Lumen: Donde la curación se transforma en horror.

Capítulo 16: El enfrentamiento

El aire en el archivo privado del hospital era tan denso que parecía aplastar los pulmones de Alejandro. El eco de los pasos pesados de la criatura resonaba por el pasillo, acercándose cada vez más. Gabriela, con la barra metálica en las manos, permanecía inmóvil junto a la mesa, mientras Clara retrocedía hacia las estanterías, buscando algo que pudieran usar para defenderse.

—No deberíamos habernos quedado tanto tiempo aquí —murmuró Gabriela, su voz temblorosa.

Alejandro, con el cuerpo tenso, se movió hacia la puerta y miró por la rendija. Allí estaba: la criatura, más amenazante que nunca. Su forma deformada parecía aún más grotesca bajo la tenue luz del pasillo. Las garras de sus manos rasgaban las paredes mientras avanzaba, dejando un rastro de arañazos profundos en el metal. Sus ojos, ese brillo amarillo infernal, buscaban algo… a ellos.

—Se está acercando demasiado —dijo Alejandro en un susurro apenas audible.

Clara, desde el fondo de la sala, levantó un extinguidor de incendios que había encontrado en un rincón.
—Esto puede darnos unos segundos, pero no mucho más.

—Es mejor que nada —respondió Alejandro, tomando el extinguidor y asintiendo hacia Gabriela.
—Cuando entre, lo distraeremos lo suficiente para salir de aquí.

—¿Salir? —Gabriela lo miró como si estuviera loco.
—¿Y adónde vamos? ¡Nos va a seguir!

—No si lo llevamos al subsótano —dijo Alejandro.
—Esa cosa no debe estar en esta parte del hospital. Si podemos atraerlo de vuelta abajo, tal vez podamos encerrarlo de nuevo.

Gabriela apretó los labios, claramente asustada pero sin otra opción.
—Está bien. Pero si esto falla, será tu culpa.

La criatura llegó a la puerta y se detuvo por un momento, como si estuviera oliendo el aire. Alejandro apagó su linterna y contuvo la respiración. Podía escuchar el gruñido bajo de la criatura y el crujir de sus garras contra el marco de la puerta. Entonces, con un golpe ensordecedor, la puerta se abrió de golpe.

—¡Ahora! —gritó Alejandro, descargando el extinguidor directamente en la cara de la criatura.

Una nube blanca cubrió la sala, cegando momentáneamente a la criatura. Sus gruñidos se transformaron en un rugido de frustración, y comenzó a moverse de manera errática, golpeando las estanterías y lanzando papeles al aire.

—¡Corre! —gritó Alejandro, tirando el extinguidor al suelo y señalando hacia la salida.

Gabriela y Clara no lo pensaron dos veces. Corrieron hacia la puerta, esquivando las garras de la criatura, que golpeaban el aire a ciegas. Alejandro fue el último en salir, cerrando la puerta detrás de ellos y empujando una silla contra el pomo para ganar unos segundos más.

—¡No durará mucho! —dijo Clara, mientras corrían por el pasillo.

El rugido de la criatura los siguió, y momentos después, la puerta del archivo fue arrancada de sus bisagras con un estruendo metálico. Alejandro miró hacia atrás justo a tiempo para ver a la criatura lanzándose hacia ellos, sus ojos brillando como faros en la oscuridad.

—¡Por aquí! —gritó Clara, señalando una escalera de servicio al final del pasillo.

Bajaron los escalones a toda velocidad, con la criatura persiguiéndolos de cerca. Su respiración era un gorgoteo irregular, y cada golpe de sus garras contra las paredes hacía que el eco resonara como un tambor de guerra.

—¡Más rápido! —gritó Gabriela, con la voz quebrada por el miedo.

Cuando llegaron al nivel del subsótano, Alejandro se detuvo un momento para cerrar la puerta tras ellos, aunque sabía que no detendría a la criatura por mucho tiempo.

—Tenemos que llevarla de vuelta a la sala Theta —dijo, mirando a las dos mujeres.

Clara negó con la cabeza.
—No podemos hacerlo a pie. Nos alcanzará antes de llegar.

Alejandro miró a su alrededor, buscando desesperadamente una solución. Fue entonces cuando vio algo que podría cambiar las probabilidades a su favor: un carrito de transporte de pacientes, con ruedas y una estructura metálica lo suficientemente robusta como para resistir un impacto.

—Usaremos esto —dijo, señalando el carrito.

—¿Y qué piensas hacer con eso? —preguntó Gabriela, incrédula.

—Lo usaré para distraerla mientras ustedes corren hacia la sala Theta. Una vez que esté dentro, la encerramos como antes.

—¿Estás loco? No puedes enfrentarte a esa cosa solo —dijo Gabriela, pero Alejandro ya estaba colocando el carrito en el centro del pasillo, empujándolo hacia atrás y adelante como si estuviera preparando una barrera.

—No hay tiempo para discutir. ¡Confíen en mí!

La criatura llegó al pie de las escaleras, y sus ojos amarillos se fijaron en ellos. Alejandro tomó un trozo de tubería que había en el suelo y lo golpeó contra el carrito, creando un estruendo que atrajo la atención de la criatura.

—¡Ven aquí! —gritó, agitando la tubería como un arma improvisada.

La criatura gruñó y se lanzó hacia él, ignorando a Clara y Gabriela, que ya estaban corriendo hacia la sala Theta. Alejandro esperó hasta el último segundo antes de empujar el carrito hacia la criatura. El impacto la frenó momentáneamente, pero no lo suficiente como para detenerla.

Alejandro corrió tras Gabriela y Clara, con la criatura pisándole los talones. El pasillo parecía interminable, y cada segundo que pasaba sentía que el monstruo estaba más cerca. Finalmente, llegaron a la sala Theta, y Clara comenzó a manipular los controles para abrir la cápsula de vidrio.

—¡Rápido! —gritó Alejandro, sintiendo el calor de la criatura justo detrás de él.

La cápsula se abrió con un silbido, y Alejandro giró sobre sus talones, enfrentando a la criatura con la tubería en alto.

—¡Vamos, maldita sea! —gritó, atrayéndola hacia el tanque.

La criatura se lanzó hacia él, pero en el último momento, Alejandro se apartó, y la criatura cayó dentro de la cápsula con un impacto ensordecedor. Gabriela y Clara cerraron la cápsula rápidamente, y los cierres automáticos se activaron, atrapando a la criatura en su interior.




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