••••••••••• Capítulo 9 •••••••••••
Después de desayunar juntos, Lumi y Auric se prepararon para ir a trabajar. En la puerta, un abrazo breve selló la despedida, pero apenas unos minutos después, el teléfono de Auric vibró.
Era un mensaje de Lumi: “Te extraño… mucho.”
Auric sonrió al leerlo y respondió de inmediato:
“Yo también te extraño. ¿Cuándo podemos volver a pasar un día entero juntos?”
La respuesta de Lumi llegó enseguida, acompañada de un emoji de guiño:
“Pronto, pronto… ¿qué tal si planeamos algo para el fin de semana?”
Auric no dudó:
“Me encantaría. ¿Qué te parece si vamos al Pasillo de la Conexión? Dicen que es un lugar mágico… donde las almas se encuentran.”
Lumi sintió una chispa recorrerle el pecho, como si las palabras de Auric hubieran encendido algo en su interior.
—¡Es una idea perfecta! —respondió—. Quiero recorrer ese lugar contigo, paso a paso. ¿A qué hora crees que sería mejor?
Auric escribió:
—Al atardecer. Es cuando la luz acaricia las paredes y el aire parece dorado. Allí, todo se siente… diferente.
Lumi sonrió, imaginando la escena.
—Entonces al atardecer… —tecleó—. Estoy deseando verte allí y perderme contigo en el Pasillo de la Conexión, hasta que la noche nos encuentre.
El Pasillo de la Conexión era más que un lugar legendario; era un susurro en la memoria colectiva, un rincón donde las almas parecían reconocerse más allá de las palabras. Se decía que en sus muros habitaba una energía tan pura que podía tejer lazos invisibles entre quienes lo recorrían. Las paredes, cubiertas de antiguos símbolos tallados a mano, hablaban de amor, confianza y destinos entrelazados.
Lumi y Auric se encontraron frente a su entrada, sintiendo que el mundo quedaba en silencio a su alrededor. Al dar el primer paso juntos, una calma profunda se instaló en sus corazones. El aire parecía más liviano, como si cada respiración limpiara las sombras del pasado. La luz dorada, filtrándose a través de las altas ventanas, bañaba el suelo con destellos cálidos, guiándolos hacia un lugar donde la conexión no era solo un deseo… sino una certeza.
A cada paso, el Pasillo de la Conexión parecía latir junto a sus corazones. La energía del lugar fluía como un pulso invisible, envolviéndolos en una sensación de unidad que iba más allá de lo físico. No era solo un pasillo: era un puente entre sus almas.
En un punto del recorrido, algo los hizo detenerse. Sin previo acuerdo, se miraron a los ojos, y en ese silencio encontraron todas las respuestas que nunca necesitaron preguntar. Sabían que estaban exactamente en el mismo lugar emocional, y que su amor no era una ilusión, sino una verdad viva y profunda.
En ese instante, el pasillo pareció desvanecerse. No había paredes, ni luz, ni distancia: solo ellos, abrazados como si fueran uno, en un tiempo suspendido. El vínculo que los unía era tan palpable que parecía tener peso, forma y calor… y supieron que nada en el mundo podría romperlo.
El Pasillo de la Conexión comenzó a desplegar ante ellos un mosaico de recuerdos y posibilidades, como si sus muros fueran espejos del alma. Lumi y Auric se vieron a sí mismos en distintas escenas: días llenos de risas y luz, instantes de complicidad tan pura que el tiempo parecía detenerse; pero también momentos de prueba, donde las sombras ponían a prueba su unión, y etapas de crecimiento en las que aprendieron a sostenerse mutuamente.
En cada visión, se alternaban la duda y la certeza, la fragilidad y la fuerza… recordándoles que el amor verdadero no es una línea recta, sino un camino tejido con todos esos matices.
Las visiones danzaban ante ellos como fragmentos de un sueño tejido con luz.
Primero, una playa dorada: el mar cantando a sus pies, la brisa enredándose en su cabello, y sus manos unidas como si no existiera fuerza capaz de separarlas. Las sonrisas que se intercambiaban tenían la quietud y la certeza de un horizonte sin fin.
Luego, una mesa de trabajo iluminada por una lámpara tenue. Estaban juntos, inclinados sobre un mismo proyecto, como arquitectos de un mismo sueño. Cada logro se sellaba con miradas de orgullo compartido, cada obstáculo era solo otra excusa para acercarse más.
Pero no todas las imágenes eran de calma. Surgieron momentos de tensión, de palabras que herían y silencios densos como niebla. Sin embargo, incluso allí, podían verse tendiendo la mano, buscando la mirada del otro, dejando que el respeto y el amor fueran los puentes que los devolvieran al mismo lado.
En cada visión, quedaba clara una verdad: su vínculo no era frágil, sino un hilo de luz capaz de atravesar cualquier sombra.
Con cada paso, el pasillo se transformaba. Las paredes parecían respirar, y la luz se tornaba más intensa, revelando visiones que no solo mostraban imágenes, sino sentimientos. Vieron instantes de absoluta vulnerabilidad, donde sus almas se abrían sin miedo; momentos de confianza profunda, tan sólida que parecía un puente colgando sobre cualquier abismo; y gestos de compromiso que sellaban su historia como un juramento silencioso. Cada escena mostraba cómo su amor crecía como un árbol antiguo, fuerte y enraizado, capaz de resistir cualquier tormenta.
Entonces, llegaron a una sección donde el tiempo parecía disolverse. La luz era dorada, casi celestial, y ante ellos se desplegó su futuro. Se vieron caminando por una vida tejida de amor y risas, de viajes y aventuras, de amaneceres compartidos y noches interminables de conversación. Su relación, más que un refugio, era un faro: una luz constante que guiaba no solo sus propios pasos, sino que inspiraba a quienes los rodeaban.
En ese instante, entendieron que el Pasillo de la Conexión no solo les había mostrado lo que eran… sino lo que estaban destinados a ser.
Al cruzar el umbral del primer Pasillo de la Conexión, la penumbra se llenó de un resplandor suave. Frente a ellos, como proyectada en el aire, comenzó a desplegarse una escena… un recuerdo envuelto en luz cálida.
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Editado: 07.10.2025