16 de septiembre
Brenda
Hoy también llegué temprano. Antes de subir al ascensor, saludé a Nidia con una sonrisa. Me enteré de que la recepcionista se llama Haci. Es muy agradable, me cae bien. Cada vez tenemos más confianza y me cuenta todo lo que pasa. Está al tanto de todo, y a mí me encanta el chisme. También conocí a Marco, el gerente de publicidad. Es gracioso, amigable, muy tratable. En estas dos semanas me he ido adaptando bastante bien.
Aunque el idiota aparece de vez en cuando, prefiero evitarlo. Para mi mala suerte, me enteré que él es el dueño de la empresa. Perfecto. Justo lo que necesitaba.
—Señorita Ramírez, ¿podría venir un momento? —Alex me llama desde su oficina. Asiento y me acerco.
Me muestra unos diseños para una valla publicitaria y me pide que detecte el error. Me siento, observo, y empiezo a explicarle con calma. Me permite corregirlo, así que me pongo manos a la obra. Me pierdo en los detalles, ajustando cada línea, cada sombra, cada texto. Hasta que queda lo más perfecto posible.
—Eres muy buena —dice con una sonrisa que no parece de compromiso.
—Gracias, señor Alex —me encanta cuando reconocen mi trabajo.
—Sigue así. Muy pronto serás más que una simple pasante. Sé que puedes dar más de ti. Y eso espero.
—Aprendo del mejor —le guiño el ojo antes de volver a mis tareas.
El resto del día lo paso entre documentos, correos, y ajustes de diseño. Me siento agotada y con hambre. Así que me escapo un momento al área de descanso y me sirvo una taza de café. El aroma me reconforta. Es mi ritual de supervivencia.
Es un buen trabajo. Quiero seguir aquí. Me encanta poder hacer lo que me gusta. Todo sería perfecto si el idiota no estuviera aquí… pero bueno, ¿qué se le puede hacer?
—Hey —me sobresalto y me llevo la mano al pecho. Estaba tan concentrada en el café que no noté cuando entró Marco.
—Perdón, no quise asustarte.
—Tranquilo, no te escuché entrar —le echo un poquito de azúcar a la taza, luego el café. Remuevo mientras hablo—. ¿Cómo te va?
—Bien, la verdad. Muy bien —me giro para mirarlo. Parece nervioso.
—Brenda, ¿tienes planes para este fin de semana?
Sonreí. Me parecía tierno. Iba a responder cuando…
—Sí los tiene —esa voz. Me tensé al instante. No necesitaba voltear para saber quién era. Marco se quedó paralizado, como si lo hubieran atrapado robando galletas.
—Y será mejor que te mantengas lejos de ella —añadió Liam, con ese tono de macho territorial que me revuelve el estómago.
Me giré molesta para confrontarlo.
—Oye, idiota, no tienes que tratarlo así. ¿Qué derecho tienes? —hice como si lo pensara—. Ah, cierto. Ninguno.
—No vas a salir con este imbécil —dijo molesto. Liam iba a acabar con mi paciencia.
—Eso no es tu problema. Marco es mi amigo, y si me quiere invitar a comer o salir, iré. ¿Sabes por qué? Porque soy una persona adulta, soltera, y con el derecho de hacer lo que me dé la gana —dije firme, sin temblar.
Me miró. Quería decir algo más, pero sabía que había perdido. Se marchó molesto. Yo sonreí satisfecha. Me giré hacia Marco, que seguía en silencio.
—¿Ustedes se conocen? —preguntó, con la voz bajita.
Me mordí el labio, dudosa.
—Eh… bueno, es el hermano de mi mejor amiga —solté una risita nerviosa.
—Pero parecían algo más…
—No. Él es un idiota. No le hagas caso.
—Okk… Bueno, ¿quieres ir al cine este finde?
—Me parece bien.
Sonrió feliz.
—Está bien, pasaré por ti el sábado a las 7.
Se fue entusiasmado. Me quedé un rato más, saboreando mi café. Me encantaba ese momento de calma… pero no duró.
Antes de salir por la puerta, esta se volvió a abrir. Liam entró, molesto, y cerró tras de él.
—¿Por qué aceptaste salir con él?
—No es tu problema.
—Yo… yo lo sé. Solo que él no te conviene —se pasó la mano por el cabello, despeinándolo más.
—¡Es mi amigo y esto no es tu problema!
Se quedó callado. Murmuró algo que no logré escuchar. Me miró un momento, con esa mezcla de rabia y tristeza que me confunde. Y se fue. Por fin.
A veces no lo entiendo. ¿Por qué es así? ¿Por qué me cela si fue él quien lo arruinó? Y no sé… seré una tonta, pero no volveré con él. Le guste o no. Es mi vida. Y haré lo que me dé la puta gana.
--Nota--
Entre cafés, miradas y celos mal disimulados, este capítulo marca un punto de quiebre. ¿Quién tiene derecho a opinar sobre nuestras decisiones? ¿Y qué pasa cuando el pasado se niega a soltar?
Cuéntame en los comentarios: ¿Team Marco o Team “Idiota”? 😏