ANDREA
Soy consciente de que me observa; puedo sentir el peso de su mirada sobre mí, pero elijo ignorarlo. Este no es el momento para enfocarme en lo que nos concierne a ambas; es hora de mantener la cabeza fría y planear con precisión mi próximo movimiento.
Tal vez le sorprenda descubrir esta nueva faceta mía, pero las personas nos sorprenden a diario con cosas inesperadas.
Ha pasado un día desde que me enteré de lo de Sofía.Estuve pensando durante horas, y finalmente llegué a la conclusión de que el chico del que hablaban debía ser alguien llamado Dylan.
Nadie importante, para ser sincera. Recuerdo que en algún momento me habló, pero no le di mayor importancia. Es uno de esos tipos repugnantes que cada día tiene a alguien diferente para acostarse.
Repulsivo
Al parecer, Sofía no tiene claro a quién confiar su frágil y engañoso corazón, porque se enamoró de la persona menos adecuada. Para alguien como Dylan, los sentimientos no tienen cabida en algo tan trivial como el sexo pasajero.
Qué pena, es la primera dosis de tu propia medicina, aunque creo que mereces más de una.
Miro mi teléfono una última vez mientras observo las dos cuentas regresivas.
Una marca el fin de su ciclo en seis minutos, mientras que la otra en treinta y ocho minutos.
Sonrío mientras guardo mi teléfono en el bolsillo, lo silencio y me levanto tranquilamente de mi asiento.
Si van a hablar tanto de mentiras y basura sobre mí, al menos debo darles razones reales para hacerlo.
Miro a Sofía, que está en una de las mesas del centro del comedor, y a un lado, veo la mesa donde está Dylan.
Recuerdo la carta que dejé ayer en su casillero mientras me acerco con una sonrisa cálida en los labios. A medida que camino hacia una mesa en particular, ya no siento solo la mirada de Brus, sino también las de todos los que me rodean.
Cuando llego a la mesa de Dylan y sus amiguitos, su conversación se interrumpe bruscamente. Aprovecho para echar un vistazo rápido hacia la mesa de Sofía, notando cómo mantiene la mirada fija en mi dirección.
Fue bastante hipócrita de su parte intentar acercarse esta mañana. Qué lástima que su intento no diera resultado.
Las personas pueden ser monstruos mucho peores que aquellos que no podemos ver. Sin embargo, nuestra ventaja es que la estupidez humana suele ser predecible, y gracias a eso, todos sus movimientos se vuelven fáciles de anticipar.
Dos minutos...
—Hola, Andre… —interrumpo su saludo tirando de su camisa, acercándolo lo suficiente para presionar mis labios contra los suyos.
A mi alrededor, escucho murmullos y algunos jadeos sorprendidos.
Perfecto, ahora estás protagonizando un espectáculo.
Mejor concéntrate en lo importante: besa mal.
Como si tú fueras una experta en besar
Callate, Este no es el momento.
Un tirón me separa de los labios de Dylan, seguido de un golpe en una de mis mejillas.
– ¿Cómo te atreves, estúpida? –dice furiosa.
– Con el mismo derecho con el que tú te atreves a defender a un hombre que ni siquiera es tuyo –mi voz atraviesa la suya llenándose de arrogancia – aunque, claro, en tu mente él lo es, pero para el resto, eres la última a la que le presta atención.
– ¿De verdad eres tan cínica como para pensar que alguien como él se fijaría en ti? –me observa de arriba a abajo, evaluándome con la mirada.
El tiempo ha llegado a su fin
Una leve sonrisa intenta asomar en mi rostro, pero me esfuerzo por ocultarla mientras escucho cómo comienzan a sonar los teléfonos de todos en el comedor.
– No, cariño, no soy tan cínica como tú. No necesito hacer un montón de cosas para mantener su atención, a diferencia de ti, que has hecho de todo por un solo gesto de su parte.
De repente, la conversación que escuché ayer se reproduce por el altavoz del instituto.
Faltan doce minutos para la próxima alarma.
El murmullo aumenta alrededor mientras las voces de los demás comentan sobre lo sucedido, y el enojo de Sofía crece cada vez más.
– Pensé que eras mi mejor amiga –digo con voz dulce, haciendo un puchero para parecer tierna e inocente por un momento frente a todos.
– Y yo pensé que eras menos perra –responde antes de lanzarse sobre mí furiosa, haciéndome perder el equilibrio y cayendo ambas al suelo bajo las miradas de todos.
Siete minutos
Sus golpes me nublan por un momento, hasta que logro tomar su preciado cabello, apartándola de mí y golpeando su estómago, quitándole el aire.
Me agacho a su lado mientras ella toma aire, y susurro en su oído:
– Al final, la mosquita muerta no fui yo. No te metas más con Brusela –le doy un suave beso en la mejilla, haciéndolo parecer como si yo también me hubiera tumbado a su lado, agotada.
Ve cómo sus estúpidas amigas empiezan a llegar para defenderla.
– ¿Quién te crees para meterte con ella? –dice una de las tres moscas.
– ¿Y ustedes quiénes se creen para hablar de nosotras? –responde Brusela, extendiéndome la mano para ayudarme a levantarme.
Si ahora quiere hablarme, que se aguante; no necesito que me defienda.
Pero tú sí la defiendes a ella.
Eso es diferente.
Ella intenta ayudarme a levantarme, pero me incorporo sola, tocándome el labio y notando un pequeño rastro de sangre.
– Mejor vayan a ayudar a su abejita reina, antes de que las cosas se pongan peor.
Brusela me agarra del brazo con fuerza y me saca del comedor, bajo la mirada curiosa de todos.
Al menos la hice pagar...
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Editado: 18.01.2025