Luna Azul Dos Vidas Una Misma Alma

CAPITULO 1 EL BAILE DE LS LUNA AZUL.

LUCIEN VON MUNTEAN
CASTILLO BUCOVINA.
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Estoy absorto en un libro de cubierta café, sentado en la fuente de piedra del jardín trasero. El agua cae suave tras de mí, un murmullo constante que me ayuda a ignorar el mundo. Las hojas de los castaños tiemblan con la brisa, y el aire huele a tierra húmeda y rosas tardías. No doy importancia a la presencia de mi molesto hermano y sigo la lectura como si nada. Asumo que el recién llegado se irá así como llegó.

—¿Qué lees?

—Nada que sea de tu interés, Loan —respondo sin despegar la vista de las páginas. Las esperanzas de que se marche se evaporan en cuanto siento a mi mellizo sentarse a mi lado.

—Qué arisco, hermanito. Solo quiero hablar contigo.

Cierro el libro con un golpe seco y poso mi mirada en el rubio molesto junto a mí. Bien peinado, ropa impecable, esa sonrisa de superioridad que me dan ganas de borrarle de un puñetazo. Pero no lo hago. Porque sé que es exactamente lo que espera. Y no le doy el gusto.

—Solo vienes aquí seguramente por petición de Dorian —me pongo de pie de la fuente en la cual me gusta leer escuchando el sonido del agua correr—, te ahorraré las incómodas preguntas. Es un día más que no consumo sangre humana. Si vienes a eso, Anka te lo puede confirmar.

Loan también se levanta de su asiento, yendo tras de mí. —Ya no eres un chiquillo — espeta con voz seca pero solo le ignoro.

La falta del líquido carmesí humano hace de mí un peligro en potencia. Pero soy el terco vampiro que se niega a la realidad de mi naturaleza, o eso es lo que mis hermanos dicen de mí. Y me importa una mierda lo que piensen.

—Tu abstinencia nos podría hundir a todos, lo sabes —reprocha Loan perdiendo un poco la paciencia.

Iba a replicar pero en frente de ambos se interpone Sophie, una hermosa rubia de baja estatura y brillantes ojos azules. Siempre aparece cuando las cosas se ponen tensas. Como si tuviera un radar para el drama.

—Ya basta —habla la rubia mirando retadora a Loan—. No podemos obligar a Lucien a tomar sangre si no es su deseo.

—Eres tan blanda como Dorian —espeta Loan con desdén en sus palabras—. Pero ¿qué podíamos esperar de una humana convertida? Aunque lo intentes, nunca serás una de nosotros, princesa. Solo fuiste transformada, para no morir con el engendro que llevas dentro de ti.

Mi hermano posa su mirada gélida en Sophia en un intento de amenaza. Como si con eso pudiera borrar lo que ella es. Como si no supiera que Dorian la protegería con la vida.
Se marcha, dejándome solo con la chica.

La muchacha se da la vuelta, esbozando una sonrisa que me hace a mí también reír. No una risa fuerte, ni sincera del todo. Solo un gesto seco, casi involuntario. Pero sale.

—Lucien, no permitas nunca que tus ideales sean pisoteados...

—¿Por qué haces esto, Sophia? —pregunto confundido. Esta no es la primera vez que la compañera de mi hermano mayor intercede por mí ante mis hermanos.

Sophia camina a los rosales, se arrodilla ante los arbustos de hermosas rosas rojas. Vuelve su vista a mí. Me acerco a la muchacha también arrodillándome a su lado.

—A parte de mi amado Dorian —me mira con ternura y esto me desconcierta un poco—, eres tú quien me ha tratado con respeto y me has aceptado como soy —responde Sophia con voz calma.

Cabizbajo, sigo con mis manos sobre mis rodillas. No sé qué responder a Sophia. No es normal, no soy afectuoso con nadie. Aún así entiendo que este es un comportamiento común en los humanos yo, aunque nacido vampiro, aún no domino ese tipo de intercambio.

—Lucien —llama Sophia sacándome de mis pensamientos.

—¿Ah? —respondo sin ánimos.

—Quita esa cara si —me ordena la alegre rubia poniéndose de pie, ofreciendo su mano para también incorporarme.

—Para Dorian soy una decepción y no finjas no saber de qué hablo...

—Claro que no —interrumpe—, y no digas tonterías. Para tu hermano eres tan importante como lo es Loan, o Jasper y hasta Aleph. Así que no digas esas cosas.

Me anima en un intento por subir mi ánimo. Y aunque no lo admitiría, ayuda. Un poco.

La muchacha de vestido azul oscuro y complicadas flores tejidas en hilos dorados me regala una sonrisa. La cual no entiendo, porque no hay razón para que me sonría así, sin interés, sin miedo. Solo... por hacerlo.

—Gracias —es lo único que sale de mis labios.

—Ya sabes, nada de caras largas —dice—, esta noche tendremos un baile y tú debes verte guapo.

—¿Guapo? —cuestiono, pero Sophia ya está lejos para responder.

──𖥸──

AMELIE APAFI.
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El castillo Von Muntean abre sus puertas ante la nobleza rumana. El paje abre la puerta del elegante carruaje. El primero en bajar es el vizconde Apafí, mi padre. La segunda en bajar soy yo, su primogénita, lady Amelie Apafí.

Cruzo miradas con mi padre. Su expresión advierte lo que ocurrirá si cometo un error esta noche. Subo las escaleras temerosa, quiero salir corriendo pero eso no es una opción para mí.

—El duque de Bucovina tiene cuatro hermanos, Amelie. Me daría por bien servido si llegas a pertenecer a la ilustre familia Von Muntean.

—Sí, padre.

Sigo a mi padre mientras él solo me da instrucciones de lo que debo y no debo hacer esta noche. Ni siquiera he entrado al castillo y ya tengo deseos de huir de este lugar.

Suspiro cansada, mirando la luna que esta noche tiene una peculiar tonalidad azulada preciosa. Me tiene fascinada.

No quiero entrar al salón de baile. Allí solo hay más personas como mi padre y ya estoy cansada de eso.

—No deberías estar aquí sola. La música adentro está animada.

Al reconocer la voz apresuro mi vuelta, haciendo una reverencia.

—Lady Bucovina —digo bajando la mirada, avergonzada por hablar sola. Mi padre, hace unos momentos me había mostrado a la duquesa, desde la distancia.

—A ti no te gusta el protocolo, a mí tampoco. Puedes llamarme solamente Sophia. Y tú, ¿cómo te llamas? —inquiere la rubia de delicado vestido rosa, mirándome con genuina amabilidad, algo poco común en estos eventos.




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