Lumen: Donde la curación se transforma en horror.

Capítulo 13: La trampa

El ascenso de Alejandro desde el subsótano hasta la planta principal fue un borrón de miedo y adrenalina. Cada escalón que subía lo alejaba de la criatura, pero también lo hacía más consciente de su propia vulnerabilidad. No hay forma de enfrentarlo solo. Esa idea lo golpeaba con cada respiración, mientras su mente repasaba lo que acababa de ver.

La criatura no era un simple error. No era un fallo aislado de los experimentos de Ortega. Era algo diseñado para ser resistente, letal, y probablemente no era el único de su tipo. ¿Cuántos más habrá allá abajo?

Cuando llegó al puesto de enfermería, Gabriela lo esperaba, su rostro pálido por la preocupación. Se levantó de un salto al verlo entrar, jadeante y con el rostro marcado por el pánico.

—¡Alejandro! ¿Qué pasó? —preguntó, sujetándole los brazos.

Él sacudió la cabeza, todavía tratando de encontrar palabras.
—Está… está allá abajo. Me siguió hasta la sala Theta. Intenté detenerlo, pero no… no se detiene. No siente dolor.

Gabriela tragó saliva, y por un momento, sus ojos brillaron con lágrimas contenidas.
—¿Cómo lo enfrentamos?

—No podemos hacerlo solos.

En ese momento, Clara apareció desde el pasillo. Su rostro serio y la manera en que se cruzó de brazos dejaron claro que había estado escuchando.
—¿Qué está pasando ahora? —preguntó con voz firme.

Alejandro la miró fijamente.
—Hay una criatura en el subsótano. Algo salido de los experimentos de Ortega. Y no está encerrada.

El rostro de Clara se endureció.
—¿Estás seguro?

—Sí. La vi dos veces. Y no sé cuánto tiempo más estará contenida allá abajo.

Clara permaneció en silencio, mirando a Alejandro como si estuviera evaluando su estado mental. Finalmente, suspiró.
—Entonces, necesitamos un plan. Porque si eso sube aquí, no solo tú y Gabriela estarán en peligro. Todo el hospital lo estará.

Esa noche, el hospital se sentía más inquietante que nunca. Aunque los pasillos estaban iluminados como siempre, las sombras parecían más largas, y cada sonido parecía amplificado. Alejandro, Clara y Gabriela se reunieron en la sala de descanso del personal, un espacio pequeño pero apartado donde podían hablar sin interrupciones.

Clara fue la primera en hablar.
—Si esa cosa es un producto de los experimentos de Ortega, entonces Ortega debe saber cómo contenerla.

—¿Y cómo lo obligamos a hablar? —preguntó Gabriela, todavía sosteniendo la barra metálica que había usado como arma en el subsótano.

Alejandro frunció el ceño, pensando en su encuentro con Ortega. El hombre había sido frío, calculador, pero algo en su expresión cuando la criatura apareció le había revelado una chispa de sorpresa. Ortega no tiene el control absoluto de esto.

—No creo que podamos confiar en que Ortega nos diga nada útil —dijo Alejandro finalmente.
—Pero hay algo más que podemos hacer: usar el subsótano contra ellos.

Clara lo miró con una mezcla de interés y precaución.
—¿Qué quieres decir?

Alejandro respiró hondo, como si estuviera a punto de saltar de un precipicio.
—Si la criatura está diseñada para cazar, podemos atraerla hacia un área donde no tenga salida. Un lugar donde podamos contenerla, al menos temporalmente.

Gabriela frunció el ceño.
—¿Y cómo planeas hacer eso sin que nos mate primero?

Alejandro miró a Clara.
—Con tu ayuda. Necesitamos acceso a los planos completos del hospital. Tiene que haber un lugar donde podamos encerrarla.

Clara dudó por un momento, pero finalmente asintió.
—Déjame hablar con alguien. Conozco a alguien en mantenimiento que podría ayudarnos.

Mientras Clara buscaba los planos, Alejandro y Gabriela se dirigieron nuevamente al subsótano. Esta vez, no lo hacían para explorar, sino para establecer una trampa. Alejandro llevaba consigo un par de linternas adicionales, un taser que había encontrado en la sala de seguridad y una cuerda resistente que Gabriela había conseguido del área de almacenamiento.

El subsótano estaba igual de frío y oscuro que antes, pero esta vez, Alejandro notó algo diferente: el rastro de la criatura. Había arañazos profundos en las paredes y las baldosas, y un líquido oscuro y viscoso que parecía gotear de su cuerpo.

—Está herida —murmuró Gabriela, señalando las manchas en el suelo.

—Eso no significa que sea menos peligrosa —respondió Alejandro, con la linterna temblando ligeramente en su mano.

Avanzaron lentamente, siguiendo las marcas hasta llegar a una intersección de pasillos. Alejandro encendió otra linterna, iluminando ambas direcciones. A la izquierda, las marcas continuaban, pero a la derecha, el pasillo parecía intacto.

—¿Cuál seguimos? —preguntó Gabriela, su voz apenas un susurro.

Alejandro miró hacia ambos lados y finalmente decidió.
—Izquierda. Si esto nos lleva a la criatura, mejor enfrentarlo ahora que cuando esté completamente recuperada.

Las marcas los llevaron hasta una sala que Alejandro no había visto antes. La puerta estaba entreabierta, y el zumbido de las máquinas dentro era más fuerte que nunca. Cuando entraron, encontraron lo que parecía ser una especie de centro de control. Había pantallas encendidas en las paredes, mostrando diferentes áreas del subsótano, incluida la sala Theta.

Pero lo que más les llamó la atención fue una cápsula de vidrio en el centro de la sala. Dentro de ella había otro cuerpo, suspendido en un líquido verde brillante. Era más pequeño que la criatura, y su forma era menos definida, como si aún estuviera en proceso de transformación.

—¿Qué… es eso? —preguntó Gabriela, acercándose lentamente.

Alejandro no respondió. Estaba revisando las pantallas, buscando alguna señal de la criatura. Finalmente, la vio. Estaba en un pasillo cercano, moviéndose lentamente, como si estuviera buscando algo.

—Está cerca —dijo, señalando la pantalla.




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