Lucille: La marca del Diablo

13. Día de terapia

Una historia sabía Virginia que se encontraba bajo este velo negro de secretos. Sentía los ojos vendados, un escalofrió en su espalda y con un peso en el abdomen. Un peso que se hacia ella misma con preguntas con respuestas lejanas. A veces se cuestionada su vida, las decisiones que tomaba, preguntas aleatorias venían a su cabeza como un puzle con una pieza faltante. Dejó de ver el mal con maldad y se volvía preguntar por qué, se cuestionó hasta el más mínimo movimiento monótono de un día y cada vez estaba más cerca, y más lejos, de cometer un pecado. Aquel pecado de quitarte algo que no te pertenece. Eso era lo mismo por lo que se asemejaba con Lucille, con ese mismo motivo tenía sospechas sobre ella. Aun con dudas de cómo lograr inculparla con las manos en la masa fue con un compañero a casa de William. Se fue en silencio con la ansiedad que la carcomía por dentro. Frenó con brutalidad en frente de la puerta sobre la vereda. Se bajó rápidamente sin esperar a su compañero, aunque el gritara su nombre.

Un pito comenzó a sonar dentro de la cabeza y se sintió algo mareada. Respiró hondamente sin decirle nada a nadie y golpeó la puerta. Por obvias razones nadie respondió del otro lado. Virginia volvió a golpear dañándose los nudillos sin recibir respuesta. Su compañero de trabajo comenzó a mirar por las ventanas, pero no lograba visualizar algo concreto más que ver las luces encendidas.

-Creo que hay algo en el piso. -Dijo el golpeando la puerta ante Virginia-. No estoy seguro.

Con fuerza, comenzó a empujarla una y otra vez sin poder abrirla. Se coordinó con Virginia para que a la cuenta de tres empujaran la puerta.

-Uno, Dos...¡Tres! -Exclamó su compañero pasando hacia el otro lado de la habitación-.

El olor penetro con brutalidad su nariz haciendo que corriera de la puerta de inmediato. Virginia se tapó con su ante brazo la cara dejando solo al descubierto ambos ojos. Encendió una linterna por la oscuridad de la casa y lo primero que encontró fue a William bajo aquel candelabro.

-Mierda. -Dijo Virginia-. Llámalos a todos.

Poco a poco descubrió su cara mirando la escena de ese caso. Rincón por rincón.

Los minutos pasaron y la calle de afuera se llenó de autos policiales rodeando el territorio. Los flashes de las fotografías que tomaban del lugar cegaban los ojos de Virginia al tener la mente en blanco tratando de atraerla a la realidad. Se colocó un par de guantes y una mascarilla blanca antes de acercarse al cuerpo de William.

-¿Qué crees que pasó? -Preguntó Virginia mientras se agachaba a un lado del cadáver de William-.

-Hay una soga sujeta a su cuello y al candelabro. Intentó suicidarse.

-¿Cuánto lleva así?

-Solo un par de horas diría yo. -Aseveró el forense-. ¿Leíste la nota?

Virginia negó con la cabeza. Corrió con su compañero hacia el computador de William para leer aquella supuesta nota escrita justificando su "suicidio". Leyó entre líneas sin encontrar alguna falla o trampa.

-¿Qué demonios? -Preguntó Virginia-.

-Y no es todo.

Su compañero levantó una bolsa plástica en donde dentro traía el mechón de pelo de Verónica.

-¿Siempre fue él? -Balbució Virginia-. Yo...no puedo creerlo. Aun así, ella estaba obsesionada que viniéramos. Lo nombró miles de veces.

-¿Quién?

-Lucille.

-Deja a esa chica linda en paz, Virginia. William está sujeto a una soga, dejó su confesión y dentro de una libreta estaba el mechón de Verónica.

-Su historia siempre cambia. Quizás...-Virginia mordió su labio inferior antes de balbucear-...quizás ella siempre lo supo y nunca lo dijo.

-Dijo que sospechaba del.

-No, no. Me refiero a saber. Ella lo vio o algo así.

Su compañero puso los ojos en blanco y se acercó más a Virginia.

-Toda la evidencia contra William está aquí. Ahora la hermana de Robert podrá descansar en paz, Virginia.

Su compañero se hizo a un lado saliendo de esa habitación. Esperó que estuviera lo suficientemente lejos para llamar a uno de los policías que tomaban muestra.

-Quiero que escanees las huellas dactilares que estén sobre ese teclado.

El chico asintió. Virginia poco a poco salía de esa habitación con el aire pesado. Camino hasta la puerta de la habitación con ambas manos en su cadera y miró a un lado como si alguien le girara el cuello. En la puerta pintada blanca pudo ver unos rasguños que quitaban parte del color.

-¡Hey, tú! -Llamó al fotógrafo-. Toma foto de esto.

Bajó por las escaleras hacia el cuerpo de William y el forense. Sujetó una mano de William y entre la carne de los dedos y las uñas pudo ver partes de astillas blancas. Miró al forense iniciándole que mirase.

-Te tengo, pedazo de mierda. -Susurró Virginia-.

Bajo la luna llena es cuando la bestia sale a jugar. Con una manzana en la mano tan roja y brillante como nuestra sangre que corre por nuestra arteria. Le daba rebotes mientras caminaba por las calles de esta ciudad perdida. Mientras que los mortales, muchos de ellos en casa tadeados con sus trabajos, otros, sumergidos en la noche entre las luces y dejando llevar su cuerpo al ritmo de la música, y algunos, llorando en un rincón de su casa.

Lucille, era de las que bailaban al ritmo de las músicas en un bar entre unas chicas. Chasconeando su cabello y rosando sus dedos contra la piel de sus piernas levantó algo su vestido aun sin sobrepasarse. Movió sus caderas en lo que bailaba sola siempre a la vista de Ares. Estaba muy bien vestido soltando de apoco su corbata mirando a Lucille terminando lo que le quedaba de su trago.

Poco a poco, con suaves movimientos, Lucille comenzó a acercarse con una sonrisa maliciosa. Volvió a levantar un poco su vestido y se sentó en sus piernas. Pasó la yema de sus dedos en el mentón de Ares antes de besarlo.

-¿Me amas? -Le susurró Lucille a Ares en el oído-.

-Sí. -Ares aseveró baboso-.




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