Luminel: El Chico Neón

Tempest P.2

••••••••••• Capítulo 13 •••••••••••

A la mañana siguiente, después de despertar Auric se dio cuenta que la fiebre de Lumi no mejoraba, decidió llevarlo al doctor.

—Creo… que Lumi ha sido alcanzado por una energía extremadamente poderosa —dijo el médico, sus ojos fijos en Auric, como si buscara leer algo más allá de sus palabras.

Se acercó un paso, bajando el tono de su voz.
—Cuéntame… ¿ha pasado algo en estos últimos días? Algo que no me hayas contado.

Auric apretó los labios, dudando un momento.
—Tuvimos una pelea con Tempest… —confesó al fin—. Una entidad muy poderosa. No es fácil de explicar… pero fue algo que casi nos destruye.

El médico se enderezó lentamente, con el ceño fruncido.
—La tormenta que vencieron… —pausó, midiendo sus palabras— parece haber dejado algo más que heridas visibles. Es como si hubiera marcado a Lumi… y esa marca aún sigue viva.

Auric abrió los ojos con incredulidad.
—¿Una marca? ¿Qué tipo de marca?

El médico tomó aire antes de responder:
—La energía de Tempest se ha infiltrado en el cuerpo de Lumi… justo en su pecho. Eso está provocando la fiebre y todos sus síntomas. —Se inclinó sobre él, señalando—. ¿Ves esa mancha oscura? Se extiende como una sombra por sus venas, corriendo con su sangre. Necesitamos encontrar la manera de expulsar esa energía antes de que cause un daño irreversible.

Un escalofrío recorrió a Auric. ¿Cómo podrían extraer algo tan peligroso? ¿Y qué pasaría si fracasaban?

El médico continuó, su voz grave:
—Solo un ritual de purificación podría eliminar la huella de Tempest… pero encontrarlo no será fácil.

Auric y Lumi escucharon mientras el doctor enumeraba las posibles opciones. Ninguna era segura. Lumi apretó los puños, sintiendo la frustración y la angustia crecer dentro de él, mientras miraba el rostro febril de Lumi.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Auric, su voz cargada de urgencia—. No podemos simplemente sentarnos y esperar a que Lumi se recupere.

El médico asintió lentamente, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Lo entiendo… —dijo con gravedad—. Hay alguien que podría saber más sobre la energía de Tempest y cómo expulsarla.
Hizo una breve pausa antes de continuar—: Su nombre es Elara. Es una experta en magia antigua, conocedora de rituales que incluso los sanadores más veteranos han olvidado. Si alguien puede ayudar a Lumi… es ella.

Auric entrecerró los ojos.
—¿Dónde podemos encontrarla?

El médico vaciló, bajando la voz como si temiera que alguien más pudiera escucharlo.

—Ese es el problema… Elara vive aislada, más allá de las Tierras Veladas, un lugar al que pocos se atreven a ir. Se dice que el camino está plagado de criaturas y trampas antiguas. No solo será difícil encontrarla… también será peligroso llegar hasta ella.

Auric sintió un destello de esperanza.
—¿Dónde podemos encontrarla? —preguntó con urgencia.

El médico les entregó una dirección escrita con pulso firme pero mirada preocupada. No había tiempo que perder. Auric cargó a Lumi y, junto con Auric, emprendieron el viaje.

Cada paso parecía pesar más que el anterior. La respiración de Lumi se volvía débil, y su piel ardía como si la fiebre estuviera consumiéndolo desde dentro. Entre sueños agitados, murmuraba incoherencias, atrapado en pesadillas que lo hacían estremecerse.

Finalmente, llegaron. La casa de Elara se alzaba ante ellos, con una fachada antigua, cubierta de enredaderas oscuras y ventanales que parecían observarlos. Una sensación de misterio y poder latente envolvía el lugar. Auric tragó saliva; la impresión era intimidante… pero no tenía elección. Haría lo que fuera necesario para salvar a Lumi.

Auric llamó a la puerta. El sonido resonó unos segundos antes de que esta se abriera lentamente, revelando a una mujer de cabello plateado y mirada penetrante.
—Soy Elara —dijo con voz grave, cargada de autoridad—. ¿Qué los trae hasta aquí?

Auric no perdió tiempo. Explicó con urgencia la situación de Lumi, cada palabra teñida de preocupación. Elara escuchó en silencio, sin interrumpirlo, sus ojos fijos en él como si midiera el peso de su historia.

Finalmente, asintió con un leve movimiento de cabeza.
—Sí… conozco la energía de Tempest. Puedo ayudar a tu amigo, pero no será sencillo. Se necesita un ritual muy antiguo… y peligroso.

Auric sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Peligroso? ¿Qué clase de peligro?

Elara sostuvo su mirada, seria, casi implacable.
—El ritual no solo exige fuerza y resistencia… también puede despertar fuerzas que no siempre se controlan. Las consecuencias son impredecibles. —Hizo una pausa—. La pregunta es… ¿estás dispuesto a arriesgarlo todo para salvarlo?

Auric no dudó ni un instante.
—Sí —afirmó con firmeza—. Estoy dispuesto a correr cualquier riesgo con tal de que se recupere.

Elara lo observó en silencio por un momento, como evaluando la fuerza de sus palabras, y luego asintió.
—Bien. El ritual se llama La Purificación de la Luna. Debe realizarse en un lugar sagrado, bajo la luz directa de la luna llena. Y hay una condición inquebrantable: debe empezar exactamente a medianoche, cuando la luna alcance su punto más alto.

Auric sintió un nudo en el estómago.
—¿Y si no lo hacemos a tiempo? —preguntó, con un tono que dejaba entrever su ansiedad.

Los ojos de Elara se endurecieron.
—Si fallamos en la hora exacta… el ritual no solo será inútil. Podría fortalecer la energía de Tempest dentro de Lumi… y entonces, tal vez, ya no haya forma de salvarlo.

Auric apretó los puños, con la determinación ardiendo en su mirada.
—No fallaremos. Dime, ¿qué necesitamos para el ritual?

Elara tomó un pergamino amarillento y comenzó a enumerar los elementos con voz pausada: hierbas raras que solo crecían a la orilla de ríos olvidados, cristales tallados con runas antiguas, agua bendecida bajo la primera luna del año… y un amuleto forjado en plata pura. Cada palabra sonaba como un desafío.




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