Lúgubre "Vivir entre el dolor del pasado"

19. Estrellas

ANDREA

Observo a Brusela salir del salón con lágrimas en los ojos, la sigo sin que se dé cuenta hasta llegar al baño. Mientras se lava la cara en el lavamanos, se sobresalta al verme en el espejo.

- Me seguiste.

- No entiendo por qué te fuiste, pero tengo una idea - digo, notando su actitud defensiva.

- No necesitas saberlo - responde cortante.

- Si fuera mi cumpleaños, estaría feliz, pero tú pareces que estás en un funeral - bromeo.

- No me gustan los cumpleaños - murmura Brusela, evitando mi mirada en el espejo.

- A mí tampoco.

- Eso lo dice alguien con malos recuerdos en esa fecha y, por ende, nace el odio - afirmo.

- Es solo una suposición - responde.

- No, es una afirmación - nuestra mirada se cruza en el espejo, notando su nerviosismo que intenta disimular, pero su tic nervioso la delata.

- Te espero a las seis en el cementerio - exclamó,cambiando de tema.

- ¿Qué te hace creer que sí iré? - ella sonríe mientras me desafía con la mirada.

- Sé que irás - afirmo mientras le devuelvo la sonrisa.

No eres la única jugando algo que ya conozco y menos voy a perder cuando yo soy la creadora del juego.

La observo una última vez mientras me encamino hacia la salida.

Que comience el plan...

BRUSELA

Camino hacia el cementerio mientras me cuestiono: ¿Por qué estoy yendo? ¿Qué es lo que quiere que haga?

De seguro te va a asesinar y de paso enterrar.

Le hace un favor a la sociedad.

Hoy es mi cumpleaños y ha sido un día más desagradable que los demás en comparación. Me siento terrible, con ganas de llorar constantemente pero no puedo, y todo lo que logro hacer es sonreír mientras me ahogo por dentro.

Siento que al reprimir las lágrimas y guardarlas dentro de mí, se forma un océano que me está ahogando. Me siento asfixiada, necesito el aire que no llega a mis pulmones y parece que me estoy muriendo por dentro.

De niña, solía contener las lágrimas, preguntándome a dónde iban cada vez que me negaba a dejarlas caer por mis mejillas. Pero con el tiempo, me di cuenta de que todas esas lágrimas no derramadas solo se acumulaban en mi interior. Y cuando finalmente lloraba, no era solo por lo que realmente quería llorar, sino por todo lo que había reprimido en su momento. Era como si un océano dentro de mí se desbordara en un vaso de agua.

Sigo reprimiendo mis deseos de soltar, solo para sostener una sonrisa, mientras llego al cementerio. Allí, diviso a Andrea, sentada de espaldas en una lápida, ajena a mi presencia.

- Quizás venga y te arrastre hasta el infierno por tomar su tumba como asiento - manifiesto sarcásticamente.

- Pago por ver eso - se levanta de la lápida mientras se limpia restándole importancia al asunto.

Me hace seguirla hasta el fondo del cementerio que conecta con el bosque.

El bosque de Sanford es tan misterioso como sus pobladores, está prohibido ir a ciertas partes provocando rumores pueblerinos combinados con un toque de fantasía.

Al llegar al inicio del bosque, aparece un letrero que nos restringe el paso junto con una cerca que Andrea salta mientras le saca el dedo corazón al letrero.

Me quedo observando su actitud - ¿Vas a venir o te quedas aquí? - me observa mientras me mira expectante.

Realizo el mismo acto que ella, adentrándome en el frío y misterioso bosque, envuelto en un profundo silencio. Caminamos un rato, cruzando un pequeño arroyo.

- ¿Acaso me piensas matar? - cuestiono.

- No sería una mala idea - dice, deteniéndose con un gesto pensativo. - Sin embargo, no es muy tentadora. Matar en la oscuridad solo genera curiosidad, mientras que hacerlo a plena luz del día es todo un espectáculo digno de ver - comenta seriamente. - Pero, en fin, no haría algo así - termina sonriendo como si nada.

Caminamos en silencio mientras el sol se desvanece entre las nubes, cediendo ante la luna que tiñe el bosque con una atmósfera más sombría. El viento frío se cuela entre las hojas, generando un susurro ligero que se entrelaza con nuestras respiraciones suaves.

- Llegamos.

Me encuentro frente a un amplio claro con un árbol imponente y frondoso, frunciendo el ceño sin entender.

- Ven, sígueme - me insta Andrea mientras nos dirigimos hacia el gran árbol, donde yace una manta a rayas y una canasta.

Andrea se sienta, y yo imito su gesto, aún sin comprender.

- No sabía qué regalarte para tu cumpleaños, especialmente sabiendo que no te gusta celebrarlo, pero quizás los pequeños gestos puedan cambiar tu perspectiva - observa al cielo. - Quizás pedir un deseo a una estrella haga de este tu mejor cumpleaños.

¿Estrellas?

Contemplo el cielo, maravillada por las estrellas que centellean como diminutas lámparas junto a la inmensa luna.

- A veces, los pequeños detalles valen más que un gran gesto vacío - menciona mientras ambas dirigimos nuestra mirada al cielo.

Tus ojos son pequeños luceros, mi bella Brusela.

No llores.

- ¿Por qué haces esto? - pregunto en un susurro.

- Porque eso es lo que hace una amiga.

Siento como si el aire se escapara de mis pulmones, mientras observo a Andrea con asombro, incapaz de creer lo que acaba de decir, mientras ella me sonríe.

Amiga...

Nunca he tenido una de verdad, ¿puedo confiar en ella? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que sentí esta calidez? Me pregunto mientras la observo y trato de devolverle la sonrisa, aunque con dificultad.

No sé si esto sea real, pero quiero creer que sí. Después de tanta miseria, me cuesta pensar que puede haber una estrella en mi vida. No sé si esto funcionará, pero sé que extrañaba que alguien siquiera me notara. Tal vez este haya sido el mejor cumpleaños de mi vida, solo por el simple hecho de recibir una felicitación sincera después de ni siquiera revivir un buenos días a diario.




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