Luminel: El Chico Neón

Rosa roja

••••••••••• Capítulo 20 •••••••••••

Ese día, decidieron dar un paseo más largo, disfrutando del aire fresco y del suave calor del sol matutino. Cuando finalmente llegaron a la casa de Auric, él tenía una sonrisa tranquila y llena de expectación. Había preparado un día especial para Lumi y quería que cada detalle fuera perfecto.

Lumi entró y, guiado por la curiosidad, se dirigió al jardín. Allí, un pequeño paraíso de colores y aromas lo recibió: rosas de todas las especies y tonalidades llenaban el espacio, algunas recién florecidas y otras en su máximo esplendor. Entre todas, una rosa de un rojo intenso destacaba bajo la luz del sol, como un faro que llamaba a la atención. Auric la tomó con delicadeza, asegurándose de no dañar sus pétalos, y entró con cuidado hacia el interior de la casa.

Lumi se acomodó en el sofá, disfrutando del perfume que flotaba en el aire, cuando Auric apareció ante él, sosteniendo la rosa con una sonrisa que reflejaba ternura y admiración.
—Mira lo que he traído para ti, mi amor —dijo, con un brillo especial en los ojos—. Quiero que tengas esta rosa, porque eres la flor más hermosa de mi jardín.

Lumi se sonrojó, su corazón latiendo un poco más rápido. Tomó la rosa entre sus manos, admirando la perfección de sus pétalos y la intención de Auric.
—Es preciosa —susurró, con una sonrisa que iluminaba su rostro—. Gracias, Auric.

El jardín parecía contener el tiempo en ese instante, y la luz del sol, el perfume de las flores y sus miradas compartidas crearon un momento que ninguno de los dos quería que terminara.

Auric lo abrazó con ternura, y un suave beso rozó la frente de Lumi como un rayo de sol matutino.
—Te amo —susurró, su voz llena de calidez—. Hoy quiero pasar cada instante contigo, haciendo que te sientas feliz.

Lumi se acurrucó entre sus brazos, cerrando los ojos por un momento, dejándose envolver por la sensación de seguridad y cariño.
—Me encantaría —dijo con una sonrisa que iluminaba su rostro—. ¿Qué tienes planeado para hoy?

Auric lo miró con un brillo juguetón y misterioso.
—Sorpresa —respondió—. Pero te prometo que será un día que nunca olvidarás.

El jardín los recibió como un mundo encantado. Las flores parecían inclinarse suavemente al pasar, liberando su fragancia en el aire cálido y brillante. Una ligera brisa movía los pétalos y el follaje, mientras los rayos del sol jugaban sobre ellos, pintando todo de tonos dorados y rosados. La rosa roja, todavía entre las manos de Lumi, parecía brillar más intensamente, reflejo de un amor vivo y palpable.

Auric tomó la mano de Lumi y lo condujo hacia la mesa del jardín, preparada con cuidado. Platos delicadamente servidos, el aroma de su desayuno favorito y una suave melodía flotando en el aire creaban un escenario casi mágico, donde cada detalle parecía pensado para ellos dos.
—Vamos a empezar el día aquí —dijo Auric, apretando suavemente su mano—. Rodeados de flores, música y luz.

Lumi respiró hondo, sintiendo el sol acariciar su piel y el perfume de las flores mezclarse con la presencia de Auric. Cada sonido, cada aroma, cada color del jardín parecía bailar alrededor de ellos, transformando la mañana en un instante suspendido en la eternidad.

Y mientras se sentaban juntos, compartiendo miradas y risas, supieron que aquel día no sería solo un recuerdo más: sería un capítulo mágico de su historia, un recordatorio de que el amor verdadero podía transformar incluso lo cotidiano en algo extraordinario.

Lumi se estremeció de alegría y asintió con los ojos brillantes.
—Me encanta —susurró, su voz llena de ternura—. ¿Y después del desayuno?

Auric lo sostuvo con la mirada, como si en sus ojos encontrara un reflejo de todo lo que amaba.
—Después iremos a la playa —respondió suavemente—. Caminaremos descalzos por la orilla, dejando que el sol nos abrace y que la brisa del mar bese nuestra piel.

Un destello de emoción iluminó el rostro de Lumi. Lo rodeó con sus brazos, aferrándose a él como si temiera perder aquel instante.
—Me parece perfecto —dijo, con una sonrisa que parecía hecha de luz—. ¿Y qué más?

Auric inclinó el rostro hacia el suyo, con una sonrisa misteriosa que escondía promesas.
—Tengo una sorpresa especial para ti… —murmuró—. No puedo decirte qué es todavía, pero sé que tu corazón la reconocerá en cuanto la veas.

Lumi lo miró fascinado, acercándose aún más hasta sentir su respiración mezclarse con la suya.
—Estoy emocionado, amor —confesó en un susurro lleno de esperanza—. Empecemos este día como si fuera el primero… y como si pudiera durar para siempre.

Tras un largo recorrido, finalmente llegaron a la playa. La vista los dejó sin aliento: la arena, blanca y suave como un suspiro, se extendía hasta perderse en el horizonte; el mar, de un turquesa radiante, brillaba bajo el abrazo del sol. El murmullo de las olas y el eco de las gaviotas llenaban el aire con una música viva.

Lumi, desbordado de emoción, corrió hacia la orilla riendo, mientras la arena cálida se deslizaba bajo sus pies desnudos. Su cabello rosa ondeaba al viento, iluminado por destellos de sal y luz. Auric lo siguió a pocos pasos, con una sonrisa que reflejaba tanto gozo como ternura.

—¡Es perfecto! —exclamó Lumi, con la voz vibrante de felicidad—. ¡Me encanta, muchísimo!

Auric lo alcanzó, lo rodeó con sus brazos y dejó un beso suave en su mejilla.
—Me alegra que lo sientas así —susurró—. Quiero que este día quede grabado en tu corazón para siempre.

Y así caminaron juntos por la orilla, dejando huellas que el mar acariciaba con delicadeza. Lumi se agachaba de vez en cuando para recoger conchas y piedras brillantes, mientras Auric lo observaba con una mezcla de amor y admiración, como si cada gesto suyo fuera un tesoro irrepetible.

De pronto, Lumi se volvió hacia Auric con una sonrisa traviesa en los labios.
—¿Quieres jugar conmigo? —preguntó.




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