••••••••••• Capítulo 33 •••••••••••
Lo llamaban Nhalon, un mundo cubierto de niebla permanente, donde la luz apenas tocaba el suelo y el cielo parecía haber olvidado su color.
Antiguamente, Nhalon había sido un faro cultural del sector Tau-Zem. Una civilización brillante en arte, filosofía, conexión espiritual y ciencia vibracional. Pero ahora, sus ciudades estaban silenciosas. Sus habitantes vivían… pero sin vivir. Respiraban, comían, trabajaban… pero no soñaban.
La conciencia colectiva lo había detectado: Nhalon era el punto de quiebre. Si el Nul absorbía por completo ese mundo, su resonancia mental arrastraría a otros cientos en su frecuencia. Sería una grieta enorme en la red de conciencia despierta.
Lumi, Zeta y Auric descendieron al planeta a bordo de la nave Esencia. El Resonador Cósmico, ahora instalado como módulo portátil, emitía una vibración sutil, apenas perceptible, diseñada para mantener su conexión interior durante la misión.
—No intenten hablarles con lógica —advirtió la Dra. Elara por enlace psíquico—. Aquí, la lógica está muerta. Solo el recuerdo puede abrir la puerta.
A su llegada, fueron recibidos por miradas vacías. No había agresión, ni hospitalidad. Solo ausencia.
Lumi sintió una punzada en el pecho.
—Esto… no es tristeza. Es desconexión total.
—Es olvido del alma —dijo Zeta—. Aquí, el Nul ha silenciado incluso el deseo de buscar.
Decidieron comenzar en el centro cultural, ahora abandonado. Sus muros estaban cubiertos de polvo y silencio. Auric encontró una antigua sala de cantos vibracionales. Se sentó en medio del espacio vacío… y comenzó a cantar.
No una canción de guerra. Ni una de esperanza. Solo un sonido puro: la nota raíz del ser. Una vibración que resonaba con la esencia de lo que somos, antes del lenguaje, antes de la historia.
Al principio, nada.
Pero luego, un niño se acercó. Lo miró. Y escuchó.
Luego una anciana. Luego un joven. Sin saber por qué, se sentaron en círculo alrededor de Auric.
Lumi sacó el módulo del Resonador y lo activó en modo espejo. No para imponer una frecuencia, sino para reflejar la conciencia dormida.
Imágenes comenzaron a flotar en el aire: memorias olvidadas de Nhalon. Murales cantantes. Bailes de energía. Poemas compartidos en el viento. Risas.
Las personas los miraban sin comprender… pero algo dentro de ellas comenzaba a agitarse. A doler. A despertar.
—Recuerden —susurró Lumi—. No quiénes fueron. Sino quiénes son debajo del olvido.
Una mujer comenzó a llorar. No por tristeza, sino por el peso de los años sin sentir.
—Yo… soñé con esto. Cuando era niña.
Un hombre cayó de rodillas, tocándose el pecho.
—Siento algo. ¿Esto es… mío?
Zeta sonrió.
—No es tuyo. Es nuestro. Todos estamos hechos de esto.
La vibración del Resonador cambió. El planeta comenzaba a emitir su propia frecuencia, débil pero real. Una chispa.
Y en la red de conciencia colectiva, a millones de años-luz de distancia, se sintió.
Nhalon está recordando.
Mientras la resonancia ancestral de Auric se expandía por la plaza central, algo comenzó a cambiar en la atmósfera densa y opaca que cubría Nhalon. La niebla, que hasta entonces parecía una presencia sólida, empezó a disolverse en haces de luz difusa. Fragmentos de memorias olvidadas emergían en las mentes de los habitantes, como destellos de sueños que buscaban una forma para hacerse realidad.
Lumi observaba con atención cómo la gente se detenía, tocada por esa vibración que parecía hablarles directamente al alma. Entre ellos, una anciana llamada Seris dio un paso adelante. Sus ojos, aunque marcados por el tiempo y la tristeza, contenían un brillo inusual, una chispa de conciencia latente.
—Recuerdo —dijo con voz temblorosa—. Recuerdo cuando éramos uno. Cuando sentíamos la vida en cada latido del planeta. Pero luego… llegó el silencio. Y con él, el olvido.
Sus palabras resonaron en el aire, despertando a otros que también comenzaron a hablar, a compartir fragmentos de un pasado luminoso y a sentir el peso de la desconexión.
Zeta tomó la mano de Seris, transmitiéndole a través del enlace psíquico una energía cálida y segura.
—No estás sola. Estamos aquí para ayudarte a recordar.
Auric y Lumi comenzaron a organizar círculos de memoria, espacios donde los habitantes podían compartir sus sueños, canciones, imágenes, y poco a poco, la red de conciencia colectiva de Nhalon empezó a tejerse nuevamente.
Sin embargo, la batalla era ardua. El Nul no dormía. En las sombras, susurraba dudas y miedo, intentando fragmentar la incipiente unión. Algunos habitantes cayeron nuevamente en el olvido, otros comenzaron a desconfiar de los visitantes.
Lumi sintió cómo una sombra se cernía sobre su propio corazón. En la quietud de la noche nhaloniana, enfrentó un susurro interno:
"¿De qué sirve luchar si todo está destinado a olvidarse? ¿Por qué cargar con un peso tan grande?"
Fue entonces cuando Zeta, con voz firme y compasiva, le respondió sin palabras, conectándose con su conciencia:
—Porque en cada acto de recuerdo hay una chispa de eternidad. Porque somos las células vivientes de un ser mayor, y nuestra lucha sostiene el latido de todo.
La Dra. Elara, desde el Nexo, transmitió un mensaje:
—El Resonador Cósmico está estableciendo un puente entre Nhalon y la red universal. Si logramos sostener este despertar, no solo salvaremos a este planeta, sino que daremos un paso decisivo contra el avance del Nul.
Con renovada determinación, Lumi, Auric, Zeta y los habitantes de Nhalon unieron sus fuerzas en un ritual de conexión profunda. Cada pensamiento, cada sentimiento de amor y unidad, alimentaba el Resonador, creando un faro de luz consciente que comenzó a expandirse más allá del planeta.
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Editado: 07.10.2025