Luminel: El Chico Neón

Resonador cósmico y la guerra silenciosa

••••••••••• Capítulo 32 •••••••••••

Lumi miró a sus compañeros, buscando en sus ojos la misma determinación que él sentía.
—Entonces hagámoslo —dijo con firmeza—. No podemos dejar que el universo se desmorone.

Zeta asintió, colocando una mano sobre el Resonador Cósmico.
—Todo lo que hemos hecho hasta ahora nos ha llevado a este momento.

Auric respiró hondo, tratando de calmar los latidos acelerados de su corazón.
—Si hay una posibilidad de salvarlo todo… debemos intentarlo.

La Dr. Elara activó el panel de control. Luces azules comenzaron a parpadear, y una vibración sutil recorrió la sala.
—Iniciando la secuencia de activación. Preparados para lo que venga.

Mientras el Resonador comenzaba a emitir su frecuencia, una onda silenciosa pareció extenderse más allá del laboratorio, tocando la esencia misma del universo.

Por un instante, todo quedó en silencio.

Y entonces, el universo contuvo el aliento.

La sala se inundó de un zumbido grave, como si el universo mismo respondiera al llamado del Resonador Cósmico. Las luces parpadearon, y una oleada de energía invisible sacudió ligeramente los cimientos del laboratorio.

—¡Frecuencia estabilizada! —gritó uno de los ingenieros—. ¡Está funcionando!

En las pantallas que rodeaban la sala, comenzaron a aparecer lecturas: fluctuaciones energéticas nivelándose, patrones caóticos volviéndose armónicos. El tejido del universo, antes inestable, comenzaba a mostrar señales de coherencia.

Zeta observaba los datos con asombro.
—Nunca había visto nada igual… Es como si el universo estuviera respondiendo. Sanando.

Lumi apretó los puños, conteniendo la emoción.
—Lo logramos… ¿verdad?

Pero antes de que alguien pudiera responder, una alarma comenzó a sonar. En la pantalla central, un nuevo pico de energía apareció, completamente fuera de cualquier patrón previsto. La Dra. Elara se acercó de inmediato al panel de control.

—No… esto no es parte de la simulación. Hay una fuente externa respondiendo al Resonador.

—¿Una fuente externa? —repitió Auric, frunciendo el ceño—. ¿Qué significa eso?

La doctora palideció.
—Significa que… algo nos ha escuchado.

Un silencio cargado cayó sobre el laboratorio.

—¿Algo? —dijo Zeta en voz baja— ¿Te refieres a una conciencia?

—No lo sé —respondió Elara—. Pero esta frecuencia no es natural. Es… inteligente.

En ese momento, una luz cegadora llenó la sala. No venía del Resonador, sino de algún lugar más allá de la percepción. Durante un segundo eterno, todos sintieron que estaban siendo observados por una presencia inmensamente antigua y vasta.

Y luego, tan repentinamente como apareció, la luz se desvaneció.

Las lecturas regresaron a la normalidad. El Resonador se estabilizó.

—¿Qué fue eso? —preguntó Lumi, con la voz temblorosa.

La Dra. Elara se giró hacia ellos, seria.
—Creo… que no solo hemos restaurado el equilibrio. Hemos despertado algo. Y ahora, sabe que existimos.

Durante unos segundos, nadie habló. El aire estaba cargado, denso, como si el tiempo mismo se hubiera detenido.
Zeta fue el primero en romper el silencio.
—No fue solo luz… fue conciencia.

La Dra. Elara asintió lentamente, como si apenas empezara a comprender la magnitud de lo que habían desencadenado.
—El universo no es solo energía y materia… Tiene memoria. Tiene intención.

Lumi se acercó al Resonador, aun vibrando suavemente, como un corazón mecánico latiendo en sintonía con algo mucho mayor.
—¿Y si… el desequilibrio no era un fallo? ¿Y si era una respuesta?

Auric frunció el ceño.
—¿Respuesta a qué?

Zeta lo miró, serio.
—A nosotros. A nuestra presencia, a nuestra evolución… Tal vez el universo no está roto. Tal vez está reaccionando a nuestro despertar.

En ese instante, una voz resonó en sus mentes. No era una voz humana, ni siquiera un idioma. Era una impresión pura, una transmisión directa de conciencia.

"Habéis tocado el pulso de lo eterno. La armonía no se restaura. Se recuerda."

Los cuatro cayeron de rodillas, abrumados por una visión compartida: una red infinita de energía que conectaba toda la existencia, desde las partículas más pequeñas hasta galaxias enteras. En el centro, no había un dios… sino una conciencia colectiva, viva, palpitante, que había estado siempre allí, esperando a ser reconocida.

"La frecuencia que habéis activado no arregla… revela. No salva… despierta."

Cuando la visión terminó, estaban sudorosos, agotados… pero cambiados.

—¿Qué significa eso? —susurró Lumi—. ¿Que ya no hay nada que arreglar?

—Tal vez —dijo la Dra. Elara con la voz quebrada—. Tal vez el equilibrio no es un estado… sino una comprensión. Y lo que el Resonador hizo fue abrir una puerta hacia esa comprensión.

Auric se levantó lentamente, aun procesando.
—Entonces… ¿el universo está vivo? ¿Y nos está hablando?

—No —dijo Zeta, con una serenidad extraña en su voz—. El universo somos nosotros. Y por primera vez, nos estamos escuchando.

Durante los días que siguieron a la activación del Resonador Cósmico, el universo permaneció en calma. No hubo cataclismos. No hubo señales apocalípticas. Solo una sensación creciente de algo que despertaba… no fuera de ellos, sino dentro.

Lumi fue el primero en notarlo. Caminando por el observatorio del Nexo, comenzó a percibir patrones en las estrellas, conexiones invisibles entre pensamientos y constelaciones, como si el universo estuviera empezando a hablar a través del símbolo, el silencio y la sincronicidad.

La Dra. Elara registró fluctuaciones en la actividad cerebral de todo ser sintiente conectado a la red del Nexo: sueños compartidos, intuiciones colectivas, incluso momentos de profunda comprensión espontánea en individuos sin contacto entre sí.




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