El Hospital Universitario Lumen estaba muerto. O, al menos, eso creían.
Desde el exterior, las ruinas parecían estáticas. Silenciosas. Enterradas bajo toneladas de escombros.
Pero debajo de la superficie, en lo que alguna vez fue la Unidad Zeta, algo aún se movía.
Algo que nunca debió sobrevivir.
El pasillo que no colapsó
Entre los restos del hospital, había una anomalía.
Un pasillo estrecho, casi intacto, que conducía a una única puerta metálica. La puerta seguía cerrada.
Las grietas en las paredes sugerían que el peso del derrumbe había pasado sobre ella sin tocarla.
Pero no estaba sola, había marcas de garras. Como si algo hubiera intentado entrar. O peor aún…
Como si algo hubiera intentado salir.
Dentro de la habitación, las luces parpadeaban. El sistema de emergencia aún funcionaba.
Un único ordenador seguía encendido, alimentado por una batería oculta en lo más profundo del hospital. La pantalla mostraba un archivo de video.
FECHA: 03:42 A.M. — ÚLTIMA TRANSMISIÓN
USUARIO: DR. NICOLÁS ORTEGA
La imagen era granulada y el sonido era entrecortado, pero lo que mostraba era imposible.
Ortega seguía vivo.
Ortega en la oscuridad
El video lo mostraba jadeante, cubierto de polvo y sangre. Su bata estaba desgarrada. Su rostro, pálido y desencajado. El fondo era incierto, las paredes de la Unidad Zeta eran apenas reconocibles.Respiró hondo y miró a la cámara, sus ojos estaban desorbitados.
Y entonces habló.
—Si alguien ve esto… si alguien encuentra este archivo…
Tragó saliva. Estaba temblando.
—No… no escaparon.
El video se distorsionó por un segundo.
—Yo… intenté negociar. Les ofrecí… les ofrecí información. Pero no les interesa lo que sé.
Ortega rió, pero su risa sonó rota.
—No quieren respuestas. No quieren venganza.
Se inclinó más cerca de la cámara. Su rostro estaba cubierto de sudor.
—Ellas… solo quieren seguir jugando.
El video se cortó por un momento. Cuando regresó, Ortega ya no estaba solo.
Detrás de él… una silueta apareció en la penumbra, una mujer. Bata blanca rasgada, piel sucia y cabello largo cubriéndole el rostro.
Ortega no la miraba. Pero ella…Ella lo miraba a él, con esa sonrisa que helaba el alma.
Las palabras finales de Ortega
Ortega susurró algo, pero el sonido era tan bajo que el ordenador no lo pudo registrar bien. Sin embargo, antes de que el video terminara, una frase sí quedó clara. Sus últimas palabras, las últimas palabras del hombre que lo empezó todo.
—Me dejaron vivir…
Silencio.
Ortega levantó la vista, y con una sonrisa demente, susurró lo último que alguien jamás lo escuchó decir.
—Porque ahora… soy uno de ellos.
La pantalla se volvió negra.
Bajo las ruinas, algo sigue moviéndose
El video terminó, pero la unidad de grabación seguía activa. Mostraba un último dato en la pantalla.
SEÑAL EN CURSO: ACTIVA.
Y en la esquina de la pantalla, un pequeño indicador parpadeó.
TRANSMITIENDO…
Las ruinas del hospital no estaban vacías, Ortega seguía allí , y no estaba solo.