Luna Auxíliame

16. Una sorpresa que asusta

Acostado sobre la cama en posición fetal, observé con atención como el vientre de mi cachorra la cual ya no era una cachorra, se contraía al compás de su respiración. Cada contracción lucía incomoda, pero a ella pareció no tener molestias en lo absoluto ya que continuó emergida en el mundo de los sueños. La pancita aumentó mucho tamaño.  

Sentí un frio en el pecho, acompañado por esa sensación extraña y familiar la cual sin dudar me atreví a llamar miedo. 

En todos los años de tener a mi perrita, nunca quedó preñada, ni siquiera entró en celo, o quizás sí más no lo notamos por la ausencia de perros albureados que lo demostraran.  

—No tiene sentido, carajillo. ­—expresó desconcertada— Ya decía yo, últimamente esa perra me daba mala pinta. ¡Enserio, esto no tiene sentido! 

—¿Cómo pasó Yolandita? —inquirí, observando como aferraba con fuerza ambas manos al palo de la escoba en medio de la confusión. 

—No… —suspiró agotada— En definitiva, esto no tiene sentido. 

—Lo sé, eso ya lo sé. —vociferé estresado, causando que Kiarita diera un pequeño salto, pero continuó durmiendo como si nada—. Sé que esto no tiene sentido, Yolandita. 

Negando con la cabeza, la mujer siguió barriendo con delicadeza. Su rostro pensadito me llevó a pensar que aun buscaba respuesta para el caso de Kiara. Aunque sería bastante difícil llegar a una conclusión, ya que mi perrita pasaba la mayor parte dentro de casa, a excepción de cuando la sacamos a que haga sus necesidades, porque se acostumbró a salir acompañada. Además, aunque no hubiésemos presenciado el momento que entró en celo, no teníamos vecinos cercanos con perros albureados que pudieran haberle hecho el salto a mi cachorra. 

—De algo si no tengo duda… —afirmó, deteniéndose para observar con detalle la barriga de la perra—. Esta muy gorda, va a tener muchos perrillos y le falta poco. 

—¿Qué tan poco? 

Yolanda me observó con rostro de pocos amigos por preguntón. 

—Yo que voy a saber, carajillo. Falta poco, es lo único que sé. 

—Ya entendí, Yolandita. Ya entendí. —suspiré, estirando el cuerpo a lo largo de la cama—. Poco es poco. 

—¡Sorpresa, vas a ser abuelo! —sonrió y continuó su labor. 

—¡Vaya sorpresa que asusta! —musité. 

Apresurada, la mujer al poco tiempo salió de la habitación. Quedé a solas con mi perrita durmiente. 

Deseé que el tiempo transcurriera más rápido. Me causaba miedo, no lo niego, pero también emoción de saber que mi amada perra sería mamá.  

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.