21 de septiembre
Brenda
Mi habitación parecía zona de guerra. Ropa por todos lados, zapatos sin pareja, y yo en medio del caos buscando algo que fuera cómodo pero no demasiado provocador. Llevaba horas en ese dilema. No quería que Marco se sintiera incómodo… ni yo tampoco.
Suspiro. Estoy cansada, con sueño, pero le di mi palabra a Marco y no lo voy a dejar mal. Al final, opté por unos vaqueros y una camisa ancha. Cómodo, sencillo, nada que grite “mírame”. No me gusta mostrar mucho, aunque sé que tengo buenas curvas. Pero eso es mío. No necesito exhibirme para sentirme segura.
Me hice un moño alto, aunque algunos mechones rebeldes de mi cabello chocolate se escaparon. Ya se ven las raíces más oscuras… nota mental: pintármelo pronto. Me apliqué un maquillaje sencillo. La verdad, no lo necesito. No es por egocentrismo, pero tengo un rostro bonito. Lo que más llama la atención son mis ojos verdes, con esa tonalidad grisácea que parece cambiar según la luz.
Ya casi son las 7. Solo queda esperar.
Me tiré en la cama y revisé mis redes sociales para matar el rato. Hasta que sonó el timbre. Me levanté, tomé mi bolso y fui hacia la puerta. Al abrirla, ahí estaba Marco. Nervioso. Tierno.
—Llegaste a tiempo —dije mientras salía y cerraba la puerta.
—No podía hacerte esperar.
Sonreí. Me acerqué para abrazarlo, como siempre, pero en cuanto su perfume me golpeó… sentí náuseas. Me detuve bruscamente.
—¿Qué pasa, Brenda? ¿Te sientes bien?
Lo miré. Se veía preocupado.
—No es nada, solo un ligero mareo. ¿Nuevo perfume?
Me miró extrañado y negó.
—Es el de siempre. ¿Segura que estás bien? Podemos dejar esta salida para otro día. No quiero que te sientas peor.
—Tranquilo. Vamos y disfrutemos de la película.
—Bueno, está bien. Vamos.
Marco me guió hasta su auto. Me abrió la puerta como todo un caballero. Me pareció un gesto muy tierno. Me subí y abrí la ventana. Hoy estoy muy sensible con los olores.
En el camino puse música en la radio. Tarareé la letra. Marco me sonrió, y yo a él. El viaje fue tranquilo, sin incomodidades. Al llegar, bajó primero para rodear el auto y abrirme la puerta. Luego se adelantó a comprar los tickets. Yo lo esperé afuera.
—Espero que te gusten las de acción.
—¡Me encantan!
—Uff, qué alivio.
Sonrió satisfecho. Y era verdad: amo las películas de acción y misterio. Entramos a la sala y tomamos los asientos del centro. Todo marchaba bien. Marco compró palomitas y refresco. Todo parecía perfecto…
Tomé un puñado de palomitas. Pero apenas las probé, otra vez sentí náuseas.
—Eh… Marco, ahora vuelvo. Iré al baño un momento.
—Está bien. Si necesitas algo, me llamas.
—Valee.
Caminé despacio, con calma. Pero al llegar a la salida de la sala, corrí al baño. Entré en un cubículo y vomité.
—Qué asco…
Volví a vomitar.
Maldito universo, ¿por qué ahora? Nunca me había pasado esto. ¿Por qué justo hoy?
Después de un rato, cuando logré calmarme, me lavé la cara y volví a la sala. Marco estaba feliz viendo la película. Me dio cosa interrumpirlo…
—Marco… ¿Me podrías llevar a casa? Es que no me siento muy bien.
Sin pensarlo dos veces, se levantó y se acercó a mí.
—¿Qué tienes? ¿Quieres que te lleve al hospital? ¿Te duele algo?
Dios, muero de ternura.
—Solo a casa. Mi estómago no está muy dispuesto.
—Ah, ok. Está bien. Vamos, te llevaré.
El viaje de regreso fue un poco tenso. Yo solo quería llegar a mi cama. Al llegar, me despedí de Marco, bajé del auto por mi cuenta y entré a casa. Arrastré los pies hasta el sofá y me dejé caer.
—¿Qué me está pasando…?
Nota:
A veces el cuerpo habla antes que la mente. Brenda está empezando a escuchar lo que no quiere admitir. ¿Será solo un malestar pasajero… o algo más profundo? Gracias por leer. Si te conmovió este capítulo, déjame un comentario. Tu voz también forma parte de esta historia.