Luminel: El Chico Neón

Soleil: Sol del universo

••••••••••• Capítulo 25 •••••••••••

Lumi sonrió, aún con el eco de la batalla vibrando en sus venas. El gato espacial, como un recuerdo imposible, se desvaneció entre ellos convertido en un suspiro de luz que se disipó en el aire. Con los ojos brillantes de emoción, giró hacia Auric y, casi sin pensarlo, lo invitó a acompañarlo a casa; había alguien muy especial que deseaba presentarle.

—¿Quién es esa persona? —preguntó Auric, con la curiosidad reflejada en su voz.

Lumi río suavemente, con esa chispa de misterio que lo caracterizaba.
—Ya lo sabrás —respondió, con un brillo en la mirada—. Te aseguro que te encantará.

El camino los condujo hasta una vieja bodega, silenciosa y cubierta de polvo, como si guardara secretos que solo el tiempo conocía. Lumi, guiado por la memoria, avanzó con determinación entre estanterías oxidadas y montones de objetos olvidados. El aire estaba impregnado de un olor a madera húmeda y hierro antiguo, como si el sótano respirara junto a ellos.

Con paso firme, Lumi descendió por las escaleras de piedra, hasta llegar al corazón del lugar: un sótano abarrotado de cajas, baúles y recuerdos que parecían haber quedado atrapados en otra época. Allí, entre la penumbra y el murmullo del silencio, se detuvo frente a una caja en particular. Se inclinó y, con una reverencia instintiva, levantó la tapa con un cuidado casi ceremonial.

Dentro, el gato espacial lo aguardaba, sereno, como si nunca se hubiera marchado. Sus ojos, profundos y cargados de un brillo antiguo, se clavaron en Lumi con la paciencia de quien conoce todos los secretos del tiempo. Conmovido, Lumi lo tomó en sus brazos y lo acarició con ternura; en ese instante comprendió que, pese a todo lo vivido, aquel ser seguía siendo su compañero más leal e inquebrantable.

—Auric, quiero mostrarte algo muy especial —dijo Lumi, y una sonrisa cálida le suavizó el rostro—. Su nombre es Soleil.

Auric arqueó las cejas, sorprendido al escuchar aquel nombre que parecía encerrar un significado mayor.
—¿Soleil? —repitió en un susurro, intrigado—. ¿Qué representa?

Lumi bajó la mirada hacia el gato, que lo observaba con un destello casi humano, y respondió con dulzura:
—Significa Sol del universo. Así lo llamé desde el día en que llegó a mí. Porque no es solo un gato espacial… es un amigo, un guía, y la luz que me acompaña cuando todo alrededor se vuelve oscuro.

Lumi sostuvo a Soleil entre sus brazos con la delicadeza de quien resguarda un tesoro. Con un gesto cuidadoso, giró al pequeño felino y presionó el diminuto botón incrustado en la nave que colgaba de su espalda. De inmediato, un ronroneo suave y constante comenzó a vibrar en el aire, un murmullo armónico que siempre conseguía apaciguar el corazón de Lumi en los momentos de cansancio.

Auric observaba en silencio, cautivado por aquella escena. Su pecho se llenó de una calidez inesperada, como si la ternura de ese vínculo alcanzara también su propio espíritu. Ver a Lumi tan unido a Soleil lo conmovía profundamente; comprendía que aquel gato no era solo una criatura extraordinaria, sino un reflejo de la luz que mantenía vivo el corazón de su amigo. Al escuchar por primera vez su verdadero nombre, una sonrisa sincera se dibujó en sus labios. En ese instante, supo que él también comenzaba a tejer un lazo con Soleil.

—Me alegra conocerlo —dijo Auric en voz baja—. Me alegra conocer a Soleil.

Lumi le devolvió la sonrisa, y una sensación cálida lo envolvió por completo, como si en ese instante todo lo que amaba estuviera a su lado, protegiéndolo y sosteniéndolo en silencio.

Ambos se acomodaron juntos, sin necesidad de palabras, dejando que la calma y el latido compartido hablaran por ellos. El tiempo pareció diluirse en aquel instante, como si el mundo entero aguardara en pausa solo para contemplarlos.

El cansancio pronto venció a Lumi, que se dejó caer suavemente sobre las piernas de Auric, entregándose al descanso con la inocencia de un niño. Auric lo observó en silencio, conmovido por la paz que irradiaba su rostro dormido. Una ternura profunda se apoderó de él, y, con un susurro apenas audible que parecía temer despertar la quietud de la noche, dejó escapar entre sus labios:

Qué hermoso… parece un ángel dormido, pensó Auric, dejando que la ternura se enredara en su pecho como un suspiro.

Esa noche, después de tanto caos y heridas acumuladas, parecía que por fin el universo les concedía un respiro. Una pausa sagrada, un instante de calma en el que el tiempo dejó de correr, como si todo existiera solo para proteger la paz de ese sueño.

Pero la madrugada no tardó en romper esa frágil calma. Lumi se estremeció, despertando con un grito ahogado mientras su corazón latía con violencia, golpeando su pecho como un tambor desbocado. La pesadilla todavía lo envolvía, dejando un rastro de angustia que se negaba a disiparse.

En su sueño, el sol había estallado en una vorágine de fuego y luz, proyectando una catástrofe incontenible sobre la tierra. La oscuridad descendía como un manto pesado, opresivo, imposible de apartar; un abismo que parecía engullirlo todo, dejando solo cenizas y un silencio ensordecedor. Cada imagen, cada sonido, vibraba con tal intensidad que Lumi sintió que el terror se adhería a su piel, como si la realidad misma se hubiera vuelto indistinguible del horror de su sueño.

Se incorporó de golpe en la cama, jadeando, como si cada respiración intentara arrastrar el miedo que lo paralizaba. Su corazón golpeaba contra el pecho con un ritmo salvaje, resonando en sus oídos, y la visión del sol estallando seguía ardiendo en su mente, una llama imposible de apagar que le quemaba el pecho.

Auric entró de inmediato, alarmado por el grito que rasgó la noche. Avanzó con pasos rápidos y firmes, y al ver el terror en los ojos de Lumi, se inclinó sobre él, sujetándole el rostro con manos firmes, intentando anclarlo a la realidad. —¿Qué ocurre? —preguntó, su voz cargada de urgencia y preocupación.




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