••••••••••• Capítulo 21 •••••••••••
La mañana llegaba como un suspiro suave, deslizándose por la ventana abierta y llenando la habitación de luz dorada y cálida. La brisa traía consigo el aroma dulce de las flores y un ligero toque salado del mar cercano, mezclándose con la fragancia de la rosa luminosa que aún flotaba en su vaso, brillando con un resplandor casi mágico.
Auric y Lumi seguían dormidos, abrazados, sus respiraciones sincronizadas como una melodía tranquila. Los rayos del sol acariciaban sus rostros, calentando la piel aún húmeda de sueños y rozando suavemente sus cabellos. Desde la distancia, el murmullo de las olas llegaba como un canto lejano, acompañado por el trino alegre de los pájaros, como si la naturaleza misma celebrara su amor.
Cuando sus ojos finalmente se encontraron, el mundo pareció detenerse un instante. La luz dorada brillaba en sus pupilas, reflejando la ternura y la pasión de su vínculo.
—Buenos días —susurró Auric, con un beso delicado en la mejilla de Lumi, dejando un rastro cálido que parecía permanecer en el aire.
—Buenos días —respondió Lumi, con los labios curvados en una sonrisa que iluminaba más que la propia luz del sol—. ¿Qué haremos hoy?
Auric la miró con complicidad, apretando suavemente su mano, sintiendo cada línea, cada pequeño movimiento como si fueran secretos compartidos.
—No lo sé… ¿qué te gustaría hacer?
Lumi cerró los ojos un momento, inhalando profundamente, dejando que la brisa, el olor del mar y la calidez del sol se mezclaran con el recuerdo de la playa y la sensación de sus manos entrelazadas.
—Volver a la playa —murmuró—. Quiero sentir la arena entre mis dedos y que el mar nos susurre que todo es posible.
—Entonces vamos —dijo Auric con una sonrisa que parecía abrazarla por completo—. La playa nos espera, y esta vez, cada ola será nuestra.
Se levantaron juntos, con la luz dorada bañando cada gesto, cada movimiento, y con los corazones latiendo al mismo ritmo, listos para caminar de la mano hacia otro día que prometía ser tan eterno como su amor.
Ambos avanzaron hacia la playa con la esperanza de encontrar la misma calma que los había envuelto días atrás, pero lo que apareció ante ellos era un lugar irreconocible, como si un hechizo hubiera borrado su existencia. La arena blanca y tibia había desaparecido por completo, dejando un suelo árido y agrietado, áspero bajo sus pies. Rocas desnudas y conchas quebradas se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y el mar, antes brillante y lleno de vida, se había retirado como si huyera de aquel paisaje devastado.
Lumi se detuvo en seco, el corazón latiéndole con fuerza, y una mezcla de confusión y miedo se reflejaba en sus ojos.
—¿Qué… qué ha pasado? —preguntó, la voz apenas un susurro entre el silbido del viento.
Auric recorrió con la mirada el horizonte, buscando cualquier señal, cualquier indicio que explicara aquel desastre. Nada. Todo parecía intacto en su quietud misteriosa, y aun así, la playa que conocían había desaparecido.
—No lo sé —dijo con un hilo de voz tenso—. Ayer estaba aquí…
Un escalofrío recorrió la espalda de Lumi, y se acercó a Auric, aferrándose a su brazo como si eso pudiera protegerlo del vacío que los rodeaba.
—¿Alguien… ha hecho esto? —murmuró, con un temblor apenas perceptible en las palabras.
Auric frunció el ceño, la determinación endureciendo su mirada. —No lo sé —repitió, más firme esta vez—. Pero voy a descubrirlo.
El viento se levantó con fuerza, arrastrando arena dura y polvo entre las rocas, produciendo un susurro que parecía un lamento. Cada sonido, cada sombra, cada grieta del terreno desolado parecía mirar, juzgar y ocultar secretos que aguardaban a ser revelados. Allí, en medio de la devastación, Auric y Lumi sintieron que aquel lugar ya no pertenecía al mundo que conocían, y que sus pasos serían el comienzo de algo mucho más grande y peligroso.
De repente, una silueta se recortó en el horizonte, avanzando hacia ellos con pasos lentos, deliberados, como si el suelo mismo se inclinara ante su presencia. Auric y Lumi se miraron, y un escalofrío recorrió sus espinas: había algo extraño, casi antinatural, en esa figura que se acercaba.
—¿Quién es? —susurró Lumi, conteniendo el miedo que se le enroscaba en la garganta.
Auric tensó los músculos y apretó la mandíbula. —No lo sé —respondió, con un hilo de firmeza—, pero lo descubriremos.
A medida que el hombre se acercaba, los detalles se volvieron claros y perturbadores: alto y delgado, con hombros ligeramente encorvados, ojos negros y profundos que parecían absorber la luz y devorar el color a su alrededor, como si cada mirada escudriñara la esencia de quienes osaban enfrentarlo. Su caminar lento tenía un ritmo hipnótico, inquietante, y el aire mismo parecía volverse más pesado a cada paso que daba.
Se detuvo frente a ellos, y su presencia llenó el espacio con un silencio absoluto. Auric y Lumi sintieron que el tiempo se comprimía, como si el mundo contuviera la respiración ante aquel ser. Su rostro pálido y demacrado parecía tallado en sombras, y la intensidad de su mirada penetraba, absorbía, dejando a su paso un frío que se colaba hasta los huesos.
—¿Qué han hecho? —pronunció finalmente, con una voz grave, baja y profunda, que reverberó en el aire como un eco oscuro, cargado de amenaza y misterio, haciendo que incluso el viento callara, temeroso de interrumpir aquel momento.
Auric y Lumi se miraron, con los ojos abiertos y el corazón acelerado, tratando de procesar lo que acababan de escuchar.
—¿Qué hemos hecho? ¿De qué hablas? —preguntó Auric, su voz temblando a pesar de sus esfuerzos por mostrarse firme.
El hombre esbozó una sonrisa que no tenía calor, solo un filo cortante que parecía atravesar el aire. —Han roto el equilibrio —dijo con un tono que hacía vibrar el silencio—. La playa… no era solo un lugar de recreo. Era un punto de poder… y ustedes lo han destruido.
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Editado: 07.10.2025