Sese detiene el descapotable frente a la imponente entrada del lujoso casino. Las luces brillaban intensamente, iluminando la fachada elegante y llena de detalles arquitectónicos que denotaban opulencia y exclusividad.
Sese había apenas bajado del descapotable cuando un joven de elegante uniforme se aproxima con paso seguro hacia él. La chaqueta bien ajustada y el porte refinado del joven denotaban que pertenecía al personal del casino.
—Buenas noches, señor —saludó el joven con una sonrisa profesional—. Permítame ayudarle con su vehículo. ¿Podría facilitarme las llaves del vehículo?
Sese asiente y entrega las llaves al joven, quien con gracia y cortesía se dirige hacia el vehículo. Con movimientos precisos y cuidadosos, el joven estaciona el descapotable en un lugar designado, asegurándose de dejarlo en perfectas condiciones.
Sese agradece al joven con una sonrisa y se dispone a ingresar al casino.
Sese ingresa al casino con pasos lentos y cautelosos, tomando el tiempo para observar cada detalle del lujoso interior. Las luces brillantes y la atmósfera vibrante del lugar creaban un ambiente de emoción y expectativa.
Las elegantes mesas de juego, los brillantes candelabros y la sofisticada decoración capturaron la atención de Sese mientras caminaba por el amplio espacio del casino. La música suave de fondo y las risas distantes de los jugadores añadían un toque de animación al ambiente.
Sese echa una rápida mirada alrededor en busca del hombre de la foto, pero el lugar era inmenso y lleno de gente, lo que dificultaba encontrarlo con facilidad. A pesar de su deseo de localizarlo, sabía que sería un desafío debido al tamaño del casino y la cantidad de personas que lo frecuentaban.
Con paso tranquilo pero decidido, Sese continuó explorando el casino, manteniendo una mirada atenta en busca de cualquier pista que pudiera llevarlo hacia el hombre de la foto.
El olor a costosos cigarros comienza a infiltrarse en las fosas nasales de Sese mientras continua explorando el casino. El aroma distintivo y refinado llenaba el aire, mezclándose con las notas suaves de perfume y el susurro de conversaciones animadas en los rincones del lugar.
Sese siente la vibración de su teléfono interrumpiendo su búsqueda en el lujoso casino. Observa la pantalla con cautela, consciente de que su teléfono era un viejo aparato que no encajaba con el entorno sofisticado del lugar. Sin embargo, al notar que se trataba de una llamada de la abeja reina, comprendió que debía atenderla.
—No quieres que sea visto con mi viejo auto, pero si con este añejo y nada costoso aparato— esboza con ironía.
Sese se encamina hacia los baños del casino, buscando un lugar apartado donde pudiera atender la llamada sin llamar la atención con su añejo teléfono. Entre las luces destellantes y el murmullo constante de la multitud, los baños ofrecen un respiro de relativa privacidad.
Una vez dentro de uno de los cubículos, Sese cierra la puerta con cuidado y se asegura de hablar en voz baja para no ser escuchado fuera del cubículo.
—Eres tú quien tiene problemas para soltar el pasado y complica las cosas.
Sese escucha las palabras de la abeja reina con una mezcla de molestia y resignación. No le gustaba que le recordaran su pasado ni que se insinuara que tenía problemas para dejarlo atrás. El viejo teléfono que llevaba consigo era una especie de recordatorio constante de aquello que prefería olvidar, pero que, sin embargo, no podía dejar atrás.
Sese, molesto por las palabras de la abeja reina sobre su pasado, decide dejar de lado el comentario y se centra en la razón por la que había sido llamado.
—¿Por qué has llamado?
—Barra de tragos, segundo piso. — y tras estas palabras la llamada finaliza.
Sese se detiene un momento frente al espejo del baño del casino y alborota su cabello magenta una vez más, asegurándose de que su estilo rebelde estuviera en su punto.
Se encamina hacia el segundo piso del casino, ascendiendo por las escaleras con una curiosidad creciente. Mientras se acercaba a la barra de tragos, distingue la figura familiar de una mujer con un elegante vestido rojo que destacaba entre la multitud.
—¿Estás vigilándome?— interroga al sentarse junto a la mujer del vestido rojo, era la abeja reina.
La abeja reina sonrie de manera enigmática.
—¿Qué crees que puedes hacer con un dólar?— interroga la abeja reina, sin apartar la mirada de la barra y sin observar a Sese directamente — ¿Qué vas a beber?— eleva una de sus manos para llamar la atención del mozo.
—¿Cómo es que siempre sabes todo? — replica con cierta diversión.
Era evidente que esta mujer tenía un aura de misterio y poder que no pasaba desapercibida.
El mozo de la barra se acerca hacia la mujer.
—Dos más de lo mismo— pide la pelinegra.
El mozo asiente con cortesía y se apresura a preparar las bebidas solicitadas.
—Respondiendo a tu pregunta, es claro que estoy vigilándote, trabajas para mí, no esperes menos.
Aunque ya había sospechado que estaba bajo su radar, escucharlo de manera directa no dejaba espacio para dudas.
Sese busca entre sus bolsillos la caja de cigarros, pero antes de encontrarla, la abeja reina extiende hacia él un costoso puro. La mirada de Sese se posa en el puro mientras forma una sonrisa de costado.
—¿Debería preocuparme el hecho de que me conozcas tan bien?— interroga Sese tomando rl puro para llevarlo a sus labios.
La abeja reina resguarda la caja de puros en una elegante cartera que traía consigo y, en su lugar, toma un ostentoso mechero.
La abeja reina se gira hacia Sese y se acerca lo suficiente como para impregnar su costoso perfume en sus prendas. La distancia entre ellos solo estaba separada por un puro y un mechero, creando una atmósfera íntima. Sus miradas se encontraron y se mantuvieron fijas en los ojos del otro, como si pudieran comunicarse sin necesidad de palabras.