••••••••••• Capítulo 31 •••••••••••
Una nueva aventura esperaba a Lumi, pero esta vez Auric no podía acompañarlo. La mariposa azul lo había dejado claro: Lumi debía hacerlo solo. Auric no quería aceptarlo, y su preocupación se reflejaba en cada palabra que decía.
Lumi se acercó y lo abrazó con fuerza, sintiendo el peso del momento.
—No quiero que te vayas —susurró Auric, con tristeza y miedo en la voz.
Lumi le sonrió con ternura y le dio un suave beso en la mejilla.
—Tengo que hacerlo —respondió—. No puedo permitir que la fuerza oscura destruya el equilibrio del universo.
Auric asintió, aunque el nudo en su garganta era imposible de ignorar.
—Ten cuidado —le pidió—. No sé qué peligros te esperan allá afuera.
Lumi se encogió de hombros con determinación.
—Estoy listo —dijo con firmeza—. La mariposa azul me ha dado la fuerza y la sabiduría que necesito para enfrentar lo que venga.
Con un último abrazo lleno de esperanza y valentía, Lumi se despidió y se dirigió hacia la puerta que lo llevaría al universo de la Luna Mayor. La puerta se abrió con un crujido suave, y una luz blanca y brillante lo envolvió por completo, anunciando el comienzo de una nueva etapa en su viaje.
Cuando la luz finalmente se disipó, Lumi se encontró en medio de un paisaje desolado y helado. El aire era tan frío que casi parecía cortante, y un viento gélido le azotaba el rostro con fuerza. Se ajustó la capa alrededor de los hombros, consciente de que sobrevivir en aquel entorno hostil sería todo un desafío.
—¿Dónde estoy? —se preguntó en voz baja, observando el horizonte cubierto de nieve y hielo—. ¿Qué lugar es este?
De repente, un ruido pesado rompió el silencio. Lumi giró rápidamente y vio cómo una figura oscura y gigantesca emergía entre las sombras. Sin dudarlo, se preparó para defenderse; su aventura en este nuevo universo apenas comenzaba.
Lumi había llegado a la Luna de Glaciaria, un mundo cubierto por un manto eterno de hielo y nieve. El frío era tan intenso que parecía querer congelar sus huesos, y el viento cortante parecía susurrar secretos antiguos.
La figura que avanzaba hacia él era imponente: un ser majestuoso cubierto por una capa de hielo y escarcha. Sus ojos brillaban con un resplandor azul profundo, llenando el aire con una energía misteriosa y poderosa, como si la misma luna le otorgara su fuerza.
—¿Quién eres? —preguntó Lumi, tratando de mantener la calma mientras se preparaba para cualquier cosa.
El ser gigante no respondió con palabras. En cambio, comenzó a avanzar hacia Lumi con una lentitud casi ceremonial, cada paso resonando con un peso ancestral. Lumi se sintió diminuto y vulnerable frente a aquella presencia imponente, pero resistió, consciente de que debía mantenerse firme para sobrevivir en aquel entorno despiadado.
Cuando el gigante se detuvo justo frente a él, lo miró con una intensidad que parecía penetrar en lo más profundo de su alma. Lumi sintió que estaba siendo evaluado, como si su valor y propósito se pusieran a prueba en ese instante.
—¿Por qué has venido a Glaciaria? —su voz retumbó en el aire, profunda y poderosa.
Lumi tomó un instante para ordenar sus pensamientos y responder con sinceridad:
—He venido en una misión. Una fuerza oscura amenaza con destruir el equilibrio del universo, y creo que aquí encontraré lo necesario para detenerla.
El gigante lo observó en silencio unos momentos más, luego asintió lentamente.
—Te ayudaré —dijo finalmente—, pero primero debes demostrar tu valía.
Con un lento giro, el ser gigante se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia una imponente montaña de hielo que se alzaba en la distancia. —Sígueme —dijo con voz grave—. Te mostraré el camino.
Lumi lo siguió, una mezcla de emoción y temor revoloteando en su pecho. La montaña parecía tocar el cielo, su cumbre oculta entre nubes gélidas, y Lumi se preguntaba qué prueba le aguardaría en lo alto.
Al llegar a la base de la montaña, el gigante se detuvo y clavó su mirada seria en Lumi. —La prueba de Glaciaria es sencilla —explicó—. Debes escalar hasta la cima y recuperar el cristal de hielo que allí se encuentra. Pero ten cuidado: el camino está lleno de peligros, y el cristal está custodiado por un guardián feroz.
Lumi asintió, sintiendo cómo una determinación firme crecía dentro de él. —Estoy listo —dijo con convicción—. ¿Qué tipo de guardián me espera?
El gigante esbozó una leve sonrisa, fría como el hielo que lo rodeaba. —Un dragón de hielo —respondió—. Un ser poderoso y temible, que protege el cristal con su propia vida.
Un escalofrío recorrió la espalda de Lumi, pero no permitió que el miedo lo venciera. —No temo —aseguró—. Estoy aquí para cumplir mi misión.
El gigante asintió solemnemente. —Entonces comienza tu ascenso —ordenó—. Recuerda, ese cristal es la clave para detener la fuerza oscura que amenaza el universo.
Lumi comenzó a escalar la montaña, mientras el viento y la nieve azotaban su rostro con fuerza cortante. Cada paso era una batalla contra el frío y la pendiente resbaladiza. La subida se volvía cada vez más ardua, y Lumi tuvo que recurrir a toda su astucia y determinación para no rendirse.
Finalmente, tras una eternidad de esfuerzo, alcanzó la cima y vio ante sí el cristal de hielo, resplandeciente y puro, brillando con una luz fría en medio de la nieve. Pero justo cuando extendía la mano para tocarlo, un rugido ensordecedor cortó el silencio helado.
De las sombras emergió un dragón de hielo, majestuoso y aterrador. Sus escamas brillaban como diamantes bajo la luz del sol, reflejando destellos azules y plateados. Sus ojos, dos estrellas heladas, atravesaban el aire con una mirada implacable, y su aliento lanzaba un viento gélido que parecía congelar todo a su paso.
Lumi sintió un escalofrío que no solo venía del frío, pero sabía que no podía retroceder. Con pasos medidos y cautelosos, se acercó al dragón, evitando cualquier movimiento brusco que pudiera despertar su furia.
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Editado: 07.10.2025