Luna Auxíliame

28. Como el agua

Al abrir los ojos encontré el mundo borroso, los froté un par de veces dando un bostezo y con los segundos la vista fue enfocando. Soñoliento miré al sofá de al lado, se hallaba vacío, mi padre se marchó mientras dormí. Un par de punzadas en la cabeza me hizo cerrar los ojos, sabía que el dolor se debió al cansancio de haber pasado una mala noche. 

Analicé lo acontecido durante la madrugada. Me preocupó tanto el estado de Yolanda que necesitaba saber alguna noticia. Deseé de corazón que su condición hubiese mejorado, o por lo menos no empeorado. El roce con mi padre también era motivo de estrés, esperé que eso no causara un nuevo distanciamiento por su parte, o algún problema mayor. ¿Por qué todo se complica en el momento menos indicado? 

La puerta de la sala se abrió, me estremecí cuando mi cuerpo fue abrazado por el aire helado que ingresó. La presencia de mi amigo me sorprendió bastante, no esperé verlo tan pronto ni temprano, menos que apareciera en mi casa luego de lo que aconteció cuando la ambulancia se llevó a su madre.   

—¿Alguna noticia? —pregunté mientras entró. 

Jorge, sin muchos ánimos negó con la cabeza. 

Sus ojos hinchados y rojizos delataron que lloró por largo rato. Tomó asiento a mi lado, allí en el sofá donde mi padre durmió en la madrugada. Se tronó los dedos, dedicándole el tiempo necesario a cada uno, luego alborotó su cabello más de como ya lo andaba. 

El silencio reinó. 

No fue necesario que lo dijera, noté que se encontraba nervioso, justificable por todo lo que vivía últimamente, en especial por no saber nada de su madre. 

—Imagino que en cualquier momento llegarán noticias. —aclaró con poco ánimo—. Sobre todo, porque mañana es lunes y papá debe trabajar, o bien notificar su ausencia. 

—Esperemos que así sea, Jorgito, Yolanda es muy fuerte. Pronto regresará a casa. 

Aunque él asintió, a través de su mirada me di cuenta de que probablemente pensamos lo mismo: “puede que no haya un regreso triunfal para su madre”. Sin importar el deterioro constante, doña Yolanda era optimista sobre su enfermedad con nosotros, tratando de darnos ánimos de que todo acabaría bien. ¡Claro!, eran falsas ilusiones, porque a pesar de no habérnoslo dicho, ella sabía que estábamos enterados, pues hasta la persona más tonta podía presentir el final que le esperaba. 

—¿Crees que Norman pueda averiguar algo? 

Suspiré agobiado de imaginar cómo sería la próxima conversación con mi padre. Todo comenzó a tornarse difícil, deseé que las cosas mejoraran pronto. 

—Habrá que preguntarle, Jorgito. —miré alrededor buscándolo, pero no vi rastro—. Solo que… prefiero no ser yo quien le pregunte. 

—¿Está todo bien entre ambos? —preguntó cruzando los brazos a la altura del pecho. 

Negué con la cabeza mientras me acomodé derecho en el sofá. Nuevamente me llegó el recuerdo de mi padre frustrado y desconsolado, las imágenes causaron un vacío en mi pecho. Y ese era el poder del remordimiento, hacernos añicos por dentro con cada imagen y palabra recordada. 

—Cuando regresé de tu casa, lo encontré recostado al marco de la puerta, ebrio a mas no poder. —apreté ambos puños sintiendo furia conmigo mismo—. Una cosa llevó a la otra y acabamos discutiendo. Dije algo que no debía, espero poder solucionarlo. 

—¿Supo lo de mamá? 

—Dudo que esté enterado… —musité. 

Me abstuve de contar detalles, en especial sobre la bofetada que recibí. No podía mencionarle nada a nadie, no quería ser causa de que juzgaran a papá. No lo justifico, pero cargando con tanto, quizás siendo otra persona la que estuviera en sus zapatos, tomaría peores decisiones que él. 

—Tranquilo Anderson, yo puedo preguntarle. —comentó levantándose—. ¿Estará dormido? 

—No tengo idea Jorgito.  —di un par de palmadas al descansabrazo del sofá—. Dormimos acá, al despertar no estaba. 

—Veré si duerme en su habitación. 

Mi amigo avanzó hasta la división que dirigía a los dos cuartos y el baño, después de revisar cada sitio me miró y negó lentamente con la cabeza, luego se desplazó a la cocina. 

Pensar en darle la cara a mi padre me hizo sentir avergonzado, no sé si ese sentimiento era válido en mi caso, pero lo viví de todos modos. Estuve casi seguro de que quizás él también sentía pena, puesto a que desapareció mientras estuve dormido. Bueno, desaparecer es algo que se le daba bastante bien. 

De pronto, Jorge regresó corriendo a la sala. Por la forma en que me observó tuve un mal presentimiento. Le echó una mirada rápida a un pedazo de papel que sostenía en la mano derecha, hizo ademán de entregármelo, pero se detuvo a darle otra ojeada. 

—¿Noticias de Yolandita? —fue lo primero que pensé. 

—Ojalá. —dijo con un tono nervioso, extendiéndome el papel—. Creo que esto no te sentará nada bien. 

—¿Qué intentas decir? —pregunté confundido tomando el papel. 

Esperé a que mi amigo dijera algo, como no lo hizo procedí a leer el contenido escrito. La letra era de mi padre y decía: 

  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.