SCARLETT
Hay cosas que no se pueden fingir…
Qué ingenuidad.
Cualquiera con la determinación y la inteligencia adecuadas puede fabricar cualquier ilusión que desee. Fingir no es un límite, es una herramienta.
Que yo utilizo a mi favor
Ella cree haber ganado solo por presentar unas pruebas. Un error predecible de una mente débil. En este pueblo, lo que realmente importa no es la evidencia, sino quién mueve los hilos.
Tristemente no es ella
Ellos son a quienes seguimos, quienes dictan las reglas. Y si mi querida hermanita aún no lo ha comprendido, que lo haga ahora: puede que no llevemos el título de líderes, pero hemos cultivado contactos y alianzas con quienes sí lo son. Un solo eco de mis tacones en el suelo bastaría para provocar su caída. Un error, un descuido… y su mundo se vendría asquerosa mente abajo.
Nada ni nadie me arrebatará lo que me pertenece. Nunca debió aparecer, nunca debió intentar tomar lo que es mío. Pensó que todo había terminado cuando asesiné a nuestros adorados padres.
Qué ingenuidad.
Incluso después de muertos, siguen jodiendome los ovarios, siguen intentando controlarme con esa maldita cláusula de la, herencia. Como si pudieran dictar mi destino desde el más allá.
Malditos desgraciados
Un pequeño error.
De resto, todo salió a la perfección. Engañé a mi ingenua hermana y a ese pobre iluso que todavía cree en las fantasías del amor verdadero.
¿Amor verdadero?
No me hagan reír.
Esas tonterías son para quienes necesitan aferrarse a algo, para los débiles. El amor no compra poder, no llena cuentas bancarias ni viste de diamantes.
Si algo he aprendido a lo largo de los años, es que las apariencias son más poderosas de lo que muchos imaginan. Fingir se ha vuelto una costumbre, un acto tan natural que lo ejecuto sin esfuerzo alguno. La clave no está en la mentira, sino en hacer que los demás quieran creerla.
Tal vez soy demasiado hábil… o quizás simplemente estoy rodeada de mediocres de mierda que no ven más allá de lo que les permito.
Digna hija de mi hermana tenía que ser la asquerosa de Andrea… Igual de estúpida, ciega e ingenua que su madre. Una marioneta fácil de manipular, un peón que he movido a mi antojo durante años sin que siquiera se diera cuenta. Pero parece que mi querida hermanita ha decidido rebelarse, desafiarme y sacar sus cartas escondidas para jugar.
Otra ronda, consciente de que ya ha perdido la primera.
Que haga lo que quiera.
Que se engañe creyendo que tiene una oportunidad, que puede ganar. Al final, no es más que una mujer sola enfrentándose a mí, a Kendric y a todos los aliados que gobiernan este pueblo. Su lucha es absurda, un intento patético de recuperar lo que ya no le pertenece.
¿Aferrarse al pasado?
Qué pérdida de tiempo.
Mientras ellos se consumen en recuerdos inútiles, yo disfruto del presente y construyo un futuro que será mío y de nadie más.
La asquerosa mano de Kendric recorre mi cuerpo con torpeza, como si tuviera derecho a hacerlo. Me pregunto si en su mente enferma realmente cree que me posee, si piensa que con tocarme obtiene algún tipo de control sobre mí.
Qué patético.
Con dos asquerosas manos no podía hacer mucho, y ahora, después de lo que mi hermana le hizo, aún menos,con solo una en juego.
Lo miro.
Un ser patético, consumido por su propio deseo, creyendo que con solo tocarme tiene algún tipo de control sobre mí. Su mano desliza sobre mi piel como si fuera algo más que un simple títere en mis planes. Si supiera la verdad… si tan solo pudiera ver lo insignificante que es para mí.
—¿Te gusta? —pregunta, convencido de que su contacto significa algo.
No respondo.
Solo lo miro, dejando que se ahogue en su propia ilusión.
Los hombres son simples, predecibles. Se creen invencibles antes del sexo y se vuelven estúpidos después. Más aún cuando saben que volverán por más. Y él… él siempre volverá.
Porque lo tengo justo donde quiero
Sonrío, pero no por placer, sino por burla. Su confianza me divierte.
No tiene idea de que nuesto matrimonio es una farsa, de que cada caricia que me da es un paso más hacia su propia destrucción. Cree que soy suya, que mi cuerpo es un premio, cuando en realidad es él quien está atrapado en mi juego.
Solo un insignificante peón más.
Es gratificante. Saber que todos estos años lo he reducido a nada más que un perro obediente, con un bozal invisible que solo yo manejo. Hace lo que digo, repite mis palabras, se mueve según mis órdenes. No es un hombre, es mi criatura domesticada, un ser patético que cree tener poder cuando en realidad nunca ha sido más que mi juguete.
Su aliento apestoso a cerveza choca contra mi cuello mientras me muerde, como si eso significara algo. Como si pudiera reclamarme. Atrapado en su fantasía de dominio, sin darse cuenta de que es él quien lleva la correa. Agarro su cabello con mis manos, un gesto que sé que lo enciende, que lo hace creer que compartimos este juego.
Debo fingir ahora, hacerle creer que su insignificante intento de virilidad me satisface.
Un gemido suave escapa de mis labios, acompañado de suspiros que llenan la habitación. Para él, es deseo. Para mí, es estrategia. Mi expresión de aburrimiento permanece oculta, visible solo para el techo que he estado observando desde que todo esto comenzó.
Cambio mi expresión y me muerdo el labio mientras los suelto lentamente, al igual que él desata mi vestido, observando mi cuerpo envuelto en un atractivo encaje negro. Dejo que me quite el encaje mientras me muevo en un vaivén lentamente debajo de él.
—Me encantas —murmura, jadeando en medio de un gemido.
Qué asco
—Tú también me encantas —respondo, soltando un suspiro ahogado mientras incremento mis movimientos, buscando la fricción necesaria para que esto termine rápido.
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Editado: 08.03.2025