Lumen: Donde la curación se transforma en horror.

Capítulo 22: La infiltración

La tensión en el aire era palpable mientras el grupo se movía rápidamente a través de los pasillos del hospital, cuidando cada paso para no llamar la atención. Alejandro lideraba el camino con Méndez y Gabriela detrás de él, mientras Luis y Clara se separaban para dirigirse a la sala de control de seguridad en la planta principal.

El plan era arriesgado: desactivar la cuarentena desde el centro de control y, al mismo tiempo, mantener a Ortega y sus guardias ocupados. Cualquier error podría terminar con todo el grupo atrapado o, peor aún, enfrentándose directamente a las criaturas del subsótano.

—Esto es una locura —murmuró Gabriela, sosteniendo su barra metálica con fuerza mientras miraba alrededor.
—Estamos caminando directo a una trampa.

—Es una locura, pero es nuestra única opción —respondió Alejandro, sin mirar hacia atrás.
—Si Ortega nos supera, no habrá otra oportunidad.

Luis y Clara: La sala de control

Luis y Clara llegaron a las cercanías de la sala de control con relativa facilidad, evitando cuidadosamente a los guardias que patrullaban los pasillos. Desde su laptop, Luis había detectado que Ortega había redirigido parte de la seguridad hacia el subsótano, dejando las áreas superiores menos vigiladas.

—Esto está demasiado tranquilo —susurró Clara, escondiéndose detrás de una esquina.

Luis asintió, revisando el pasillo que conducía a la sala de control. Dos guardias estaban apostados frente a la puerta, ambos con radios y armas en la cintura. Luis frunció el ceño.
—No conté con esto. Ortega no suele dejar guardias aquí.

—Debe saber que venimos por esto —murmuró Clara.
—¿Qué hacemos?

Luis pensó rápidamente. No eran combatientes, y enfrentarse a los guardias directamente sería un suicidio. Entonces, una idea loca se le ocurrió.

—Vamos a hacer ruido —dijo, sacando un pequeño destornillador de su bolsillo.

Clara lo miró como si estuviera loco.
—¿Qué?

Luis señaló un panel eléctrico en la pared opuesta al pasillo.
—Si corto la alimentación de una sección cercana, activará las alarmas automáticas. Los guardias tendrán que investigar, y eso nos dará tiempo para entrar.

Clara frunció el ceño, pero asintió.
—Hazlo rápido.

Luis se agachó junto al panel y comenzó a trabajar con manos hábiles, soltando cables y manipulando las conexiones. Después de unos segundos, un sonido agudo llenó el pasillo, seguido de una luz parpadeante roja. Los guardias reaccionaron de inmediato.

—¿Qué diablos fue eso? —preguntó uno de ellos, sacando su radio.

—Parece una falla en el ala este. Vamos a revisarlo —dijo el otro, moviéndose rápidamente por el pasillo con su compañero.

Luis y Clara esperaron a que los pasos se desvanecieran antes de moverse hacia la puerta de la sala de control. Luis sacó un pequeño dispositivo que había preparado antes, conectándolo al lector de tarjetas. La luz roja parpadeó durante unos segundos antes de cambiar a verde.

—Vamos —dijo Luis, empujando la puerta abierta.

La sala de control era un espacio reducido, con monitores que mostraban cada rincón del hospital. Luis se sentó rápidamente frente a la consola principal, escribiendo comandos frenéticamente mientras Clara mantenía la puerta vigilada.

—¿Cuánto tiempo necesitas? —preguntó Clara, mirando nerviosamente el pasillo vacío.

—Dame un minuto —respondió Luis, con los ojos fijos en la pantalla.

Los sistemas estaban protegidos por varias capas de seguridad, pero Luis era un experto en encontrar brechas. Había trabajado en el hospital durante años, y conocía todos los puntos débiles del sistema de Ortega. Finalmente, encontró lo que estaba buscando.

—Aquí está. El sistema de cuarentena del subsótano.

Clara se acercó, mirando la pantalla.
—¿Puedes desactivarlo sin que Ortega se dé cuenta?

Luis negó con la cabeza.
—No. En cuanto lo haga, recibirá una alerta. Pero no tendrá tiempo de reaccionar antes de que el sistema se reinicie.

—Hazlo.

Luis presionó una serie de teclas, y las luces de la consola parpadearon. Una barra de progreso apareció en la pantalla, avanzando lentamente mientras el sistema se reiniciaba.

—Cuarentena desactivada —dijo finalmente, levantándose de la silla.

Clara sonrió levemente, pero su expresión cambió de inmediato cuando escucharon pasos en el pasillo.
—Tenemos compañía.

Luis recogió su laptop y asintió hacia la puerta trasera de la sala de control.
—Por aquí. Hay un acceso al sistema de ventilación.

Clara lo siguió, cerrando la puerta detrás de ellos mientras los pasos de los guardias se acercaban.

Alejandro, Méndez y Gabriela: El subsótano

En el subsótano, Alejandro, Méndez y Gabriela esperaban en la penumbra cerca del túnel sellado. La tensión era insoportable, y cada crujido de las tuberías hacía que Gabriela apretara su barra con más fuerza.

—Luis y Clara deberían haber desactivado la cuarentena ya —murmuró Gabriela, mirando nerviosamente a su alrededor.

Méndez, con su pistola desenfundada, asintió hacia Alejandro.
—Cuando eso pase, tenemos que movernos rápido. Si Ortega nos está observando, no tendremos mucho tiempo antes de que envíe refuerzos.

Alejandro estaba a punto de responder cuando las luces del subsótano parpadearon y luego se apagaron por completo. Durante unos segundos, todo quedó en completa oscuridad, hasta que las luces de emergencia se encendieron, bañando el pasillo con un brillo rojo tenue.

—Eso es nuestra señal —dijo Alejandro, avanzando hacia el túnel.

Méndez y Gabriela lo siguieron, mientras el eco de sus pasos resonaba en el pasillo. Cuando llegaron a la puerta sellada, Alejandro se giró hacia Méndez.
—¿Estás seguro de que no hay otra forma de abrir esto?

Méndez negó con la cabeza.
—No sin el equipo adecuado. Tenemos que atraer a la criatura.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.