He pasado los últimos días en una especie de ensoñación, revisando mentalmente mi encuentro con Laundry en el centro comercial. Mi corazón latía con fuerza cada vez que recordaba la intensidad de aquel momento. Sin embargo, la incertidumbre sobre si debía o no contactarlo me mantenía en vilo.
Una tarde, sentada en mi habitación con la luz del sol filtrándose por las cortinas, tomé una decisión. Agarró mi móvil y, tras dudar unos instantes, escribí un mensaje sencillo pero cargado de significado:
-Hola, Laundry. Soy María, la chica con la que chocaste en el centro comercial. Me gustaría saber si te apetece tomar un café algún día.
Antes de enviarlo, respiré profundamente y cerré los ojos, tratando de calmar mi nerviosismo. Pulsé 'enviar' y sentí una mezcla de alivio y ansiedad. Ahora, solo quedaba esperar.
Mientras pasaban las horas, me sumergí en pensamientos sobre lo desconocido y las oportunidades que pueden surgir de los encuentros casuales. ¿Qué podría significar este contacto? ¿Cómo cambiaría mi vida? Las preguntas se arremolinaban en mi mente, pero en el fondo, una chispa de emoción mantenía viva mi esperanza.
Esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño, mi móvil vibró. El mensaje de Laundry apareció en la pantalla, y con el corazón acelerado, lo leí:
-Hola, María. Claro que me acuerdo de ti. Me encantaría tomar un café contigo. ¿Qué te parece mañana por la tarde?
Sonreí, sintiendo que el destino me había dado una señal. Mañana sería un nuevo día, lleno de posibilidades y promesas.
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Editado: 28.08.2024