Luminel: El Chico Neón

Planeta de la ilusión

•••••••••• Capítulo 2 •••••••••••

Luminel despertó con una sonrisa suave dibujada en el rostro. Desde que conoció a Auric, no podía apartar de su mente esa conexión inesperada, casi mágica, que había nacido entre ellos. El simple hecho de pensar en volver a verlo le llenaba de nerviosismo, pero también de una ansiedad luminosa, como la espera de algo que podría cambiarlo todo.

Mientras se alistaba para comenzar el día, los recuerdos de la noche anterior regresaron a su mente. Auric le había dicho, con esa naturalidad desarmante, que lo encontraba lindo. Eran pocas palabras, pero para Lumi significaron el inicio de un universo nuevo. Nadie antes se lo había dicho, y ese pequeño gesto encendió en él una chispa cálida, un sentimiento de ser visto, de ser especial.

Tras desayunar, decidió salir a caminar por la ciudad. El sol acariciaba las calles y el aire fresco le ayudaba a ordenar sus pensamientos, aunque en realidad todo terminaba llevándolo de vuelta a él: a Auric. Cada paso, cada respiro, lo encontraba sonriendo sin darse cuenta. Era la sonrisa de quien comienza a descubrir un nuevo latido, de quien se atreve a ilusionarse. Y en el fondo, no podía esperar a que el destino los cruzara de nuevo.

De pronto, el teléfono vibró en la mesa. El nombre de Auric iluminó la pantalla, y el corazón de Lumi dio un salto. Una oleada de nervios y ansiedad lo envolvió al deslizar el dedo para responder.

—Hola, Lumi —dijo Auric, con esa voz cálida y serena que parecía abrazarlo a la distancia—. ¿Cómo estás hoy?

—Estoy bien, gracias —contestó Lumi, intentando sonar tranquilo, aunque la emoción lo delataba—. ¿Y tú?

—También bien —respondió Auric, con un matiz de entusiasmo—. Verás… quería preguntarte si te gustaría cenar conmigo esta noche. Quiero preparar algo especial para ti.

El pecho de Lumi se agitó con una emoción nueva. La ilusión lo empujaba a decir que sí sin dudar, pero la inseguridad lo retenía un instante. No sabía qué esperar de aquella cena ni a dónde los llevaría, pero en lo más profundo de sí, deseaba aceptar.

Después de unos segundos que parecieron suspendidos en el tiempo, Lumi finalmente respondió:

—Sí… me encantaría —susurró, con una sonrisa tímida que parecía iluminar la habitación—. ¿A qué hora y dónde?

—Te recojo a las 7 p.m. en tu casa —dijo Auric, con esa calma serena que siempre lograba tranquilizarlo—. No pienses en nada más, solo ven y déjate llevar.

Una mezcla de alivio y emoción llenó a Lumi. Sabía que aquella cena no era solo una invitación; era la puerta a algo especial, un instante que podría cambiar su vida para siempre.

Cuando llegó la noche, Lumi se preparó con cuidado casi reverente. Eligió un traje elegante que abrazaba su figura, peinó su cabello castaño claro y se detuvo frente al espejo. Allí estaba: él, más radiante que nunca, con el corazón latiendo a un ritmo que solo la magia de esa velada podía provocar. La noche lo esperaba, y con ella, la promesa de algo extraordinario.

Pero cuando pasaron cinco minutos después de la hora acordada, una inquietud silenciosa comenzó a crecer dentro de Lumi. Cada minuto que pasaba sin noticias de Auric le hacía sentir un vacío sutil pero persistente. Se quedó frente a la ventana, observando cómo la gente caminaba sin rumbo aparente, como si la ciudad ignorara su espera.

Con el paso de un par de horas, la esperanza empezó a desvanecerse. Lumi, con el corazón pesado, regresó a su habitación y se dejó caer en la cama. La tristeza lo envolvía, casi tangible, y cada pequeño sonido de la casa parecía recordarle la ausencia de Auric. Miró su teléfono, revisando los mensajes del chat; seguían llegando notificaciones, pero ninguna ofrecía una respuesta clara, ninguna prometía consuelo. Solo silencio disfrazado de palabras.

Por horas, se dejó arrastrar por sensaciones que creía olvidadas, hasta que descubrió que había caído en un lugar extraño y cautivador: el Planeta de la Ilusión. Un mundo que, a primera vista, parecía un sueño hecho realidad, pero cuya belleza escondía secretos que solo los valientes se atreven a enfrentar.

Aquí, el corazón late con fuerza, y los sueños se entrelazan con la cruda realidad. Todo parece posible y mágico, pero la frontera entre fantasía y verdad se desvanece. Las montañas de niebla guardan incertidumbres y miedos, al mismo tiempo que contienen la esperanza y la fe que nos impulsan hacia un mañana mejor. Los ríos fluyen con pasión y amor, llenando el alma de calor, mientras los valles sombríos custodian los secretos más profundos que cada uno lleva dentro.

Es un lugar de contrastes: donde las heridas del pasado pueden sanar, pero donde nuevas cicatrices esperan ocultas. La ilusión embriaga y atrae, haciéndonos vulnerables, sensibles, sumergidos en un océano de soledad y desilusión. Cada paisaje, cada susurro del viento, recuerda que la belleza y el peligro pueden coexistir, que la esperanza y la traición a veces bailan juntas, y que en este planeta, nada es completamente lo que parece.

Pero también hay cosas fantásticas; aunque, como te he dicho, son irreales. No confíes demasiado, ni decidas quedarte allí por completo. Y si alguna vez lo haces, recuerda no frustrarte: te lo advertí. Si las cosas no salen como esperabas, no te preocupes. Siempre estaré aquí para apoyarte.

Parte de crecer como persona es aprender a ilusionarse, a construir tu propio mundo de sueños. La imaginación nos da libertad, nos permite crear universos donde todo es posible. Pero la verdad es que, por más hermoso que sea, todo puede ser efímero, y aprender a vivir entre sueños y realidad es lo que nos hace verdaderamente fuertes.

[9:00 AM] Suena el teléfono.

—Qué raro… este número no lo tengo registrado —murmuró Lumi para sí mismo, a punto de colgar.

Pero el teléfono sonó de nuevo.

—¿Quién habla? —preguntó Lumi, con una mezcla de confusión y curiosidad.




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