Lumen: Donde la curación se transforma en horror.

Capítulo 28: Presas en la oscuridad

La puerta de metal se cerró detrás de ellos con un estruendo ensordecedor. Alejandro, Gabriela, Clara y Méndez giraron al instante, pero no había manija, ni panel, ni ninguna forma visible de abrirla desde dentro.

Estaban atrapados.

En la penumbra de la sala de control secundaria, los monitores parpadeaban con imágenes de los pasillos del hospital, los pasillos del subsótano… y de ellos mismos, de pie en esa misma habitación, rodeados de sombras.

Y luego, la voz de Ortega se filtró a través de los altavoces, calmada y controlada como siempre.

—Han demostrado ser más persistentes de lo que esperaba. Felicidades. Pero aquí es donde terminan sus esfuerzos.

Los monitores crujieron con interferencia. Una imagen distorsionada apareció en la pantalla central: el cadáver del hombre que yacía en el suelo frente a ellos, pero desde otro ángulo. Su pecho abierto revelaba más que carne… había algo dentro.

Algo que se movió.

Gabriela jadeó y retrocedió instintivamente cuando el cadáver en el suelo se estremeció con un sonido espantoso, como el crujir de huesos al romperse. Alejandro sintió un escalofrío recorrerle la columna.

—No… no puede ser… —murmuró Clara, con la voz temblorosa.

Méndez levantó su arma en un acto reflejo.
—¡¿Qué mierda es esto?!

El cadáver se arqueó en un movimiento grotesco, como si algo dentro de él estuviera intentando liberarse. Y entonces, sin previo aviso, su pecho explotó en un charco de sangre negra, esparciendo restos por toda la habitación.

Del interior del cuerpo emergió una criatura del tamaño de un niño, con una piel grisácea y translúcida que dejaba entrever una estructura ósea deformada. Sus extremidades eran alargadas, pero lo peor era su rostro… o la falta de uno. Donde debería haber ojos y boca, solo había una superficie lisa y palpitante.

Gabriela gritó y se apartó, tropezando con una de las consolas. Alejandro sintió su estómago revolverse, pero no hubo tiempo para procesarlo: la cosa se movió.

Con una rapidez imposible, el ser cayó al suelo sobre cuatro patas delgadas y retorcidas y corrió hacia ellos con una agilidad enfermiza.

—¡Dispara! —gritó Alejandro.

Méndez apretó el gatillo, y el estruendo de los disparos llenó la habitación. Las balas alcanzaron a la criatura en el torso, pero en lugar de caer muerta, se retorció y se lanzó a la pared, trepando con movimientos antinaturales.

Clara soltó un grito ahogado.
—¡¿Cómo demonios sigue viva?!

Ortega, desde los altavoces, soltó una carcajada seca.
—Ah, les presento a uno de mis últimos éxitos. No es perfecto aún, pero me temo que será suficiente para acabar con ustedes.

La criatura saltó desde la pared directamente hacia Méndez.

Lucha en la sala de control

Méndez logró apartarse en el último momento, y la criatura cayó sobre la consola con un impacto seco, rompiendo pantallas y cables. Alejandro agarró una barra metálica y golpeó a la cosa con todas sus fuerzas, pero el impacto apenas la inmutó.

—¡No le está haciendo nada! —gritó Gabriela, mientras intentaba levantar un monitor y lanzarlo contra la criatura.

La cosa se movía como un insecto, con movimientos espasmódicos y rápidos, escabulléndose entre los escombros con facilidad. Entonces se detuvo por un momento, como si los estuviera estudiando.

—¡No la pierdan de vista! —gritó Clara, con la espalda contra la pared.

Alejandro intentó seguirla con la linterna, pero en un parpadeo, ya no estaba.

—¡¿Dónde se metió?! —preguntó Méndez, con el arma lista.

Gabriela giró lentamente, su respiración acelerada.
—Está en el techo…

Todos levantaron la vista al mismo tiempo.

La criatura estaba pegada al techo, sus extremidades dobladas en ángulos imposibles, observándolos desde arriba con esa horrible cara sin ojos.

Y luego se dejó caer.

Escape desesperado

El impacto fue brutal. La criatura cayó sobre Alejandro, lanzándolo contra una de las consolas. Sintió un dolor punzante en las costillas, pero reaccionó a tiempo para evitar que sus garras lo alcanzaran.

Méndez disparó de nuevo, pero la criatura se movió demasiado rápido, evitando cada disparo con una agilidad espantosa.

Clara corrió hacia una de las esquinas de la habitación, buscando desesperadamente algo con lo que defenderse. Ortega seguía observándolos.

—Parece que no les está yendo muy bien —comentó con burla.
—Tal vez deberían rendirse y hacerme la vida más fácil.

—¡Cierra la maldita boca! —gritó Gabriela, agarrando un extintor y lanzándolo hacia la criatura.

El impacto la hizo tambalearse por un segundo, pero no la detuvo. Sin embargo, Alejandro vio algo: cuando la luz del extintor se reflejó en su piel translúcida, la criatura reaccionó de forma extraña.

—¡La luz! —gritó.
—¡Es vulnerable a la luz intensa!

Méndez no dudó. Disparó a uno de los monitores grandes, haciéndolo estallar en chispas y un destello cegador.

La criatura lanzó un chillido inhumano y se encogió, moviéndose frenéticamente como si estuviera intentando escapar de algo invisible.

Gabriela no perdió la oportunidad. Agarró otra linterna industrial y la encendió a máxima potencia, enfocándola directamente en la criatura.

El ser se retorció en agonía con su piel burbujeando bajo la luz.

—¡Funciona! —gritó Clara.

Pero antes de que pudieran reaccionar, la puerta detrás de ellos se abrió con un chasquido mecánico.

El sistema de Ortega la había desbloqueado… pero no para dejarlos escapar.




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