1 de septiembre
Brenda
Qué dolor horrible de cabeza… siento que me va a estallar como si tuviera una orquesta desafinada tocando dentro del cráneo. Pero no quiero moverme. Esta cama es tan suavecita, tan cómoda… definitivamente no es mía. ¿Dónde estoy?
Mi cuerpo está tibio, relajado, pero mi mente empieza a correr. Hora de entrar en pánico. No, primero debo saber dónde estoy. Respiro hondo, aunque el aire tiene un olor extraño… una mezcla de colonia masculina, ropa sucia y algo que no logro identificar. ¿Cerveza? ¿Perfume barato?
Abro lentamente los ojos, como si fueran persianas oxidadas. La luz me golpea, pero me obligo a mirar. Paredes grises. Ropa regada por el suelo. Y… un chico a mi lado. ¡Oh, Dios! No me digas que…
Miro debajo de la sábana que me cubre. Nada. No tengo nada. Ni ropa interior. Ni dignidad. ¿Qué diablos hice anoche para terminar así?
Tengo que salir de aquí. Rápido. Me levanto con sumo cuidado, como si estuviera desactivando una bomba. No quiero despertar al chico. Busco mi ropa con la desesperación de quien busca oxígeno. Gracias al cielo, es la que se ve primero. Me cambio como si mi vida dependiera de ello, con un solo pensamiento en la cabeza: Tengo que salir de aquí.
Estoy lista para irme, pero… quiero saber quién es ese chico. No mires. ¡No mires! …Tarde. Ya lo vi. Y esto no me puede estar pasando a mí. Diosito, ¿qué mal hice para merecer esto? ¿Por qué tenía que ser él?
Camino hacia la puerta, más molesta conmigo misma que con la situación. ¿Quién en su sano juicio se acuesta con su ex? Definitivamente no vuelvo a tomar alcohol en mi vida. Ni en esta ni en la que sigue.
Nota
>¿Quién no ha tenido una noche que quisiera borrar? Brenda empieza su historia con una resaca emocional que va más allá del alcohol. ¿Te ha pasado algo así? Cuéntame en los comentarios. —La Escritora del Silencio