Lukímia.

Lukímia.

LA GUARDIÁNA DEL PORTÓN NEGRO. 

 

Y llegaron llevadas por el viento aquellas palabras que hablaban de una chica con rosas en la mirada, donde desde una de las torres de vigilancia que resguardaban la muralla de aquel reinado oscuro, una chica no muerta empequeñeció sus ojos azul oscuro, concentrándose en el horizonte, su nombre en vida; Yun Navarrete, su nombre de no-muerta en aquel reinado maldito; Lukímia.

Cuando estaba por amanecer llamaron su atención aquellas palabras en el viento, su labor ahí era la de resguardar un enorme portón fortificado y custodiado por 4 imponentes torres de vigilancia, construido ahí por orden del rey Vlad, para dejar salir a las patrullas de asalto y recuperación de cuerpos, de las legiones  de guerreros no naturales de Lúa Dark, que periódicamente salían a recorrer los territorios de Fíria, más que nada para rastrear criaturas infernales que caminaban perdidas, ya que por diversas razones no encontraban el camino o desertaban, también recorrían los bosques cercanos a Mirídia esperando encontrarse con alguna patrulla de los guerreros del viento, con los que libraban espectaculares batallas, pretendiendo probar sus fuerzas y distintas técnicas en artes mágicas oscuras pretendiendo debilitar así al ejército de los miridianos, y aprender sobre sus técnicas de batalla, ya que al igual que Daro´s, el milenario, planeaban un ataque a Mirídia para poder acceder al Templo de los Olvidados y pedirle a su dios Abraxas(1 ) ahí encerrado, el deseo de ser devueltos con vida al mundo de los humanos, para vengarse de esa raza que los había condenado a vivir y morir 1000 veces en el infierno de Lúa Dark.

La chica extendió un rústico pergamino, desenrollándolo y apuntándolo en la dirección de donde provenían aquellas palabras con el viento, y las frases fueron apareciendo sobre su superficie, una por una como si fueran escritas con fuego; Lukímia esperó pacientemente zapateando el piso con una de sus botas de piel, su piel blanca lograba un precioso contraste con su traje de cuero oscuro, que hacía lucir cautivadoramente seductor aquel cuerpo de gótica  jovencita veinteañera, aunque ya tenía muchos más años de haber llegado a aquél territorio, al terminar de escucharse aquellas frases en el viento, las leyó una vez más, y haciendo un gesto de desdén enrolló el pergamino, lo aventó con los demás y caminó torre abajo, olvidándose por completo de aquellas palabras en verso. 

Aburrida se emocionó al escuchar explosiones en la distancia y ver luces en el cielo, apresurada corrió torre arriba, haciendo que sus pasos retumbaran caracoleando en aquella escalera en espiral, su cabello negro con tonalidades azulinas a la altura de sus orejas, se enredaba caprichoso en la comisura de sus labios rojos, tiró de una palanca con la que se abría el portón, justo a tiempo porque en ese momento entraba galopando una patrulla de caballería o al menos lo que quedaba de ella, un grupo de jinetes de la muerte que buscaban el amparo de las torres de vigilancia para replantear su defensa, ya que estaban siendo perseguidos por una patrulla de interferencia de las fuerzas aéreas de Alcalá. 

Tres aeronaves de combate de ningún tipo conocido, pero con tres hélices de sustentación, 2 de ellas acoderadas en diagonal a los lados en su fuselaje, venían en persecución del grupo de jinetes, que blandiendo sus cetros en conjunción con las antenas de las torres, crearon una relampagueante red eléctrica que logró derribar a dos de las aeronaves perseguidoras, que habían llegado barriendo con una lluvia de metralla la zona; Lukímia caracoleo hacía otro extremo de las torres y mientras las aeronaves derribadas caían entre los árboles, se escuchaban terribles gritos de dolor humanos, entre los fierros retorcidos de las naves incendiadas, cuerpos de soldados incendiándose salían retorciéndose de dolor, mientras eran perseguidos y rematados por aquellos jinetes de la muerte, guerreros descarnados en caballos infernales que podían invocar naturales magias con sus cetros, los soldados no muertos trataban de defenderse disparando ráfagas de ametralladora, cegados por completo por el fuego que los consumía, siendo presa fácil de las embestidas de los caballos que los arrollaban, rematándolos en el suelo con sus patas y desmenbrandolos con sus espadas. 

El tercer tricóptero daba vueltas en el cielo disparando ráfagas de metralla y misiles aire tierra, tratando de ubicar a sus enemigos entre las copas de los árboles, y Yun esbozaba una maléfica sonrisa ya que tenía en la mira a sus enemigos con una enorme ballesta cargada con un arpón encendido y una carga explosiva acoderada, jaló otra palanca y de un solo tiro ensartó a la aeronave por el centro derribándola con una explosión, mientras veía caer a sus enemigos despedazándose entre los árboles, reía como una loca poseída, festejando los gritos de victoria de los jinetes de la muerte, mientras masacraban a los soldados de aquella patrulla de interferencia de los ejércitos tecnológicos de los no muertos de Alcalá.

 

Al amanecer todo terminaba en aquél lugar, cada amanecer era como una tregua en aquél infierno, no importa a qué hora del día o de la noche empezara la batalla, la salida del Sol firiano indicaba el final de cada una, como aquella que ya había terminado, los jinetes se retiraban y tan solo las columnas de humo de las tres aeronaves derribadas cambiaban el paisaje, y los cuerpos de los tripulantes, como zombis se levantaban uno por uno y lentamente, entre quejidos y torpes movimientos, iniciaban el camino al Norte, rumbo a Alcalá, donde debían dirigirse los no muertos después de cada batalla, perdieran o ganaran, cumpliendo así con su propósito maldito que era el de morir 1000 veces en aquél infierno al que habían sido condenados.
 




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