Un par de meses transcurrieron desde que lloraron la muerte de Yolanda. Ambas familias, a partir de ello, se unieron fortaleciendo el vínculo que ya tenían. Encontraron una forma de sobrellevar la carga, compartiéndola entre sí, el peso se aligeró bastante día a día.
Jorge fue el más afectado por la partida de Yolanda, pero el apoyo de Rafael y de sus vecinos fue fundamental para sobrellevar el duelo de manera serena. Había noches en las que los sentimientos nostálgicos hacían de las suyas, causándole mal rato, pero siempre encontraba el consuelo necesario en las únicas tres personas que tenía a su lado.
Días después de su regreso, Norman pudo hablar con su hijo aquello que muchas veces se excusó de hacerlo, Anderson le agradeció el valor de dialogar lo que era necesario para ambos. Ese fue el primer paso para recuperar la relación que alguna vez tuvieron, antes de que la desgracia los acogiera.
Norman acordó seguir recibiendo terapia profesional una vez al mes, y en ocasiones, su hijo le haría compañía.
El aire nocturno soplaba con fuerza en las alturas, para Anderson resultó agradable luego de varias noches calurosas. Desde allí, la vista al pueblo resultaba hermosa, un paisaje despejado e iluminado por las luces de las casas aledañas a la montaña.
Había subido el risco por la tarde con su padre, donde tuvieron el privilegio de contemplar un hermoso atardecer. Acamparían la noche allí, justo como lo hicieron la semana anterior. El descubrimiento de ese sitio fue lo mejor que les pudo suceder en mucho tiempo.
Anderson llevó la vista al cielo, contemplando la hermosa luna llena, el símbolo que lo mantenía unido a su madre. También divisó las estrellas que nombró en honor a su mamá y la cachorra, ambas a la derecha de la luna. La más grande que llevaba por nombre Nora, estaba más arriba y superaba en tamaño a Kiarita, ambas estaban muy pegadas.
A la izquierda del astro, notó una estrella de tamaño similar a la de su madre, nunca la había visto hasta esa noche. Sonrió por la idea que se le ocurrió, y le puso por nombre: Yolanda, en honor a su querida vecina.
—Sé que a cada rato lo digo papá. —comentó Anderson, cuando su padre tomó asiento al lado—. ¡Muchas gracias por buscar cómo mantenernos juntos!
—Para que las cosas sigan igual, deben cambiar, y ese cambio fue necesario.
Norman Observó el astro brillante. Su hijo le había contado como a través de él logró seguir adelante muchas veces, y lo entendió perfectamente, al recordar que cuando Anderson fue un niño, su esposa lo llevaba al patio trasero a contemplar la belleza de la luna. Por ratos, pensaba en cuanto le hubiese gustado vivir ese momento cuando tuvo la oportunidad, pero no supo aprovecharla.
Como si se hubieran leído la mente, recostaron la espalda al suelo, sonrieron y comenzaron a cantar:
“Luna lunita, que me miras desde el cielo,
iluminando siempre mi sendero,
por eso, esta noche te ruego,
le digas a Diosito nos cuide desde lejos.
Luna lunita, lunita preciosa”.
Fin.
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