bien los ojos. Miré a ambos sin pedir nada y soplé la vela. Mi padre besó mi frente y apretujó mi cara. Le golpee el brazo antes de que se fuera.
-Vístete que vas a llegar tarde.
Mi madre cerró la puerta dejándome sola. Estiré mis huesos aun acostada y en segundos me levanté rápidamente que hasta me llegué a marear. Me apoyé en la pared hasta llegar al closet en donde me puse mi uniforme. Fui al baño y lavé mis dientes, y cepillé mi cabello. Aún tenía los ojos rojos.
Mis padres estaban en la cocina y mi hermano caminando como zombie.
-¿Vas a desayunar?
-No alcanzo.
Acomodé la mochila en mi espalda. Salí de casa con el sol en el cielo proyectando un día hermoso. Caminé hasta la esquina para tomar mi autobús en cual me vine sentada en el último asiento, como siempre.
Me bajé del para caminar a la reja de mi instituto. Mis amigas me esperaban ahí. Isabel me dio los cinco.
-¿Como estamos cumpleañera? ¡Al fin 16!
-Con ganas de dormir.
Caminamos a la entrada. El director estaba con las manos sujetadas con una sonrisa de oreja a oreja. Todas agachamos la cabeza borrando nuestras risas.
-Señoritas. -Saludó él-.
-Buenos días. -Dijo en armonía-.
Tragué saliva y apreté mis manos pasando junto a él. Me sentí liberada cada vez que subía un escalón alejándome del.
Llegamos a nuestras salas. Nos sentamos en nuestros puestos y esperamos que comenzara la clase.
En lo que me hicieron pasar adelante y leer una oración alguien golpeo la puerta. Todos guardamos silencio, incluso nuestra maestra. Ella abrió la puerta dejando ver a nuestro director sonriendo mostrando sus amarillentos dientes. Note que las chicas comenzaron a tiritar. Isabel se agarró de su asiento.
-Isabel, te necesito en la oficina ahora. -Dijo el desapareciendo de nuestras vistas-.
Se paró rápidamente empujando su mesa hacia adelante. Apretó sus puños en los que sus ojos se cristalizaron. La maestra agachó su cabeza sin decir nada haciéndose a un lado dejando lado para pasar.
Isabel caminó a ella aun con esa postura erguida sin doblar las rodillas. Cerré los ojos hasta que sentí como cerraron la puerta. Al abrirlos Isabel no estaba aquí. Mi profesora caminó hasta su mesa.
-Lucille, por favor continua.
Mis manos no pudieron evitar tiritar hasta terminar con esa narración.
Al sonar el timbre fui al patio y con las chicas corrimos a la dirección. La puerta del director con una cruz clavada en ella aún estaba cerrada.
Nos acercamos a ella justo cuando se abrió. Nos esparcimos en el lugar tratando de demostrar naturalidad. Miré de reojos.
Isabel salió de ahí con la cabeza agachada y encogida de hombros. Caminé hacia ella y la sujeté del brazo sin decirle nada. Solo caminamos lejos de ahí. Seguimos todas juntas hasta llegar al baño en donde Isabel explotó en llanto. Coloqué una de las tapas del baño abajo para que Isabel se sentara sobre ella. Se quedó ahí tratando de hablar, pero solo balbuceaba.
-¡Estoy harta de estar aquí! -Trató de secar sus lágrimas, pero salían una y otra vez-.
-Podemos denunciarlo.
-Cuando lo amenacé dio un buen argumento de víctima. Dice que todo lo que dijera era por unas reprobaciones que tuvimos. ¿Por qué crees que tenemos malas calificaciones cuando aun así lo hacemos bien? Y que nadie nos creería, al contrario, quejaríamos como niñas abusivas del feminismo. Es que…me hace tenerle más miedo. -Los ojos de Sierra se cristalizaron y se apoyó en la pared-.
-Podemos hacerlo. Mis padres van a querer matarlo, no creo que seamos las únicas. ¡Mira cómo nos deja!
-No lo hace solo con nosotras, también con niños. Hoy encontré un calcetín. Es repugnante.
Comencé a comerme las uñas. Cerramos la puerta del baño en el que estaba Isabel para que las personas que comenzaran a llenar el baño no la vieran llorar. Fue cuando se volvió a vaciar cuando Isabel sin sollozar dijo:
-Estoy embarazada. -Sentí un golpe en el pecho-.
Levantó las manos y las dejó caer. Ni siquiera me imaginaba que contestar ni qué pensar. Ella comenzó a llorar.
-Él te violó. -Susurró Sierra-.
Isabel asintió con la cabeza. Mis ojos se cristalizaron.
-No sé qué hacer. Mis padres van a enfadarse no solo por esto si no por nunca haberles confiado la verdad.
-Ellos van a entenderte.
-No lo sé. -Dijo terminando la frase para volver a llorar-.
Me arrodillé ante ella y sujeté su cara.
-Tenemos como salir adelante. Tienes una prueba para arrestarlo y que se pudra en la cárcel. Podemos terminar con este legado de abuso e ignorancia que permiten los que saben la verdad. -La miré a los ojos-. Podemos terminar esto, de que llame todos los días a una chica o chico a su oficina. Todas juntas podemos lograrlo, Isabel.
Ella se apoyó en mi hombro y las chicas colocaron una palma de sus manos sobre ella.
A la vuelta del descanso hicimos que Isabel llamara a su madre y viniera por ella con la excusa de que se sentía enferma. Me quedé esperándola junto a ella fuera de la oficina. Cuando su madre llegó Isabel no pudo evitar correr a sus brazos y sollozar en ellos. Su madre me miró extrañada pero no dije nada, ni siquiera la salud. Ella sólo susurró cerca de su oreja para luego ir a la oficina. Me acerqué a Isabel y le di un abrazo.
Editado: 25.04.2020