Las tinieblas finalmente llegaron, y con ellas, una batalla que nunca habíamos imaginado. Peleamos juntos, codo a codo, sintiendo cada golpe, cada hechizo, como si fuéramos uno solo. Los Guardianes peleaban con una fuerza renovada, y aunque las fuerzas del mal parecían implacables, no nos rendimos.
—¡No te detengas! —grité, mientras lanzaba un hechizo contra una de las criaturas que se abalanzaba sobre nosotros.
Laundry estaba a mi lado, incansable, luchando con una habilidad que siempre admiré. Y aunque el peligro nos rodeaba, no pude evitar sentir, por un breve momento, que juntos éramos invencibles.
Tras la batalla, un silencio inquietante cayó sobre Luna Azul. Aunque habíamos vencido temporalmente, sabía que las sombras seguirían acechando. Me desperté una noche con el mismo presentimiento que me había atormentado en la ciudad. Miré a Laundry, quien dormía profundamente. Me levanté en silencio, descalza, y caminé hacia la ventana. El cielo despejado me mostraba una luna más brillante que nunca.
—Las sombras no se han ido del todo —murmuré para mí misma.
Sentí una presencia detrás de mí. No era Laundry. Algo oscuro y frío se acercaba, y aunque me giré rápidamente, no vi nada. El aire se había vuelto más pesado.
Al día siguiente, decidimos buscar respuestas en los textos antiguos que los Guardianes habían protegido durante siglos. Mientras hojeaba uno de los pergaminos, encontré un símbolo extraño, algo que nunca habíamos visto antes.
—Mira esto —le dije a Laundry, señalando el pergamino—. Este símbolo... parece familiar, pero no logro recordar de dónde.
Laundry se inclinó sobre mí, observando el dibujo con atención.
—Es un emblema... pero no uno que hayamos visto antes. Quizás Efraín pueda darnos más información.
Decidimos llevar el pergamino al consejo de los Guardianes.
Efraín nos recibió con el ceño fruncido al ver el símbolo.
—Esto... esto es más grave de lo que imaginaba —murmuró, con una mirada sombría.
—¿Qué significa? —pregunté, sintiendo que lo peor estaba por venir.
—Este emblema pertenece a un antiguo grupo... los Hijos de la Noche. Creímos que habían sido derrotados hace siglos, pero si este símbolo ha vuelto a aparecer, significa que están regresando. Y esta vez, no vendrán solos.
Los días siguientes fueron intensos. Organizamos a los Guardianes, rearmamos las defensas y reforzamos las barreras mágicas que protegían Luna Azul. Pero no podía sacarme de la cabeza la idea de que algo más oscuro, más antiguo, estaba despertando.
Una tarde, mientras practicábamos con los demás Guardianes, una figura apareció en el horizonte. Todos detuvimos nuestros movimientos y nos preparamos para lo peor. Pero cuando la figura se acercó, reconocí sus ojos.
—¡Es Ania! —grité, corriendo hacia ella.
Ania, una de las Guardianas que habíamos dado por perdida en la última batalla, estaba viva, aunque apenas.
—Ellos... vienen... —susurró, antes de desplomarse en mis brazos.
Ania estuvo inconsciente durante horas. Mientras aguardábamos su recuperación, mi mente no dejaba de pensar en lo que podría haber pasado. Cuando finalmente abrió los ojos, nos contó lo que había visto.
—Los Hijos de la Noche... están más organizados que nunca. Se están preparando para un ataque masivo. Quieren destruir Luna Azul... y a todos los que la defiendan.
Sus palabras resonaron en la sala. Sabíamos que lo que se avecinaba sería la batalla más difícil que jamás habíamos enfrentado.
Tras la advertencia de Ania, sabíamos que no podíamos enfrentar esta amenaza solos. Los Guardianes decidieron buscar ayuda en los clanes vecinos, antiguos aliados que habían jurado proteger Luna Azul en tiempos de oscuridad. Sin embargo, no todos los clanes estaban dispuestos a ayudarnos.
—No podemos confiar en todos —dijo Laundry, mientras discutíamos las opciones.
—Lo sé —asentí—, pero necesitamos más fuerzas si queremos sobrevivir.
Esa misma noche, nos preparamos para partir hacia los territorios de los clanes.
El camino hacia los territorios de los clanes fue largo y peligroso. Mientras viajábamos, sentía que nos vigilaban constantemente. Los bosques, normalmente tranquilos, estaban cargados de una energía extraña.
—Siento que algo nos sigue —le susurré a Laundry.
—Yo también lo siento. Mantente alerta.
Cruzamos ríos, bosques y montañas, hasta que finalmente llegamos a la primera aldea. Nos recibieron con frialdad, pero sabíamos que era parte del protocolo. Los clanes no confiaban en extraños, y hacía años que no teníamos contacto con ellos.
El consejo del primer clan nos recibió, pero no con la hospitalidad que esperábamos.
—¿Por qué deberíamos ayudarles? —preguntó el líder del clan, con los brazos cruzados—. Luna Azul ha estado aislada durante demasiado tiempo.
—Porque si caemos, no quedará nadie para detener a los Hijos de la Noche —respondí con firmeza, mirando a cada uno de los miembros del consejo.