A medida que los días avanzaban, los clanes y los Guardianes se unieron más. Las tensiones entre nosotros comenzaron a disiparse a medida que nos dábamos cuenta de que, al final, todos queríamos lo mismo: sobrevivir.
—Juntos somos más fuertes —dijo el líder del clan más grande, una mujer llamada Selene—. No importa nuestras diferencias, Kharos debe ser detenido.
Las palabras de Selene resonaron en todos nosotros. Por primera vez, sentí que teníamos una oportunidad real.
Antes de la batalla final, decidimos realizar un antiguo ritual de protección, uno que los Guardianes no habían usado en siglos. Nos reuniríamos en el centro de Luna Azul, convocando las fuerzas de la luna y las estrellas para crear una barrera que pudiera resistir los ataques de Kharos.
Mientras trazaba los símbolos en el suelo, sentía el peso de la magia en mis manos. Laundry, a mi lado, me miraba con una mezcla de esperanza y miedo.
—Esto tiene que funcionar —susurró.
—Lo hará —respondí, aunque en mi interior sabía que nada era seguro.
El cielo comenzó a oscurecerse más allá de lo normal. Las estrellas desaparecieron, y el viento comenzó a aullar como si la misma tierra supiera que algo terrible se acercaba. Las sombras de los Hijos de la Noche empezaron a deslizarse por el horizonte, liderados por una figura imponente: Kharos.
—Él está aquí —dije, sintiendo un nudo en el estómago.
La batalla final estaba por comenzar.
Las fuerzas de Kharos se lanzaron contra nuestras defensas con una fuerza abrumadora. Los Guardianes y los clanes lucharon lado a lado, pero sabíamos que estábamos perdiendo terreno rápidamente.
Vi a Kharos en la distancia, sus ojos brillando con una oscuridad que parecía devorar la luz misma. Sabía que tendría que enfrentarme a él, pero aún no estaba lista.
Mientras la batalla continuaba, Selene, la líder de los clanes, hizo un sacrificio devastador. Vi cómo invocaba un poder antiguo, lanzándose directamente hacia las sombras de Kharos, sabiendo que no sobreviviría.
—¡Selene, no! —grité, corriendo hacia ella, pero era demasiado tarde.
El impacto de su poder destruyó a cientos de criaturas, pero a un costo terrible. Selene cayó, y con ella, una parte de nuestra esperanza.
Finalmente, me encontré cara a cara con Kharos. Sentía su poder abrumador, pero sabía que no podía huir.
—No puedes detenerme —dijo, su voz fría como el hielo.
—No dejaré que destruyas Luna Azul —respondí, aferrándome a mi espada y mi magia.
Y así, el destino de nuestro mundo se decidiría en un solo enfrentamiento.
Kharos me miraba con desdén, su risa resonando en mis oídos. Cada golpe que lanzaba contra mí era como una tormenta imparable. Sentía la fuerza de la oscuridad amenazando con aplastarme, pero en ese momento, algo despertó dentro de mí. Un poder antiguo, un eco del pasado que había olvidado.
Cerré los ojos por un segundo, buscando dentro de mí la conexión con los antiguos Guardianes. Sentí su presencia, su fuerza, su sabiduría fluyendo a través de mí. Recordé las historias de mis antepasados, los sacrificios que hicieron para proteger este mundo. No podía fallarles.
Cuando abrí los ojos, la oscuridad de Kharos ya no me parecía tan impenetrable.
—No estás sola —dijo una voz en mi mente, la voz de mi abuela, una de las más poderosas Guardianas que había conocido.
Empuñé mi espada con más fuerza y avancé hacia Kharos. Esta vez, sentía el poder de mis ancestros fluyendo a través de mí.
Cada golpe que lanzaba contra Kharos estaba cargado de luz, una luz que no solo provenía de la luna, sino de algo más profundo. Mis manos ardían con una energía pura, casi abrumadora. Kharos retrocedió por primera vez, sorprendido por mi nuevo poder.
—¿Qué es esto? —gruñó, su mirada llena de ira—. No debería ser posible.
—Es la luz de Luna Azul —respondí—. La luz que no puedes apagar.
Con un grito de furia, Kharos lanzó un ataque devastador, una oleada de oscuridad tan intensa que sentí cómo el aire a mi alrededor se congelaba. Pero en lugar de retroceder, avancé, canalizando toda la fuerza que había despertado.
Sentí que la luz me envolvía, protegiéndome, y cuando el ataque de Kharos chocó contra mí, la oscuridad simplemente se desvaneció.