Luminel: El Chico Neón

¿Luces en mi interior?

••••••••••• Capítulo 3 •••••••••••

Al día siguiente, Lumi despertó con una sensación de ligereza en el corazón. La conversación con Auric del día anterior aún flotaba en su mente, y un sonrojo apareció al recordar la manera en que Auric lo había mirado. Se levantó de la cama y se acercó al espejo, notando que ese leve rubor aún teñía sus mejillas.

Tras vestirse, salió al jardín para disfrutar de los primeros rayos de sol. Allí, lo encontró a Auric sentado en un banco, absorto en la lectura de un libro. Con pasos silenciosos, se acercó y se sentó a su lado, sintiendo un cosquilleo en el pecho.

—Buenos días —dijo Auric, cerrando el libro y sonriendo suavemente a Lumi.

—Buenos días —respondió Lumi, con un rubor más evidente y un leve temblor en la voz, nervioso por la cercanía de él.

Auric tomó su mano con delicadeza, acariciándola con ternura, y por un instante, todo pareció detenerse: el sol, el jardín, el tiempo mismo. Solo existían ellos dos, y el suave latido compartido de sus corazones.

— ¿Cómo estás hoy? —preguntó, mirando fijamente a Lumi, que se sintió reconfortado por el contacto.

Lumi sonrió, sintiéndose cómodo con el gesto, pero también un poco perdido.

—Estoy bien… —dijo, aunque su voz no pudo ocultar la incertidumbre—. Un poco confundido, pero bien.

Auric soltó una risa suave, intrigado por su respuesta.

—¿Confundido? —repitió, con una sonrisa juguetona—. ¿Sobre qué?

Lumi se encogió de hombros, intentando poner en palabras lo que sentía, pero sin encontrar la forma exacta.

—Sobre lo que pasó ayer —respondió al fin, con la voz titubeante—. Sobre lo que dijiste…

Por un instante, ambos se quedaron en silencio, dejando que el aire entre ellos se llenara de significado y expectativas, como si cada palabra no dicha pesara igual que las pronunciadas.

Auric se inclinó un poco más cerca de él, sus ojos fijos en los de Lumi, con una chispa de curiosidad y calidez que lo hacía imposible de ignorar.

—¿Qué pasa con lo que dije? —preguntó suavemente, casi como un murmullo.

Lumi sintió cómo el nerviosismo lo recorría de pies a cabeza, pero decidió ser honesto.

—Me gustó —susurró, apenas atreviéndose a mirarlo—. Me gustó mucho.

Una sonrisa cálida y profunda iluminó el rostro de Auric. Se acercó aún más, dejando que el silencio entre ellos se volviera denso y lleno de significado.

—A mí también me gustó —respondió, la voz baja, casi un susurro—. Me gustó verte sonreír… y sentir tu mano en la mía.

Por un instante, todo lo demás desapareció: el mundo, el tiempo, el aire mismo. Solo existían ellos, y ese momento suspendido entre miradas, sonrisas y caricias contenidas.

Lumi sintió una oleada de emociones recorrer su pecho, un calor que lo envolvía por completo. Sin poder evitarlo, se acercó un poco más a Auric, el rostro ligeramente inclinado hacia él.

—Auric —susurró, la voz cargada de emoción y timidez.

—¿Sí? —respondió Auric, su tono bajo y sensual, como una promesa de algo aún por descubrir.

Lumi, con un leve sonrojo, se dejó envolver por la atmósfera cálida y delicada que los rodeaba. La luz dorada del atardecer acariciaba su rostro, resaltando la luminosidad natural de su piel, que parecía brillar desde adentro, como un faro silencioso que invitaba a Auric a acercarse aún más.

Por un instante, todo se volvió más lento: el mundo se desdibujaba, y solo existían ellos dos, el susurro de sus respiraciones y la tensión sutil de lo que aún estaba por descubrir.

—¿Qué pasa? —preguntó Lumi, notando la intensidad de la mirada de Auric.

Se detuvo un instante, sin saber qué decir a continuación, como si las palabras se hubieran escondido ante la fuerza de aquel silencio compartido.

—Luces de mi interior —susurró Auric, una sonrisa suave curvando sus labios mientras sus ojos no podían apartarse de Lumi.

Lumi sintió un calor recorrer su pecho, y un leve rubor apareció en su rostro. Auric, notando su reacción, sonrió con dulzura.

—Tu pecho… se ilumina cuando te sonrojas —murmuró, su voz vibrando con admiración contenida—. Es como si todo lo que llevas dentro brillara hacia afuera.

Lumi se sonrojó aún más, pero esta vez no apartó la mirada. En lugar de huir, sostuvo esa conexión, un poco confundido, pero profundamente intrigado.

—¿Qué ves? —preguntó, casi sin pensar.

Auric se inclinó un poco más, sus palabras suaves, llenas de sinceridad y calor.

—Me gusta verte así —dijo, su tono bajo y cálido—. Es como si pudiera mirar tu alma… y lo que veo es… hermoso.

Por un instante, todo alrededor desapareció: solo existían ellos dos, la luz que emanaba de sus emociones y ese silencioso entendimiento que no necesitaba palabras.

Lumi permaneció en silencio, dejando que las palabras de Auric calaran hondo en su corazón. Nadie jamás le había hablado así, con tanta sinceridad y cercanía. Por un instante se sintió expuesto, vulnerable, pero también increíblemente visto y comprendido.

—Gracias… —susurró Lumi, su voz apenas perceptible, como si temiera romper aquel momento.

Auric sonrió con suavidad, acercándose un poco más, sin invadir el espacio de Lumi.

—No tienes que darme las gracias —dijo—. Solo estoy diciendo lo que veo. La verdad.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Solo existían ellos, el silencio compartido y la sensación de que algo profundo, cálido y hermoso estaba floreciendo entre ambos.

Lumi solo quería estar cerca de él, sentir ese calor, esa conexión que parecía trascender el simple afecto.

—¿Qué significa eso? —preguntó Lumi, la voz quebrándose ligeramente, incapaz de ocultar la vulnerabilidad que lo envolvía.

Sintió como si un rayo atravesara su pecho. Las palabras de Auric resonaban en su mente, cada sílaba dejando una marca imborrable. En ese instante comprendió que lo que sentía por él iba mucho más allá de la amistad.




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