Lumen: Donde la curación se transforma en horror.

Capítulo 38: Nicolás Ortega ha muerto

Ortega no sabía cuánto tiempo había pasado desde que el hospital colapsó sobre él, días, semanas, tal vez más. El tiempo no significaba nada aquí abajo, porque él ya no era el mismo. Las que escaparon lo habían dejado vivir, pero solo en el sentido más cruel de la palabra.

No lo habían matado. No lo habían torturado, lo habían transformado. Y él lo sabía.

El lugar donde Ortega había despertado no era una celda, no tenía barrotes. No tenía correas. Era un pasillo sin puertas, sin salida, sin destino. Solo podía caminar en círculos, y eso era lo que ellas querían.

Las que escaparon lo miraban desde las sombras, siempre cerca, observando. No lo tocaban. no le hablaban, simplemente lo escuchaban.

Porque ellas sabían lo que él estaba pensando. Sabían que algo dentro de él estaba cambiando.

El espejo que no miente

Ortega no recordaba la última vez que había dormido, no recordaba la última vez que había tenido hambre o sed. Pero sí recordaba cuando se vio a sí mismo, cuando una de ellas lo llevó ante un espejo viejo y polvoriento.

Al principio, no entendió lo que veía, pero entonces… su corazón se detuvo. Su piel se veía grisácea, su cabello, antes prolijo, caía en mechones descuidados. Sus ojos… no eran los mismos. El reflejo lo miró de vuelta con unos iris ennegrecidos, hundidos en un rostro que ya no era completamente humano.

Ortega dio un paso atrás. pero el reflejo no se movió.

Fue entonces cuando lo entendió.

Ellas no lo habían matado… Lo estaban convirtiendo en uno de sus errores.

Fue la primera vez que una de ellas le habló directamente.

La líder se acercó lentamente y le susurró en el oído. Su voz era suave, casi maternal.

—Ahora entiendes.

Ortega no respondió. No podía.

Porque todo lo que había construido, todo en lo que creía…se estaba desmoronando en su mente.

Ya no era el científico,, no era el hombre en control, era un experimento.

Y ahora ellas eran sus observadoras.

El nuevo propósito de Ortega

Ortega no sabía si alguna vez lo dejarían salir, pero lo que sí sabía… Era que su mente ya no le pertenecía.

Había comenzado a escuchar cosas.

A ver sombras que antes no estaban ahí.

A sentir la misma hambre que sentían ellas.

La transformación era lenta. Cruel. Pero inevitable.

Y cuando finalmente llegara el día en que lo soltaran…el ya no sería Nicolás Ortega.

Sería algo más., y entonces el mundo conocería su error.




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