Lumen: Donde la curación se transforma en horror.

Capítulo 14: Los orígenes de Theta

El gruñido de la criatura resonaba por el pasillo mientras Alejandro corría, su linterna temblando en su mano. Podía sentirla detrás de él, su presencia era como un peso oscuro que lo empujaba hacia adelante. Todo esto tiene que terminar aquí. Si el plan fallaba, no solo él y Gabriela estarían en peligro, sino todo el hospital.

El eco de sus pasos lo guió de regreso a la sala que habían preparado para la trampa. Gabriela estaba esperándolo allí, junto a la cápsula de vidrio, con la barra metálica en las manos y una mezcla de miedo y determinación en sus ojos.

—¡Está viniendo! —gritó Alejandro mientras cruzaba la puerta y cerraba rápidamente.

—¿Está detrás de ti? —preguntó Gabriela, apretando la barra.

—Sí. Prepárate.

El gruñido de la criatura se hizo más fuerte, y las luces parpadearon violentamente mientras el sonido de las garras arañando las baldosas llenaba la sala. Alejandro y Gabriela se colocaron detrás de la cápsula, el único lugar que ofrecía algo de protección.

La puerta se abrió de golpe, y la criatura entró. Su silueta era más aterradora bajo la luz intermitente: los brazos desproporcionadamente largos, las garras afiladas y esos ojos amarillentos que parecían perforar la oscuridad.

Alejandro levantó la linterna y la apuntó directamente hacia la criatura, cegándola momentáneamente.

—¡Ahora! —gritó.

Gabriela corrió hacia los controles que habían encontrado en la sala. Con manos temblorosas, activó el mecanismo que cerraría las puertas automáticamente. El sonido metálico del cierre resonó por la sala, y la criatura, dándose cuenta de que estaba atrapada, lanzó un grito ensordecedor que hizo que ambos se encogieran.

—¡Funcionó! —exclamó Gabriela, aunque el terror en su voz era evidente.

Pero la criatura no se detuvo. Comenzó a golpear las paredes y las puertas con una fuerza que hacía temblar toda la sala. Alejandro sabía que no durarían mucho si no hacían algo más.

—La cápsula —dijo, señalando el tanque de vidrio.

Gabriela lo miró, confundida.
—¿Qué quieres decir?

—Tenemos que contenerla ahí dentro. Es la única forma de detenerla por completo.

—¿Y cómo planeas meterla ahí? —preguntó Gabriela, desesperada.

Alejandro respiró hondo, tratando de calmarse.
—Voy a atraerla.

—¡Estás loco!

—Es la única opción. —Alejandro se volvió hacia ella, mirándola directamente a los ojos.
—Si no lo hacemos ahora, esto no se detendrá.

Gabriela apretó los labios, claramente luchando contra el miedo, pero finalmente asintió.
—Está bien. Pero ten cuidado.

La criatura seguía golpeando las paredes, tratando de encontrar una salida. Alejandro levantó la linterna y la agitó frente a ella, atrayendo su atención.

—¡Ven por mí! —gritó, retrocediendo hacia la cápsula.

La criatura giró la cabeza bruscamente hacia él, y con un gruñido feroz, se lanzó. Alejandro esquivó por poco sus garras, guiándola hacia el centro de la sala. Cada movimiento de la criatura era rápido y letal, pero también errático, como si aún estuviera luchando contra su propia deformidad.

Cuando finalmente llegó al lado de la cápsula, Alejandro dio un salto hacia un costado, dejándola frente al tanque. Gabriela, que había estado esperando su oportunidad, activó el mecanismo que abrió la cápsula, emitiendo un silbido agudo.

—¡Ahora! —gritó Alejandro.

La criatura, desorientada por el ruido y la luz que salía del tanque, se tambaleó hacia adelante. Alejandro tomó una barra metálica que estaba en el suelo y la usó para empujarla dentro de la cápsula con todas sus fuerzas. Gabriela cerró el tanque rápidamente, y el sonido de los cierres automáticos llenó la sala.

La criatura golpeó el interior del vidrio con furia, pero estaba atrapada. Cada golpe hacía que el tanque temblara, pero no cedía. Poco a poco, sus movimientos se volvieron más lentos, y finalmente, se desplomó en el fondo del tanque, respirando de manera irregular.

Alejandro y Gabriela se miraron, jadeando, sin poder creer que lo habían logrado.

—Lo hicimos —murmuró Gabriela, dejando caer la barra metálica al suelo.

Alejandro asintió, pero no podía relajarse del todo. Sabía que esto era solo una victoria temporal. Habían contenido a la criatura, pero el verdadero peligro seguía allí abajo: Ortega, y lo que fuera que estuviera planeando con los otros experimentos.

—Tenemos que irnos —dijo finalmente, mirando hacia la puerta.

Gabriela asintió, y ambos salieron de la sala, dejando atrás el tanque y la criatura atrapada en su interior.

Cuando llegaron a la planta principal, Clara los estaba esperando en el puesto de enfermería. Su rostro mostraba una mezcla de alivio y preocupación al verlos.

—¿Y bien? —preguntó.

—Está contenida —respondió Alejandro, dejando caer la mochila al suelo.
—Pero esto no se ha terminado. Necesitamos saber todo sobre esos experimentos, y necesitamos pruebas suficientes para cerrar esto de una vez por todas.

Clara asintió, su expresión endureciéndose.
—Entonces es hora de descubrir todo lo que Ortega ha estado ocultando.




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