TIA KEISHA
Salgo del cubículo del baño y me dirijo a la sala, donde todos están reunidos.
Al entrar, noto cómo conversan entre sí, mientras algunos rodean a mi sobrino Nicolás, escuchándolo con atención.
No me sorprende; siempre me ha parecido curioso cómo lo tratan mucho mejor que a Andrea en todos los sentidos.
Eso sí, debo reconocer que mi querida hermana tuvo un momento de lucidez. Después de todo, Nicolás y Andrea tienen la misma edad, lo que hizo más difícil para mí saber cuál de los dos era mi hijo. Aunque, claro, uno de ellos es mayor por unos meses.
Mi hermana me ve entrar y, con una sonrisa tranquila, pregunta:
-¿Y Andrea?
Siento las miradas fijas de aquella familia que, al principio, no veía con buenos ojos a mi sobrina. Antes de que pueda responder, mi hermana toma la palabra con una expresión radiante:
-La familia Delacroix necesita hablar. En el mejor de los casos, Andrea les debe una disculpa a los señores por lo ocurrido con la señorita Sofía.
Los Delacroix asienten con la cabeza, seguros de su posición, con esa altivez que al parecer los caracteriza.
-Sí, ella me mencionó algo sobre un percance con la señorita Sofía -comento con calma y educación, observando de reojo a mi hermana. Su sonrisa, siempre cálida y honesta, se tambalea sutilmente al escuchar que Andrea me ha hablado del tema.
Suspiro antes de continuar, mi voz reflejando una tristeza genuina.
-Desgraciadamente, tendré que ofrecer las disculpas en su nombre. Antes de venir aquí, empezó a sentirse muy mal -digo con el rostro afligido-. Como comprenderás, no podía permitir que siguiera asistiendo a la fiesta en ese estado, así que le sugerí que descansara en su habitación. Me pidió que transmitiera sus más sinceras disculpas por lo sucedido y por no poder venir a disculparse personalmente.
Miro a la familia Delacroix, pero antes de que alguien más hable, una mujer, que supongo es la madre de Sofía, suelta un comentario con evidente escepticismo.
-Qué conveniente... Hace unos minutos estaba perfectamente bien, y ahora resulta que no puede venir.
Mantengo la compostura y le devuelvo la mirada con serenidad.
-Los malestares no avisan -respondo con aparente tranquilidad-. Además, con todo lo que ha ocurrido en la fiesta, Andrea ha estado muy ajetreada. Apenas tuvo tiempo de comer algo, y quizás eso le ha hecho daño.
Mi tono es medido, pero mi mirada se mantiene firme. Puedo sentir la tensión en el aire mientras la familia Delacroix me observa, evaluando mis palabras con una mezcla de desconfianza y orgullo.
-Pero igual, debió tener la decencia y modestia de venir a disculparse en persona y retirarse después. Eso habría sido lo más educado -comenta la mujer con firmeza.
Observo a mi hermana de reojo. Su sonrisa, antes suave, ahora es rígida, y sus manos, que reposan sobre su regazo, tiemblan levemente. El movimiento acelerado de sus dedos solo confirma lo que ya sospechaba: está conteniendo su enojo.
Parpadeo con aparente ingenuidad y dejo que la confusión se refleje en mi rostro.
-¿Es más importante una disculpa que mi sobrina, que literalmente se debilitó en mis brazos? -pregunto con inocente desconcierto.
Scarlett, que hasta ahora había mantenido su postura con seguridad, se tensa de inmediato. Su expresión cambia sutilmente al darse cuenta de que la he acorralado de forma indirecta. Para ella, la imagen lo es todo. No puede permitir que los demás la vean como una madre fría y desinteresada, no cuando su reputación en el pueblo es impecable.
Me lo han recordado constantemente desde que llegué aquí.
Finalmente, suelta un suspiro y dirige la mirada a la familia Delacroix.
-Tienes razón -dice, modulando su voz con precisión. Luego, volviéndose hacia ellos, agrega con aparente tristeza-: Por favor, acepten las disculpas de mi hija. Aunque no pueda hacerlo en persona, espero que comprendan que su salud es lo más importante para mí.
Para reforzar su actuación, coloca una mano sobre su pecho, como si estuviera realmente afectada. La perfección que tanto se esfuerza en proyectar sigue intacta... al menos por ahora.
Nicolás, al ver la supuesta tristeza melancólica de su madre, la abraza sin dudar.
Un problema menos
Por otro lado, Kendric se mantiene en su habitual silencio, pronunciando solo lo estrictamente necesario. Es como una marioneta que mi hermana maneja a su antojo, siguiendo cada uno de sus movimientos sin cuestionar nada.
Otro pobre estúpido, confundiendo amor con la necesidad de alguien que solo lo usa cuando le conviene.
—Dado el caso, creo que ya no se puede hacer nada más —exclama Sofía con un claro fastidio en la voz.
—¿Por qué no mejor cortamos el pastel? Ya que la cumpleañera no puede bajar, no podremos cantarle el Feliz cumpleaños, pero al menos podemos partirlo. No creo que tenga objeciones — exclama mi sobrino tratando de cambiar el tema y alivianar el ambiente.
Sus palabras están cargadas de desinterés, como si realmente no importara lo que ocurriera con su hermana.
Yo permanezco en silencio, manteniendo la calma a pesar de la tensión evidente en la habitación. Aquí hay dos personas completamente opuestas a mí, y aunque el aire se siente denso, me esfuerzo por no dejar que eso me afecte.
—Es una maravillosa idea, mi niño —exclama Scarlett con entusiasmo repentino, cambiando su expresión con facilidad.
Varias señoras la secundan con asentimientos complacientes y la acompañan hacia la cocina, como si todo estuviera perfectamente bajo control.
Siendo ella tan predecible, sé que en algún momento buscará la manera de subir a la habitación de Andrea. Y al no encontrarla, suposiciones descabelladas nublarán su juicio, haciéndola perder la cordura.
Justo lo que necesito.
Mientras Scarlett y las demás mujeres se dirigen a la cocina, me muevo con calma hacia una mesa con bebidas y bocadillos. Apenas llego, me encuentro con un joven que, aunque no parece mayor, es algo más grande que mi sobrina. Está completamente concentrado en su plato, repleto de comida.
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Editado: 08.03.2025