Lucille: La marca del Diablo

19. Devil in Disguise

19. Devil in Disguise

Una mañana de un 10 de Octubre, Lucille estaba sentada en el auto de un desconocido algo conocido mirándolo atentamente tratando de meterse en su cabeza mientras que Edwin cantaba a todo pulmón la canción "Devil in disguise" golpeando el volante. Lucille colocó los ojos en blanco sintiendo como si lidiara con un bebé.

-¿A dónde me llevas? -Preguntó Lucille-.

-I thought that I was in heaven, but I was sure surprised, heaven help me, I didn't see, the devil in your eyes. -Cantó Edwin mirándola de reojos-.

Lucille comenzó a tensarse sin reconocer el camino por el cuál Edwin la llevaba. Notó que aquel no llevaba el cinturón de seguridad. Lucille miró hacia al frente sin toparse con ningún auto. Vio hacia atrás tampoco encontrando a nadie siguiéndolo. Vio a Edwin con los ojos entre cerrados. Se aseguró de que su cinturón de seguridad estuviera bien antes de hacer lo que tenía en mente.

Lucille se lanzó sobre Edwin y agarró fuertemente el volante tirándolo hacia un lado haciendo que el auto dirá vueltas hasta caer a un lado. En esos giros de alguna manera, Edwin salió de su asiento por la ventana de la puerta rompiéndose los huesos al caer.

Cuando todo el mundo se detuvo. Lucille levantó su cabeza sin haber perdido la conciencia ni tener el más mínimo rasguño. Se revisó buscando una falla, pero sin encontrar ninguna. No había logrado perder una de las vidas que le quedaban. Se sacó el cinturón de seguridad y se bajó del auto que quedó normal con todos los vidrios rotos.

Lucille comenzó a caminar apoyándose en él, para buscar el cuerpo de Edwin que yacía cerca del pasto con una pierna hacia atrás y doblada sobre su rotula.

Ella con la pierna algo adolorida caminó rodeando el auto hasta el asiento del piloto. Trató de echando a andar sin recibir resultados y sin saber conducir. Creyó que sería más fácil de lo que se ve. Pero de pronto, Lucille se hizo hacia adelante y vio cómo y cuerpo de Edwin comenzó a retorcerse en el piso. Ella se quedó quieta impactada viendo como la rótula volvía a su lugar al igual que sus brazos. Su cabeza hizo un fuerte crujido al acomodarse en su medula ósea y de golpe Edwin se levantó. Giró su cabeza acomodando el resto de huesos en su cuello y miró a Lucille formando una línea en sus labios.

Se quedaron mirando y ella no hizo ningún movimiento. Él caminó hacía el auto golpeando el piso y se le acercó con suavidad a la ventana. Él se apoyó mirándola, pero Lucille no quitaba los ojos de enfrente.

-¿Me haces un lado? -Preguntó Edwin y Lucille lo miró a los ojos cuales se habían tornado un poco más oscuros-.

-¿Que eres? -Lucille tragó saliva sin moverse de su asiento-.

Edwin guardó silencio. Miró hacia un lado y golpeó la parte derecha del auto haciendo que la rueda se inflara sola.

Lucille se hizo un poco hacia atrás mirando a Edwin como con un chasquido de dedos, el parabrisas comenzó a arreglarse sin dejar alguna huella o grieta.

-Que mierda...-Susurró Lucille apretando el volante-.

Edwin al terminar de preparar nuevamente el auto volvió a chaquear los dedos y se encendió de golpe volviendo a colocar la misma canción. Aterrada de las manifestaciones de Edwin que había visto recién sin encontrar la lógica. Edwin volvió a la ventana del asiento del piloto y abrió la puerta.

Un escalofrío pasó por la espalda de Lucille y con las manos tiritonas se bajó. Edwin admiró como con el sol, el cabello de Lucille tenía reflejos rojizos. Él cambió rápidamente la mirada a otro lado. Ella caminó rodeando el auto y Edwin desde dentro le abrió la puerta. Lucille miró a todos lagos sin encontrar una escapatoria ni a alguien a quien socorrer.

-Se nos hace tarde. -Dijo Edwin-.

Lucille lentamente se le acercó mirando el auto sin encontrar algo destrozado. Hasta las ventanas se habían arreglado. Ella se volvió a subir y cerró la puerta fuertemente.

-No lo vayas a romper. -Dijo él soltando una risa-.

-Hiciste lo mismo que yo. -Replicó Lucille algo nerviosa-.

Él borró la sonrisa de su cara.

-Algo así.

-¿Algo así? -Balbució Lucille-. ¿¡Acaso intercambiaste tu alma por super poderes!?

Edwin soltó un suspiro.

-Yo no cambié nada.

Lucille giró rápidamente su cabeza hacia él y trató de mirarle el cuello sin encontrar la marca. Sus manos estaban limpias y no lucia nada en la frente. Ambos guardaron silencio el resto del viaje, pero, aunque más extrañada que estuviera de esta situación, algo le daba confianza de aquel hombre que estaba junto a ella.

Permanecieron callados el resto del camino hasta llegar a una cuidad desolada con muchos perros callejeros. Edwin condujo al estacionamiento de un hostal.

Lucille agarró su bolso al bajarse del auto apegándolo a su cuerpo. Edwin se colocó frente a ella entregándole el brazo para que ella se sujetara, pero Lucille se hizo a un lado. Él caminó delante de ella más rápido al suspirar. Se apoyó en la puerta para que Lucille cruzara entre ella.

Edwin caminó a la recepcionista y le entregó la llave de una habitación sin pedirle identificación ni decir una palabra.

Lucille se le quedó mirando confundida de pies a cabeza detrás del mostrador sin decir nada. Edwin la llamó en medio del pasillo. Lucille caminó rápidamente hasta él frente al elevador. Ambos se subieron hasta el sexto piso en donde Edwin se bajó dejándola atrás y ella siguió su camino recordando cada paso para poder escapar luego de saber qué es lo que tramaba Edwin. Admiró unos horribles cuadros pintados que colgaban en las paredes.

Al llegar a la habitación, Edwin abrió la puerta y se hizo a un lado levantando su brazo indicando el cuarto.

Ella se acercó desconfiada mirando desde afuera hacía de la habitación. No pensaba en meterse en una habitación con un extraño, pero de alguna forma sabía que podía correr de entre sus garras.  Poco a poco se le acercó mirándolo directamente a los ojos y se metió a la habitación.




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