Lúgubre "Vivir entre el dolor del pasado"

51. Descubrimiento

BRUSELA

Han pasado tres días y, por alguna razón, nada en este pueblo parece seguir un ritmo normal.

Todos están inquietos, como si se prepararan para algo más grande que unas simples elecciones. Dicen que un festival se celebrará justo el mismo día en que escogerán un nuevo alcalde, como si una cosa tuviera que ver con la otra.

Una estupidez junto con otra

Ojalá el próximo haga la diferencia, porque el actual bien podría ser un fantasma: nunca está cuando se le busca y, cuando finalmente da la cara, es como si no estuviera.

Parece que todos ya olvidaron al loco que anda revelando secretos y al asesino que sigue suelto.

Era de esperarse

Si no es tu familia la que desapareció y si no es tu secreto el que salió a la luz, a nadie le importa. Serás tema de chisme por un tiempo, pero luego todo pasará, como siempre. Este pueblo se está hundiendo en su propia podredumbre, gracias a la gente asquerosa que lo habita.

Aunque, ¿qué más da? No soy yo la que desapareció, ni la que quedó en evidencia por culpa de un payaso con teléfono.

Y como si esto no fuera suficiente, ahora también está el asunto de Andrea. No debe de ser tan grave, porque si lo fuera, sus padres ya habrían armado un escándalo y todo el pueblo lo sabría.

Lo único que dijeron fue que está enferma y que tiene una semana para recuperarse antes de volver al instituto.

Que vayan a engañar a otro, porque a mí no me convencen. Por la tarde estuvo perfectamente bien conmigo, ¿y en la noche, de repente, tan grave que necesita una semana entera para recuperarse? No me lo creo. Si fuera una fractura, lo habrían anotado en el boletín de enfermería, pero solo mencionaron que estaba gravemente enferma.

Lo más extraño es que nadie la llevó a un hospital, ni un solo médico entró a su casa.

¿Cómo lo sé?

Fácil: ella no es la única que sabe violar la privacidad para descubrir la verdad.

Sé que no está enferma. Nadie puede caer tan mal de un momento a otro hasta el punto de no responder ni un solo mensaje en el celular.

Esto solo me deja dos opciones: o le quitaron el teléfono o alguien se lo robó.

Y no tardaré en descubrir cuál de las dos es la verdad.

Pero por ahora, dejo estos pensamientos a un lado y me obligo a concentrarme en lo que estoy haciendo.

Entro en la habitación, asegurándome de que no haya nadie cerca. Aunque, en realidad, ya sé que estoy completamente sola.

Al entrar, me envuelve la oscuridad. Todo en la habitación es sombrío: las cortinas pesadas, las sábanas y almohadas de tonos apagados, las paredes cubiertas de un gris monótono.

La habitación de Samael.

Empiezo a buscar, revolviendo cada rincón sin siquiera saber qué estoy buscando. Ni siquiera sé por qué entré aquí en primer lugar.

¿Por un sueño? ¿Por un estúpido presentimiento?.

Maldita sea, tal vez me estoy volviendo más loca de lo que ya estaba.

Y aun así, la sensación persiste. Una necesidad absurda de encontrar algo, aunque no tenga la menor idea de qué es.

Algunos cajones están cerrados con llave, impidiéndome acceder a su contenido y aumentando aún más mi frustración.

Por alguna razón, el aire en esta habitación se siente más pesado, más denso, como si algo invisible me estuviera oprimiendo el pecho. Intento ignorarlo y continúo con mi búsqueda. Abro las puertas del armario, encontrándome con filas de ropa en los mismos tonos monótonos: negro, gris y blanco.

Comienzo a apartarlas, revisando detrás, pero solo me encuentro con paredes blancas y vacías. Repito el proceso una y otra vez hasta que, al bajar la vista, noto un pequeño hueco en el fondo. Me agacho y deslizo el dedo sobre él, presionándolo ligeramente. Al hacerlo, una sección del armario se desprende, revelando un compartimento oculto.

—No fue un sueño… era real —murmuro, con la mirada fija en la pequeña caja de metal oculta dentro del compartimento.

Algo hay ahí dentro. Algo importante. Pero ¿qué podría ser? Y, sobre todo, ¿por qué siento que este hallazgo no solo traerá respuestas, sino también problemas? Como si, al abrir esta caja, estuviera desencadenando algo mucho más grande de lo que puedo imaginar.

Está al alcance de mi mano, a un solo segundo de ser mío. Pero hay un obstáculo: no tengo la llave.

Pero eso también cambiará pronto...




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