••••••••••• Capítulo 22 •••••••••••
Auric y Lumi avanzaban por un paraje desconocido, envuelto en sombras y un silencio espeso que parecía escucharse a sí mismo. De pronto, Lumi se detuvo en seco. Sus ojos, cargados de un miedo inexplicable, se clavaron en los de Auric.
—¿Qué ocurre? —preguntó Auric, con la voz teñida de preocupación.
Lumi bajó la mirada hacia su propio reflejo invisible, como si pudiera verse en el vacío que lo rodeaba. Después, volvió a mirar a Auric, y en su voz quebrada se deslizó una confesión:
—No quiero ser esto...
Auric dio un paso hacia él y le tomó la mano con suavidad, buscando anclarlo a su presencia.
—¿Qué es lo que no quieres ser? —preguntó, con ternura.
Lumi cerró los ojos un instante, y cuando los abrió, las lágrimas ya nublaban su visión.
—No quiero convertirme en alguien que hiere a los demás... —dijo entre sollozos—. No quiero ser cruel ni quedarme vacío por dentro.
Auric lo estrechó entre sus brazos, rodeándolo con una calidez que desafiaba la oscuridad del lugar.
—No eres eso —susurró, seguro—. Eres alguien que ama, alguien que protege... y eso jamás podrá cambiar.
Lumi se apartó bruscamente, como si el contacto de Auric hubiera despertado en él un fuego que no podía contener. Sus ojos recorrieron la negrura circundante, y en ellos brillaba un miedo antiguo, casi primitivo.
—No estoy seguro... —murmuró, con la voz cargada de un temblor que no provenía solo de él—. A veces siento que algo duerme dentro de mí... una criatura que araña desde las sombras, ansiosa por salir. Y sé que, si lo hace, me perderé.
Auric lo contempló en silencio, con la certeza de que las palabras de Lumi no eran simples temores, sino confesiones arrancadas de un abismo interior.
—¿Qué es lo que sientes exactamente? —preguntó, aunque una parte de él temía escuchar la verdad.
Lumi bajó la mirada hacia su propio pecho, como si allí habitara el enemigo. Cuando alzó los ojos de nuevo, las lágrimas que rodaban por su rostro parecían espejos en los que la oscuridad se reflejaba.
—Siento una sombra en mi interior... —susurró, quebrándose—. Una fuerza fría, cruel, que quiere devorar lo que soy. Y temo que un día deje de resistir.
Auric lo abrazó entonces, con la desesperación de quien trata de contener la marea con las manos desnudas.
—No estás solo —dijo, aunque su voz tembló—. Te acompañaré en la batalla contra esas sombras.
Pero mientras pronunciaba aquellas palabras, algo se agitó en su propio interior. Auric comprendió, con un escalofrío, que las sombras de Lumi eran un reflejo de las suyas, y que ambos estaban condenados a enfrentar no solo la oscuridad del mundo, sino también la que habitaba en su propia sangre.
Lumi se agitaba en los brazos de Auric, su cuerpo rígido como si algo invisible lo desgarrara desde dentro. Aquella sombra de la que había hablado parecía crecer, palpitando en su interior con una fuerza cada vez más opresiva.
Auric lo sostuvo con firmeza, intentando ofrecerle un refugio en medio del vacío.
—¿Qué puedo hacer para ayudarte? —preguntó, su voz teñida de preocupación y miedo.
Lumi se apartó, como si hasta el contacto de su amigo resultara insoportable. Sus ojos recorrieron la oscuridad con un temblor desesperado.
—No lo sé... —balbuceó, apenas capaz de sostener su voz—. Siento que estoy perdiendo el control...
Entonces, del silencio que los rodeaba, la penumbra se desgarró. Una figura emergió de las sombras, avanzando con paso sereno. Era Lumi... y no lo era. Una réplica distorsionada: sus ojos, vacíos y helados; su sonrisa, un filo cruel.
Auric retrocedió instintivamente.
—¿Quién eres? —exclamó, con incredulidad.
La sombra inclinó la cabeza y soltó una risa que parecía resonar en todas direcciones, como un eco antiguo.
—Soy lo que Lumi teme mirar —respondió con voz grave—. Soy la herida que late en su interior, el rostro oculto que ha intentado negar. Soy la sombra que lo habita... y cada día soy más fuerte.
Lumi se miró a sí mismo con horror, como si presenciara su propia condena reflejada en carne y hueso.
—No... —murmuró, con la desesperación quebrando sus palabras—. No quiero convertirme en esto...
La sombra sonrió aún más, como si su resistencia fuese el combustible de su existencia.
La figura oscura se deslizó hacia Lumi como una sombra viva, su presencia apagando la luz a su alrededor. Auric se interpuso al instante, firme y desafiante.
—No te acercarás más a él —dijo, su voz resonando en la penumbra.
La sombra soltó una risa hueca, como cristales rompiéndose en el aire.
—No puedes detenerlo —susurró, serpenteando alrededor de Lumi—. Él debe enfrentarse a sus propias sombras.
Auric comprendió, con un nudo en el pecho: no podía protegerlo de todo. Lumi debía mirar dentro de sí mismo y confrontar aquello que lo aterraba.
Lumi cerró los ojos y respiró hondo. Frente a él, la sombra se retorcía y tomaba formas que cambiaban con cada miedo que Lumi sentía: rostros distorsionados, manos que lo agarraban, voces que lo llamaban.
—¿Crees que puedes controlarme? —bufó la sombra, burlona—. ¿Crees que puedes esconderme?
Un escalofrío recorrió a Lumi. Su cuerpo temblaba, pero Auric lo abrazó con fuerza, transmitiéndole una valentía que no sabía que tenía.
—Puedes hacerlo —dijo Auric—. No estás solo. Enfrenta tus miedos. Supéralos.
La sombra se elevó, creciendo hasta cubrir casi toda la estancia, susurrando dudas y amenazas que hacían que el corazón de Lumi latiera con fuerza. La oscuridad parecía viva, tratando de devorarlo. Pero Lumi respiró hondo, recordando la fuerza de Auric y el valor que había en su interior. Con cada segundo, su mirada se volvía más firme, y por primera vez, la sombra dudó.
La figura oscura emergió de las sombras como un aliento frío que se arrastraba sobre el suelo. Sus ojos brillaban con un fuego sombrío mientras se acercaba a Lumi. Auric se colocó frente a él, firme y desafiante.
—No te acercarás más a él —dijo, su voz cortando la oscuridad como un filo.
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Editado: 07.10.2025