LUCIEN VONMUNTEAN.
─── ∙ ~εïз~ ∙ ───
El silencio del desayuno es lo único que tolero. Los cubiertos chocan contra los platos con un ritmo constante que me recuerda por qué odio las comidas familiares. Cada bocado que trago sabe a obligación, no a hambre. La comida se siente como cenizas en mi lengua, pero como buen vampiro, mantengo las apariencias. Comemos según mi hermano para "convivir", el castillo tiene sirvientes humanos y la idea es guardar las apariencias.
Dorian carraspea. Ese sonido que todos reconocen como la señal de alerta. Inmediatamente, las conversaciones cesan, qué patético que sigan cayendo en la misma trampa después de tantos años. Incluso Aleph obedece a Dorian, aunque él es el mayor, Dorian es el lider.
—Lucien —me llama con esa voz de "hermano mayor" que nadie se cree ya, pero que todos fingen respetar—, tenemos que hablar —por supuesto. Siempre tenemos que hablar. Nunca simplemente comemos, nunca simplemente existimos como una familia normal alguna vez.
Loan sonríe como el idiota que es. Siempre tiene que agregar su dosis de veneno mañanera. —Ya se acerca el momento nuestro renegado tendrá que probar la exquisita sangre.
Lo miro directamente a los ojos. No necesito decirle lo que pienso con palabras. La promesa de dolor en mi mirada es suficiente. Pero él solo sonríe más, saboreando su propia crueldad como si fuera vino añejo. Maldito bastardo, no se como ese imbécil y yo, pudimos convivir en el mismo vientre juntos.
—¿Qué quieres? —pregunto ignorándolo las estupideces de mi mellizo, es inútil dar respuestas.
Dorian desvía la mirada hacia Sophia. Hay algo ahí, en esa conexión silenciosa. Algún juego que no entiendo y que probablemente no quiero entender. La forma en que sus ojos se encuentran habla de secretos compartidos, de decisiones tomadas sin mi consentimiento, aunque pensado con detenimiento, aqui nadie toma en cuenta lo que quiero.
—Tengo trabajo para ti. Luego hablaremos.
¿Trabajo? Qué interesante, qué conveniente y qué típico de él. Siempre aparece con sus grandes anuncios y sus pequeñas humillaciones. Se levanta y se va sin otra explicación, como siempre el sonido de sus botas contra el mármol resuena como una eco de problemas. Los demás intercambian miradas cómplices. Jasper murmura algo sobre apuestas. Me largo antes de que las gallinas empiecen a cacarear sobre mi desgracia.
Escucho los pasos apresurados de Sophia detrás de mí. Por supuesto que no me dejará solo. Siempre tiene que seguirme, protegerme, cuidarme. Como si yo fuera algún cachorro perdido en lugar de un vampiro. No pienso detenerme aunque se rompa una pierna.
—¡Lucien detente! —grita con esa voz que intenta ser suplicante pero que suena más como una orden disfrazada.
—¡Vete a la mierda! —respondo sin mirar atrás. Porque honestamente, eso es lo que quiero decirle a todos en este momento.
Pero sigue corriendo. Maldita sea, esa mujer no entiende la palabra "no". Sus tacones golpean el suelo con desesperación, y por un momento absurdo pienso que debería dejarla hablar... pero no, no hoy, no cuando el peso de la sangre en mis venas ya es suficiente.
Me alcanza y... algo está mal. Realmente mal, su cara ha perdido el color habitual, su forma de respirar es entrecortada, forzada. Lleva una mano al vientre como si intentara contener algo que no debería estar ahí, algo que amenaza con destruir todo lo que ella ama.
—Lucien... —jadea, sus mejillas arden de un rojo intenso que no tiene nada que ver con el rubor. Es el color de la fiebre, del peligro, de algo que se sale de control. Sujeta su vientre con ambas manos, como si de un instante a otro fuera a explotar.
Y entonces cae. Directo a mis brazos, pesada y fría como el mármol de las criptas. La zarandeo una vez, dos, tres. La llamo a su nombre pero no responde, solo yace ahí, inerte y joder esto no puede estar pasando ahora, no cuando todo ya estaba suficientemente jodido, no cuando siento que algo oscuro se avecina y nadie me ha dicho la verdad completa.
──𖥸──
Siento la mirada afilada y gélida de mi hermano clavada en mí. Me acerco a Dorian dispuesto a pedir disculpas. No era mi intención que Sophia esté así, aunque aún no sé qué le pasa a la duquesa. Su estado es complejo.
—Dorian...
—Ya despertó —dice Anka apartando su largo cabello blanco como la nieve de sus hombros.
La habitación donde nos encontramos es amplia y sombría, con cortinas pesadas que apenas dejan entrar la luz del exterior, el aire huele a incienso y a algo más, algo metálico que prefiero no identificar.
—Anka, ¿cómo está? —cuestiona Dorian con premura, sus ojos azules brillando con una preocupación que rara vez muestra.
—Ella y el pequeño están bien. Solo está cansada. Es una humana, no esperes que su embarazo sea llevadero. Los estragos por ser convertida y el bebé pesan mas de lo que usted cree mi señor...
La voz de Anka es monotona, nada alentadora. Hay algo en su postura, en la forma en que sostiene los hombros, que indica más tensión de la que quiere mostrar.
—Anka retírate —la nombrada mira con desdén a mi hermano, luego se retira dando zancadas, molesta. Pasa junto a mí sin decir una palabra, aun esta sentida por nuestra disputa de dias atrás en el bosque.
Dorian se acerca a la ventana, sus manos entrelazadas a la espalda. El jardín visible desde allí está cubierto de niebla matutina, son los últimos vestigios del invierno, las flores parecen fantasmas entre la bruma.
—Lucien, lo que iba a decirte en la mañana era que cuidaras de Sophia...
—Lo siento, yo no puedo. Dorian, pídeselo a alguien más, yo no puedo —me excuso evadiendo la responsabilidad con mi hermano, pero internamente temo no poder cumplir esa tarea.
—Si puedes, hermano. Solo confío en ti para tan importante labor. No estaré un tiempo y Sophia no tarda en tener a nuestro hijo.
La petición me parece absurda. —De todo el clan, el menos indicado soy yo. Soy el más débil de todos...
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Editado: 01.12.2025