Lúgubre "Vivir entre el dolor del pasado"

35. La zona baja

ANDREA

Sanford y sus habitantes representan un arma de doble filo: peligrosos y letales, pero con una apariencia engañosa que te lleva a pensar que no representan ninguna amenaza.

Si aseguran tener tantas virtudes, pero tan pocas son ciertas, no es sorprendente que el clasismo prevalezca constantemente.

Recuerdo las aburridas con los amigos de mi padre. Hablaban de los habitantes de la zona baja y los describían como personas insignificantes, indignas de dirigirles la palabra o acercarse a ellos, por temor a ser contaminados.

Los contaminantes de la zona baja

Nunca entendí las razones por las que mi madre ha repudiado a Brusela. Siempre me lo recalca en cada encuentro. Sin embargo, al investigar dónde se encuentra su casa, entendí el porqué: ella vive en la zona baja. A diferencia de mis padres, a mí no me importa de dónde vengan las personas. El lugar donde vives no define quién eres ni cómo eres realmente.

Estos prejuicios no son más que construcciones creadas para que algunos se sientan superiores. Se basan únicamente en posesiones materiales como el dinero, las joyas o las conexiones influyentes. Pero, ¿de qué sirve tener lujos si careces de aquello que no se puede comprar con riqueza?.

Amor

¿De qué sirve rodearse de personas importantes si no tienes sinceridad ni amistades leales?

Quizá esa sea la triste realidad de quienes poseen demasiado. Acumulan bienes materiales, pero carecen de lo verdadero, de lo auténtico. Si tienes poco de lo que realmente importa, entonces, en el fondo, no tienes nada.

No me interesa dónde viva Brusela, porque sé que todos esos prejuicios son falsos. Ella no es como mis padres describen a los de su zona. Me atrevo a afirmar que las personas de esas áreas son más felices que nosotros. Están libres de la carga de la materialidad. Incluso creo que son más leales que quienes me rodean en este mundo superficial.

Mi amistad con Brusela es un lazo que no sigue las reglas comunes, un pacto que desafía la norma y renueva el significado de ser amigo. Es un vínculo que no necesita palabras ostentosas, porque se expresa en los actos más simples. Una verdadera amistad no se detiene ante los prejuicios; los destruye y crea nuevos caminos, aunque estos incomoden al mundo.

Con Brusela, he descubierto que una amistad auténtica es un refugio, un sacrificio mutuo que nace del amor más puro. Es un sentir que no se mide por lo que otros ven, sino por lo que ambas almas comparten en silencio.

Nuestra amistad es tan singular y especial como el destello de una estrella que pocos logran ver, pero que nosotras sabemos que ilumina nuestro mundo.

Y así es la amistad entre Brusela y yo,un lazo tan único que el tiempo forjó.Es rara, distinta, difícil de explicar,pero en su esencia, no creo encontrar alguien que la pueda igualar.

Observo las casas a mi alrededor y la clara diferencia de estatus social. En el vecindario donde vivo, las viviendas son imponentes, lujosas y en su mayoría blancas. En cambio, en la zona baja, las casas son coloridas, pequeñas, humildes pero llenas de vida. Aunque son sencillas, tienen una calidez que falta en el lugar donde yo vivo.

Algunos niños juegan con una pelota sucia en las calles algo deterioradas, pero no parecen tristes ni preocupados. Se les ve felices, disfrutando de su juego sin remordimientos. La diferencia es tan evidente que parece que vivo en dos mundos separados por una simple barrera.

Los prejuicios han crecido tanto que la zona baja está cercada por una alta reja de metal, como si sus habitantes fueran animales a los que hay que confinar, observar y ridiculizar solo por no contar con las mismas oportunidades o riqueza.

Algunas personas me miran con desdén, con una actitud fría y despectiva. Sé que no me lo merezco, porque no he hecho nada malo, pero no se trata de mí, sino de todo lo que mi familia representa para ellos, por sus prejuicios hacia nuestro círculo social.

Esos tratos no son humanos. Me atrevería a decir que las personas con las que estoy rodeada son mucho más despreciables que aquellas que se encuentran en la zona baja. No es natural que se trate a los demás por su estatus económico, creyendo que son superiores, mientras que los de allá son solo ratas callejeras para ellos.

¿Realmente piensan que son robots o animales que carecen de sentimientos? Me atrevería a decir que hasta los animales son más empáticos que ellos.

Es en estos momentos cuando te das cuenta de todo lo que tienes y lo poco que en realidad necesitas. Al ver a quienes tienen tan poco y aún así desean mucho, te das cuenta de que no valoras lo que posees.

Hay veces en las que necesitas quitarte las vendas de los ojos, mirar la realidad que te rodea y darte cuenta de todo lo que la fantasía te ha ocultado.

Me acerco a una pequeña niña que se había alejado de los demás al recoger una pelota. Al principio, parece sorprendida por mi acercamiento, así que decido preguntarle: ¿Sabes dónde se encuentra la casa de Brusela?.

De pronto, una señora aparece furiosa, alejando a la niña de manera brusca mientras me grita histéricamente que me aleje de ella.

—Lo siento, no era mi intención. No pensaba hacer nada malo. No quiero causar problemas— trato de explicarle.

—Así dicen todos los que son como tú— responde, su tono cargado de desprecio. Su mirada, llena de odio, persiste y me hace sentir incómoda bajo la atención de los curiosos a mi alrededor, todo por algo que no era mi intención.

¿Cómo podría enmendar errores que no he cometido?

—Lo siento— intento sonar sincera. No me disculpo solo por este malentendido, sino por tratar de apaciguar los problemas que otros han causado en esta comunidad. Entiendo que un simple lo siento no arreglará todo, pero al menos quiero que sepan que no pienso como los demás.




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