Lucille: La marca del Diablo

20. El Oasis del Diablo

El cuerpo de Lucille comenzó a convulsionar en el piso en lo que su cabeza se regeneraba. Estaba perdida entre la oscuridad y poco a poco volvía a la realidad. Edwin se acercó al teléfono de la habitación y marcó a la recepcionista.

-Cariño, necesito a gente de limpieza a la habituación 170. Gracias.

Colgó de inmediato acercándose al cuerpo de Lucille. Ella trataba de abrir los ojos, pero le costaba más de lo normal. Edwin se incoó junto a ella.

-Es una bala de plata fina. -Dijo el limpiando el arma con un paño que sacó del bolsillo-. Por eso costará un poco más en sanar.

Ella escuchó todo, pero no logró despertar. Edwin separó el silenciador y ambas cosas las juntó envolviéndolas en el mismo paño con cuales las limpiaron.

Lucille movió un brazo sin siquiera rosarlo.

La mucama apareció en la puerta de la habitación. Edwin la invitó a pasar y junto a un hombre se le acercaron a Lucille. La mujer sin decir nada ni borrar la sonrisa en su rostro comenzó a limpiar la pared y los muebles en los cuales salpicó sangre. El TEC abierto que tenía Lucille comenzó a cerrarse hasta dejar de sangrar.

El hombre junto a la mucama sacó la bala incrustada en la pared con unas pinzas. Después, cuando la cabeza de Lucille ya se había curado, pero aún permanecía durmiendo, el hombre la tomó de los pies y la alejó del charco de sangre. Sacó unas tijeras de un cajón. La mucama se agachó al piso y comenzó a limpiarlo con un paño sacando todo rastro de piel.

Por otro lado, Edwin no le quitaba los ojos de encima a Lucille. Se sirvió un vaso de agua a un lado apoyándose a la pared.

El hombre comenzó a cortar la ropa de Lucille jalándola para tirarla dentro de una canasta junto con los trapos con los que limpiaron la sangre dejando a Lucille en bragas tendida en el piso boca abajo. Edwin tomó una toalla y la cubrió.

Cuando Lucille comenzó a ver una luz y despertó de golpe siendo una de las veces más rápida que volvía a la tierra. Levantó su torso del piso pegando un grito asustando a la mucama y el hombre con un dolor de cabeza insoportable. Ambos se pegaron a la pared mirándola de oreja a oreja. Edwin cubrió sus ojos como un niño.

-Olvidé decir que ella vuelve.

Lucille se miró y tomó la toalla a un lado para cubrirse. La mucama comenzó a guardar todo en su carro y se retiró de la habitación sin decir nada cerrando la puerta a un lado.

-La puta que te parió. -Susurró Lucille-. ¡Por la puta que te parió!

Lucille miró a un lado viendo las tijeras resplandecientes y sin pensarlo, las tomó lanzándose sobre Edwin entrándoselas en su abdomen sujetando su toalla.

-¿¡Que mierda es este lugar!?

Edwin trató de quitarse las tijeras incrustadas en él empujando la mano de Lucille. Ella forcejeaba aún más para pudiera quitárselo.

-Ya basta. -Escuchó detrás de ella-. Lucille, ya déjalo.

Lentamente giró su cabeza viendo al Diablo apoyando en la pared. Tenía un abrigo gigante negro algo diferente en él y esta vez no traía puesta una corbata. Lucille se hizo hacia atrás dejando la tijera en el abdomen de Edwin. Él se quejó un poco al sacarlas, pero no hizo más efecto. Lucille se volvió a cubrir mejor con la toalla.

-¡Que ahora me moleste el Diablo! -Gritó Lucille-.

Edwin lo miró sin decir nada arreglándose la ropa. Lucille le lanzó una almohada quejándose de su presencia.

-Tú vete.

Le indicó el Diablo a Edwin apuntándole con una larga uña en su dedo. Él se fue de la habitación sin decir nada al respecto. Cerró la puerta sin meter ruido.

-Lucille, Lucille, Lucille...-Dijo formando una línea en su boca-.

-¿Por qué nos tienes juntos? ¿Por qué pareciera que le dijiste todo de mí?

-No vine a hablar de eso.

-¡Me quitó una vida! Ahora solo me queda una. No más y puedo morir.

-A eso viene. Necesito que me entregues a alguien.

Lucille comenzó a soltar una risa nerviosa y llevó ambas manos sobre su cabeza.

-¿No te bastó Ares? -El corazón de Lucille se rompió al decir aquellas palabras-.

-Es un adelanto.

Lucille se cruzó de brazos.

-Ahora qué, un vagabundo, un niño, mi amor y paciencia. ¿Qué más quieres que le robe a la gente por ti?

Él sonrió a un lado y se movió por la habitación dejando ver el fantasma de su padre con los pulgares en los bolsillos sin decir nada con una sonrisa muy contenta.

Los ojos de Lucille comenzaron a llenar y empezó a llorar hasta dejando caer la toalla al piso. Se cubrió la mitad de su cara al ver a su padre sano frente a ella.

-Ven aquí, hija. -Dijo él extendiendo sus brazos-.

A lentos pasos, Lucille se le acercó sintiendo algo pacifico ante su cálido abrazo.

-Lucille. -Escuchó la voz de su padre-.

Él pasó sus dedos entre el cabello de Lucille relajándola hasta que cerró sus ojos.

-Tienes 24 horas. -Dijo el Diablo saliendo de la habitación dejando ver a Edwin muy preocupado desde el pasillo. El Diablo caminó cerca de él y todas las personas que estaba presentes hicieron una reverencia ante él en lo que seguía su camino hacia las escaleras.

Lucille permaneció en los brazos de su padre cual le acariciaba la espalda y reconfortaba. Sintió algo en el pecho, como un hormigueo, que no la de baja alejarse del aun sabiendo la cruda realidad.

Edwin entró a la habitación y cerró la puerta para que nadie se les acercara. Levantó el bolso del piso y comenzó a dejar la ropa doblada de Lucille en los cajones ordenándolas uno por uno. Edwin la miró de reojos sin saber cómo establecer una conversación. Lucille dio el primer paso.

-¿Por qué me hace esto? -Susurró ella soltando poco a poco a su padre-. ¿Por qué me hace tanto sufrir?

-El Diablo siempre se alimenta de nuestro dolor y miedo, Lucille. Pensé que con el tiempo de lo que llevabas en esto ya habías aprendido. Te hace indestructible.




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