10 DE JULIO
ANDREA
— Andrea, invitaremos a la familia Richter —comenta mi madre mientras sirve el desayuno.
Frunzo el ceño y pregunto: —¿Quiénes son?
Al ver mi expresión de desconcierto, mi madre aclara: —Son una familia que se mudó hace poco.
No entiendo por qué los quiere invitar; ella nunca invita a desconocidos, y menos a forasteros como los llama cuando no llevan mucho tiempo en el pueblo.
—¿Por qué los vas a invitar? Se supone que es mi fiesta, yo debería escoger a los invitados —digo, jugando con la comida en mi plato, sin nada de apetito.
—No —me responde con una sonrisa fingida—, tú solo te vestirás bonita, sonreirás y reirás.
—O sea, como una muñeca —susurro mientras bajo la mirada al plato, evitando que alguien vea las lágrimas que contengo.
Siempre es el mismo problema.
—Creo que deberías dejar que invite a sus amigos, o no entiendo para qué haces esta fiesta —interviene mi tía en mi defensa, notándome cabizbaja.
—Tienes razón, podríamos invitar a Verónica y Hermione, al fin y al cabo sus padres son amigos nuestros.
¿Amigas? Esas hipócritas.
—Quiero invitar a Brusela —insisto.
—Ay no, esa niña no me da buena impresión. Su padre es... —se detiene, poniendo una mueca de disgusto— curioso.
¿Padre? Brusela nunca me ha hablado de su familia.
—Quiero invitarla a ella, no a su padre —repito sin darme por vencida.
—No.
—¿Por qué? —pregunto enfadada— Tú puedes invitar a tus amigas chismosas, y papá a sus amigos políticos, ¿pero yo no puedo invitar a mi única...?
Mi voz se corta cuando escucho la voz enojada de mi padre.
—¡Andrea! Escucha bien, bastarda, no tienes ningún derecho a hablarnos así. Eres una malagradecida y deberías estar agradecida de que te hacemos algo por tu miserable vida —dice, apretando los cubiertos con fuerza, mientras mi madre sonríe con arrogancia.
Siento que el vaso de vidrio en mis manos va a romperse en cualquier momento.
Intento que sus palabras no me afecten, aunque pienso que nadie debería hablarle así a su hija. A veces creo que no lo soy, siempre prefieren a Nicolás.
—Tu hermano vendrá ese día —hablando del rey de Roma.
Mi madre se acerca y toma mi rostro bruscamente, clavando sus uñas en mis mejillas—. Quiero que todo salga perfecto. Cualquier error lo pagarás muy caro —dice, mirándome con desdén.
—¡Basta! —exclama mi tía, levantándose de la mesa—. Tenemos que hablar —nunca la había visto tan enojada—. Andrea, cariño, tu lonchera y mochila están en la sala —me dice, suavizando su mirada hacia mí—. Ve, que se te hace tarde para el instituto.
Me levanto y solo me despido de ella. Sé que esto me traerá problemas, pero ya no me importa; que se jodan.
.·:*¨¨* ≈♞♘≈ *¨¨*:·.
Voy detrás de Brusela por los pasillos, mientras ella se aleja cada vez más rápido de mí -¡Brusela, espera! - con voz cansada, queriendo detener esta persecución que solo está provocando una escena frente a todos. La gente nos observa como si fuéramos dos locas escapadas de un manicomio.
Esto es justo lo que menos necesitaba.
Brusela me ignora completamente y se dirige al baño. Antes de que logre cerrar la puerta, la detengo y entro, cerrando con llave para asegurarme de que nadie nos interrumpa.
Desde que llegué hoy al instituto, he notado a Brusela más fría y distante de lo habitual. Lo que más me impactó fue su aspecto: ha vuelto a vestirse con pantalones anchos y sudaderas enormes, como lo hacía antes.
Su mirada parece apagada, como si estuviera agotada. Intento animarla, pero parece que su luz se ha extinguido de repente, y me duele no poder sanar esas heridas que no son mías.
Quise acercarme a preguntarle qué le ocurre, pero me respondió con frialdad, como si el contacto le resultara repulsivo. Lo que más me sorprendió fue ver ese miedo en sus ojos, que intenta ocultar.
Insistí en saber, porque conozco a Brusela, sé que es fuerte y que no se vendría abajo así sin motivo. Sé que tal vez no debería presionarla, pero quiero ayudarla.
¿Por qué no te ocupas de ti misma? También tienes problemas. Tú sola te destruyes
Este no es el momento para tus sabias palabras motivacionales
Y aquí estamos ahora: Brusela, abrumada por mis preguntas, salió del salón con prisa, y yo la seguí sin importarme el enojo del profesor al vernos salir en mitad de la clase.
— Aléjate — dice ella, su voz temblorosa, y me doy cuenta de que sus palabras no coinciden con lo que realmente quiere en su corazón.
A veces siento que conozco a Brusela tanto que puedo leer sus movimientos y hasta sus pensamientos; pero otras veces me parece tan desconocida como alguien que acabo de conocer. Solo sé que quiero ayudarla. Ella es mi única amiga, y no puedo abandonarla. Si una cae, caemos las dos; si una se protege, ambas lo hacemos.
—¿Por qué?.
— Porque no quiero que estés cerca— Me mira y puedo ver cómo intenta detener las lágrimas en sus ojos.
— ¿A quién de verdad quieres alejar? Sé que no soy yo. Soy tu ojitos , ¿recuerdas? No sé qué pensamientos rondan tu mente ahora, pero sé que no reflejan lo que sientes. Ahora mismo estás conmigo, no digas que me aleje porque no lo haré. No me pidas que me vaya, porque no pienso hacerlo. Déjame quedarme contigo y entender qué te pasa — Me acerco poco a poco, y veo cómo cierra los ojos mientras sus lágrimas caen por sus mejillas.
Hace unos días, en el salón de arte abandonado, mientras yo la pintaba en secreto, ella leía y de sus labios salió una frase que no he podido olvidar.
Nunca creí que los ojos pudieran brillar por algo que no fuera la alegría, pero los tuyos, ojitos, brillan de melancolía. Y aun así, siguen siendo hermosos.
Con una sonrisa burlona me lanzó esas palabras, pero en sus ojos encontré sinceridad. Los días pasaron, y pensé que olvidaría esa frase, pero empezó a llamarme así, ojitos. Al parecer, mis ojos melancólicos son especiales para ella, y eso es algo que jamás podría olvidar.
#2062 en Thriller
#1032 en Misterio
#5460 en Otros
suicidio misterioso, misterio asesinato drama, dolor amor trizteza lectura lecciones
Editado: 14.11.2024