Luminel: El Chico Neón

Mariposa brillante

••••••••••• Capítulo 30 •••••••••••

Después de la victoria sobre Khael, Lumi y Auric se encontraron frente a un mundo que apenas reconocían.
La ciudad, antes llena de vida, era ahora un mar de escombros y silencio. El aire olía a ceniza, y el dolor de la gente era casi palpable. La batalla había terminado, pero la verdadera lucha apenas comenzaba: reconstruir.

—¿Y ahora qué? —preguntó Lumi en voz baja, observando las ruinas con una mezcla de tristeza y determinación.

Auric miró a su alrededor, dejando escapar un suspiro.
—Supongo que empezamos por lo más importante... ayudar a quienes nos necesitan. Hay mucho por hacer.

Lumi asintió con convicción.
—Entonces empecemos. Podemos levantar esta ciudad, paso a paso. Juntos.

Y así lo hicieron.

Día tras día, codo a codo con los sobrevivientes, levantaron paredes, sembraron jardines, limpiaron calles y reconstruyeron hogares. No había descanso, pero tampoco faltaban las sonrisas. Cada pequeño avance era un triunfo.

Los desafíos no tardaron en aparecer. Escasez de materiales, heridas físicas y emocionales, momentos en los que el cansancio parecía más fuerte que la voluntad. Pero Lumi y Auric nunca se rindieron. Cuando uno flaqueaba, el otro estaba ahí para sostenerlo.

Una tarde, mientras trabajaban en lo que antes fue la plaza central, Lumi se detuvo un momento para observar a su alrededor.
Los niños corrían entre los bancos recién colocados, una anciana regaba unas flores que apenas comenzaban a brotar, y un grupo de jóvenes pintaba murales en una pared restaurada.

—¿Sabes? —dijo Lumi, girándose hacia Auric con una sonrisa luminosa—. Creo que esto es lo que más me gusta de todo esto... La gente está empezando a sonreír otra vez.

Auric sonrió también.
—Y esa, Lumi, es la verdadera victoria.

Auric sonrió, contagiado por la energía que comenzaba a renacer en las calles.
—Sí... es increíble. Poco a poco, la ciudad vuelve a respirar.

Antes de que pudieran decir algo más, un grupo de personas se acercó apresuradamente.
—¡Lumi! ¡Auric! —llamó uno de ellos con entusiasmo—. ¡Queremos darles las gracias por todo lo que han hecho! ¡Son verdaderos héroes!

Lumi y Auric se miraron, algo sorprendidos, pero con una sonrisa sincera.

—No hicimos más que lo que debíamos —respondió Lumi con humildad—. Esto también es gracias a ustedes.

Pero la gente no quiso dejarlo ahí. Rodearon a los dos con abrazos, aplausos y palabras de gratitud. Durante un breve instante, el peso de la reconstrucción pareció desaparecer, reemplazado por un cálido sentimiento de comunidad.

—¿Y ahora qué sigue? —preguntó Auric con una sonrisa, mientras observaba los rostros alegres a su alrededor.

Lumi respiró hondo, dejando que ese momento se impregnara en su memoria.
—Ahora... celebramos. Celebramos la victoria y el inicio de algo nuevo. Esta ciudad merece volver a soñar.

Cuando el sol finalmente comenzó a esconderse tras los escombros del horizonte, Lumi y Auric regresaron a casa. El día había sido largo y extenuante, pero también profundamente gratificante.

La casa de Lumi los recibió con silencio. Solo el murmullo del viento deslizándose por las rendijas llenaba el espacio.

Auric se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos por un instante.
—No sabía que la esperanza podía cansar tanto —bromeó con una risa suave.

Lumi soltó una risita mientras caminaba hacia la cocina.
—Descansa. Yo me encargo de la cena. Hoy nos la hemos ganado.

en ese pequeño rincón de calma, entre los olores familiares y el crujido de la madera vieja, ambos supieron que, aunque el camino por delante aún era largo, no lo recorrerían solos.

—¿Te apetece algo de comer? —preguntó Lumi, abriendo la nevera y revisando lo poco que quedaba.

—Sí, por favor —respondió Auric, estirando brazos y piernas con un suspiro—. Siento que no he comido en días.

Lumi sonrió, sacando algunos ingredientes para preparar una comida sencilla pero caliente. Mientras cocinaba, el aroma empezó a llenar la pequeña casa, trayendo consigo un poco de consuelo.

Una vez sentados a la mesa, compartieron el pan, el calor de la sopa y algunas risas entre bocados.

—Me alegra ver que la ciudad empieza a respirar de nuevo —comentó Lumi, mirando por la ventana hacia las luces tenues que titilaban en la distancia.

—Sí —asintió Auric, con una sonrisa tranquila—. Es como si la esperanza estuviera volviendo... poco a poco, pero firme. La gente empieza a sonreír otra vez, y eso lo cambia todo.

Terminaron de comer en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos. Luego se acomodaron en el sofá, envueltos en una quietud reconfortante. El crujir de la madera y el silbido suave del viento eran los únicos sonidos que los acompañaban.

Pasó un rato antes de que Lumi rompiera el silencio.

—¿Sabes qué? —dijo, girándose ligeramente hacia él—. Mañana deberíamos hacer algo distinto. Algo divertido. No solo trabajar. Algo que nos haga olvidar, aunque sea por un momento, todo el peso que hemos estado cargando.

Auric la miró, curioso.
—¿Tienes algo en mente?

Lumi sonrió con picardía.
—Aún no. Pero lo descubriré. Nos merecemos un respiro.

Auric sonrió, dejando que la idea tomara forma en su mente.
—Me parece una excelente idea. ¿Tienes algo en mente?

Lumi se encogió de hombros con una sonrisa ligera.
—No lo sé… ¿Qué te gustaría a ti?

Auric pensó por un momento, dejando que el silencio hablara mientras sus pensamientos vagaban.
—Podríamos ir al parque y disfrutar un poco del sol. O quizá... podríamos ir a la biblioteca y leer algo juntos. Hace tiempo que no lo hacemos.

Lumi lo miró con calidez.
—Me encanta la idea del parque. Necesitamos un poco de aire fresco… y sol.
Hizo una pausa, como si saboreara la idea.
—Un día sin preocupaciones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.