2 de octubre
Liam
Hoy teníamos una reunión importante. Unos inversionistas venían desde Madrid para cerrar negocios con nosotros. Había convocado a todo el equipo para una reunión previa. Quería que todo saliera perfecto.
Ya casi todos habían llegado. Solo faltaban dos. Y cuando entraron, sentí que el día se torcía. Brenda venía sonriendo. A Marco. Y él también le sonreía como si fueran cómplices de algo que yo no podía ver. Me hervía la sangre, pero mantuve la compostura. Carraspeé y me puse de pie.
—Buenas tardes a todos —dije, firme—. Hoy recibiremos a unos inversionistas muy importantes. Necesito que den su mejor esfuerzo. Recuerden que aquí somos excelencia. No debe haber fallas. No quiero distracciones. No vinimos a hacer amigos, vinimos a trabajar. Espero que lo tenga presente, señorita Ramírez.
Todos asintieron. Brenda me miró con mala cara, las mejillas encendidas. ¿Fui muy duro? Tal vez. Pero verla con Marco me sacó de control.
La reunión continuó. Algunos expusieron sus ideas, sus tareas. Yo escuchaba, satisfecho. Pero mi mirada se desviaba hacia Marco, que se inclinaba para decirle algo a Brenda. Y entonces ella se levantó abruptamente.
—Con su permiso, ya vuelvo.
Salió rápido. Yo la seguí, preocupado. Entré al baño sin tocar. Escuché un ruido en uno de los cubículos. Estaba vomitando.
—¿Oye, te sientes bien?
Esperé. Cuando salió, estaba pálida. Tenía ojeras. Algo no estaba bien.
—No es tu problema.
—Solo quiero saber si estás bien.
—Ya te lo dije. No es tu problema.
—Voy a llamar a mi hermana para que te revise.
No le di tiempo de responder. Llamé a Leah. Le pedí que viniera. No tardó mucho. Entró al baño y yo la seguí.
—Sabes que estos son síntomas por… por beber mucho. Deberías dejar de beber —dijo Leah, pero su tono era raro. Forzado.
Las miré con sospecha. Lo supe en cuanto vi sus miradas cómplices. Estaban ocultando algo. Lo sé. Son mujeres. Y ellas saben mentir.
—Díganme qué pasa —dije firme.
—No es nada. Solo que comió algo que le cayó mal —respondió Leah. Pero no le creí.
Esto es raro. Primero se molesta por lo que dije. Luego vomita. Se parece a lo que me ha estado pasando a mí. ¿Será un virus? No lo creo. ¿Y si está…?
¿Y si estuvo con Marco? ¿Y si por eso está así? Solo pensarlo me vuelve loco.
—Si me necesitan, estaré en mi oficina.
Salí. Me encerré. Justo entró Leonardo. Suspiré aliviado.
—Hermano… creo que Brenda está embarazada.
No le había dado tiempo ni de sentarse.
—¡¿Qué?! ¿Pero cómo? ¿Cuándo? ¿De quién?
—Cálmate. Creo que ha estado saliendo últimamente con Marco.
No pude ocultar la tristeza en mi voz. Leonardo lo notó.
—¿Todavía la quieres?
—No la quiero, Leonardo. Ese es el problema. Yo no la quiero. Yo la amo. Y eso me parte el alma. Porque sé que perdí mi oportunidad. Y verla con otro… es mil veces peor.
—Entonces, ¿por qué aceptaste esa apuesta si la querías tanto?
—Era un adolescente tonto. Todo iba demasiado bien. Me empezó a gustar su atención, su forma tímida, cómo hablaba sin parar cuando algo le emocionaba. Y empecé a sentir miedo. Miedo de esos sentimientos. Pensé que lo mejor era ponerle fin. Olvidarme de ella. Pero es tan difícil…
—No la tienes fácil. Solo espero que ella te perdone algún día.
—¿Y si ese día no llega?
Mis ojos estaban llenos de miedo. De duda.
—Bueno… sabrás que la perdiste para siempre.
Se quedó un rato más. Hablamos de otras cosas. Cosas banales. Pero yo seguía pensando. En Brenda. En lo que vi. En lo que siento.
Después de un rato, se fue. Y yo me fui a la reunión con los inversionistas. Con el corazón hecho un desastre.
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Nota:
¿Alguna vez han sentido que el mundo sigue girando mientras ustedes se detienen? Eso le pasa a Liam. Y aunque no lo diga, su corazón está hablando.
Gracias por leerme. Si este capítulo te hizo sentir algo, déjamelo saber. Tu reacción es mi motor.
—La Escritora del Silencio