••••••••••• Capítulo 8 •••••••••••
El día transcurrió entre risas, paseos y pequeñas conversaciones que parecían bordar un hilo invisible entre ellos. Al caer la tarde, el cieloLumi despertó envuelto en un suave calor, como si aún estuviera abrazado por los brazos de Auric. La serenidad lo acompañó unos segundos, hasta que al extender la mano encontró solo la frescura de las sábanas vacías.
Abrió los ojos y la habitación, bañada por una luz tenue, parecía guardar un silencio demasiado grande.
Se levantó, cubriéndose con una bata, y caminó lentamente hacia la cocina. Sobre la mesa, una hoja doblada lo esperaba, inmóvil pero cargada de presencia.
La desplegó y leyó, con el corazón apretándose un poco en el pecho:
"Amor," decía la nota. "Me fui a trabajar temprano. Volveré pronto. Te amo".
El papel olía aún a él.
Lumi sonrió al leer la nota, aunque en el fondo una leve tristeza le acarició el pecho por no haberse despedido de Auric. Aun así, el saber que volvería pronto le trajo un respiro cálido.
Se preparó un café, dejando que el aroma envolviera la cocina, y se acomodó en el sofá con la taza entre las manos. A través de la ventana, la mañana se extendía tranquila y callada, como si el mundo entero respirara en silencio. Lumi cerró los ojos un instante, dejando que la calma lo abrazara, agradecido por aquel pequeño refugio de paz mientras lo esperaba.
Mientras esperaba, los recuerdos de la noche anterior volvieron como un susurro ardiente. La pasión, el calor de sus cuerpos y la ternura que habían compartido le parecían un sueño del que no quería despertar. Se sentía afortunado: Auric no era solo su amor, era su refugio.
La espera apenas tuvo tiempo de volverse añoranza. Un leve chirrido de bisagra y el sonido familiar de la puerta abriéndose lo arrancaron de sus pensamientos.
—Hola —saludó Auric, con una sonrisa que iluminó la estancia en cuanto sus ojos encontraron a Lumi, recostado en el sofá.
Lumi se levantó como quien sigue el hilo invisible que lo une a su destino. Al llegar a Auric, lo abrazó con la fuerza de quien teme que el tiempo se escape entre los dedos.
—Hola —susurró, y en sus labios dejó un beso suave, apenas un pétalo sobre el viento—. Te extrañé.
Auric le devolvió la sonrisa, y sus brazos fueron refugio.
—Yo también te extrañé —murmuró—. ¿Cómo estás hoy?
Los ojos de Lumi brillaron como si en ellos amaneciera el día.
—Estoy bien —dijo—. Ahora que estás aquí, el mundo entero está en equilibrio.
Lumi disfrutaba de una tarde apacible junto a Auric, paseando sin prisa por las calles bañadas de sol. Pero, de pronto, algo en el gentío le hizo detenerse en seco. Allí, a unos metros, estaba un rostro que creía enterrado para siempre en su pasado.
Marcus.
El recuerdo le golpeó como una ráfaga. Aquel chico del que alguna vez estuvo perdidamente enamorado, el protagonista de un capítulo que pensaba cerrado y sellado. Sin embargo, el Marcus que tenía delante no era exactamente el mismo: su porte era más firme, su mirada más segura, y en su gesto había una madurez que no recordaba.
Lumi sintió un nudo en el estómago. El pasado acababa de cruzar la calle para encontrarse con él.
—Hola, Lumi —dijo Marcus, acercándose con una sonrisa que parecía arrastrar ecos de viejos recuerdos—. Cuánto tiempo sin verte.
Lumi sintió un vuelco en el pecho. Por un instante, el bullicio de la calle se desvaneció, y solo quedaron ellos dos… hasta que recordó a Auric a su lado.
—Hola, Marcus —respondió, procurando que su voz sonara neutra—. ¿Cómo estás?
Marcus ladeó la cabeza, y sus ojos se posaron en Auric. La mirada duró apenas un segundo, pero en ella había algo más que simple curiosidad: un destello de reconocimiento… o quizá de desafío.
—Estoy bien —dijo, con una media sonrisa—. ¿Y tú? Veo que tienes compañía.
Lumi asintió, intentando disimular el nudo que empezaba a formarse en su estómago.
—Sí… este es Auric —dijo, con una leve pausa—. Mi pareja.
Marcus sonrió, pero en su gesto había algo difícil de descifrar. Extendió la mano hacia Auric con una cortesía impecable.
—Encantado de conocerte.
Auric respondió con una sonrisa tranquila, aceptando el apretón de mano.
—Igualmente.
El contacto duró apenas un segundo más de lo necesario, pero en ese instante el aire entre ellos pareció volverse más denso.
Lumi respiró con discreción, aliviado de que el encuentro no hubiera caído en un silencio incómodo. Aun así, una inquietud persistente le rozaba la mente: la reaparición de Marcus no podía ser inocente, y temía que trajera turbulencias a su vida con Auric.
—¿Qué haces aquí? —preguntó al fin, disfrazando su pregunta con un tono ligero, como si quisiera desviar la conversación.
Marcus sonrió, con esa expresión que mezclaba sinceridad y algo que Lumi no terminaba de descifrar.
—He vuelto a la ciudad por trabajo —respondió—. Y pensé que sería bueno verte… saber cómo estás.
Lumi sintió cómo la incomodidad le erizaba la piel, pero forzó una sonrisa educada.
—Me alegra verte, Marcus —dijo con voz suave, aunque por dentro solo quería cerrar esa página—. Pero tengo que irme… Auric y yo tenemos planes.
Marcus asintió, aunque en sus ojos había un brillo que no coincidía con la aparente cordialidad de sus palabras.
—Claro, no quiero interrumpir —dijo despacio, como si cada sílaba llevara un significado oculto—. ¿Podemos hablar otro día?
La forma en que lo preguntó no sonaba a una simple invitación, sino a una promesa.
Lumi sintió un leve nudo en el pecho, como si las palabras de Marcus lo hubieran atrapado en un compromiso que no deseaba. Aun así, no quiso ser descortés.
—Claro —respondió, esbozando una sonrisa breve—. Podemos hablar otro día.
Con un intercambio rápido de despedidas, él y Auric retomaron el camino. Sin embargo, mientras avanzaban, Lumi no podía apartar de su mente la sensación de que la reaparición de Marcus no era casual… y que su vida estaba a punto de cambiar de forma que aún no podía imaginar.
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Editado: 03.10.2025