Lumaria

Kenma

Esa noche de viento en aquel puente pude observar varias cosas, una de ellas es que no estaba tan solo como pensé y la otra es que nunca sabremos de quien recibiremos ayuda en los momentos menos oportunos.

Estaba listo para saltar, las luces de la ciudad se veían extrañamente hermosas por primera vez desde que tengo memoria. Desde que era niño, ese siempre fue mi lugar favorito porque no había tantas personas transitando, solo uno que otro automóvil que iba hacia el pueblo que queda al otro lado de la ciudad.

El mirador, así lo llamaba yo, dos torres ubicadas a cada extremo del inmenso y viejo puente que daban la ilusión de la entrada a un nuevo "reino". Pagabas las monedas de los telescopio cuando subias ahí, podías incluso hasta comer ya que habían camiones de comida a cada lado de la carretera esperando a servir a los turistas porque el espacio a cado lado es grande. 

Lo que antes era un hermoso pasto verde y recortado con los arboles dando una grata sensación a cualquiera que se sentara bajo la sombra, ahora solo hay malesa por montón dandole ese toque frio al entorno reflejando el abandono de este lado de la ciudad.

¿Que cambio? Mejor dicho, ¿por qué todo cambio tanto tan rapido en los ultimos años? Ni logro entenderlo.

Cada cuanto que íbamos de visita a los abuelos le decía a mi madre que quería detenerme ahí porque la vista de la conexión del río con el mar en la lejanía era simplemente magnifica al atardecer dándole un toque vibrante como si fuera el comienzo de una aventura náutica en uno de mis tantos videojuegos favoritos. 

—Todavia lo es —dije expresando la nostalgia que sale de mi voz. 

Camine un poco sobre la baranda con el equilibro de un gato al andar, lo que me saca una sonrisa algo torcida y desequilibrada porque ese es el mayor de mis problemas y el porque estoy aquí ahora. Volviendo mi vista al atardecer sintiendo los ultimos rayos del resplandor varias cosas vienen a mi mente.

< ¿Qué hay más allá? ¿Encontraré tesoros? >

Siempre eran mis preguntas cada vez que el coche aparcaba en ese sitio donde en las tantas ocasiones de visita y me imaginaba una vida como pirata o explorador aventurero al lado de un fiel amigo animal mágico en busca de aventuras y dragones.

Es lo más lógico que este sea el lugar perfecto para mí donde decida que las cosas terminen.

Sonreí esta vez mas calmado cerrando mis ojos, un suspiro sale de mis labios sintiendo como el viento frío congela mis manos, el corazón late desenfrenadamente contra mi caja torácica debido a esa parte racional de mí que me grita no hacerlo. Dudo a estas alturas, ¿qué ironía no? Cuando estoy a punto de morir es que deseo vivir, pero ya es demasiado tarde para ello, al menos así lo veo yo en mi inmensa melancolía.

Tomé una decisión hace mucho tiempo ya, así que, cuando ya no hay mas luz en la lejania para darle paso a la penumbra, sacando un pie de la baranda, doy el paso que me conecta al vacío, antes de la inconsciencia por la falta de aire, hago la ilusión de escuchar un grito ensordecedor y desgarrador.

— ¡No!

¿Será mi madre? Puede ser, a estas alturas, es la única que se preocupó por mí gran parte de su vida hasta morir. Como sea, ya estoy en el "sueño eterno", no creo que ese grito cambie nada. ¿O si?




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