Conforme pasaban los días, la próxima Luna de Sangre se acercaba. Las señales en el cielo eran cada vez más claras, y sentíamos la creciente energía de la oscuridad. El campamento se llenaba de una mezcla de esperanza y temor. Sabíamos lo que debía hacerse, pero la decisión final aún estaba pendiente.
Una noche, mientras todos dormían, volví a caminar por los senderos cercanos al campamento. Las palabras de la anciana, del refugio, de Kharos... todas resonaban en mi mente. Había tanto en juego, y la elección no podía ser más difícil.
Finalmente, me detuve frente al altar de la Luna, el mismo que habíamos construido después de nuestra primera victoria. Las estrellas brillaban intensamente, y en el silencio de la noche, sentí una presencia. No estaba sola. La luna parecía mirarme desde lo alto, como si estuviera esperando mi decisión.
Y en ese momento, comprendí lo que debía hacer.
Reuní a todos al día siguiente, la última noche antes de la Luna de Sangre. Miré a cada uno de ellos, a los que habían luchado conmigo, a los que se habían ofrecido voluntariamente para el sacrificio. Sabía que no podía permitir que ninguno de ellos lo hiciera. Había sido yo quien había liderado esta resistencia desde el principio, y era mi responsabilidad ver esto hasta el final.
—He tomado una decisión —les dije, con la voz firme pero llena de emoción—. Seré yo quien haga el sacrificio.
El silencio fue absoluto. Pude ver el shock en sus rostros, la incredulidad. Algunos intentaron protestar, pero levanté una mano para detenerlos.
—Esta fue mi lucha desde el principio. Y si alguien debe hacerlo, seré yo. La luna me ha mostrado el camino, y es el único modo de garantizar que la oscuridad quede contenida.
Laundry fue el primero en acercarse. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero su expresión era decidida.
—No voy a dejarte hacerlo sola.
Negué con la cabeza.
—Debes liderar después de mí. Luna Azul necesita una guía. Y tú eres la persona adecuada para ello.
Sabía que mis palabras no borrarían su dolor, pero había tomado una decisión. Y en la próxima Luna de Sangre, cumpliría con mi destino.
Pasé las siguientes horas en silencio, mentalmente preparándome para lo que vendría. Sentía el peso de las miradas de mis compañeros, de mis amigos. Sabía que muchos de ellos querían detenerme, persuadirme para que reconsiderara, pero también sabían que no cambiaría de opinión. Me aislé en mi tienda, donde las sombras parecían más densas, como si la oscuridad misma aguardara impaciente.
Lavé mis manos en un cuenco de agua clara, el reflejo de la luna iluminando el líquido. Un símbolo, pensé, de que mi tiempo bajo su luz llegaba a su fin.
Antes de la ceremonia, Kharos se me acercó. Podía ver la desesperación en sus ojos, la lucha interna que libraba.
—No tienes que hacerlo —susurró—. Aún hay tiempo para encontrar otra manera.
Pero ambos sabíamos que no había otro camino. Colocando una mano en su hombro, le sonreí con tristeza.
—Si hubiera otro modo, lo tomaría. Pero la Luna ha hablado, y yo debo escuchar.
Kharos apretó la mandíbula, pero no dijo nada más. Sabía que no tenía sentido insistir. Se despidió con un simple movimiento de cabeza, y mientras se alejaba, me pregunté si él algún día comprendería por completo mi decisión.
La Luna de Sangre estaba ya en su apogeo cuando el campamento se reunió alrededor del altar. Un fuego crepitaba, sus llamas alzándose hacia el cielo como si quisieran alcanzar las estrellas. Yo estaba en el centro, mis pensamientos claros como el cristal. Sabía que estaba haciendo lo correcto.
Laundry, que ahora tomaría mi lugar como líder, dio el primer paso hacia mí con la daga ceremonial en sus manos. El brillo del acero era casi hipnótico bajo la luz de la luna, pero no sentí miedo. Solo una profunda paz.
—Es la hora —dijo Laundry, con la voz entrecortada.
Asentí, mi mirada fija en el cielo. La oscuridad se aproximaba, pero también la promesa de un nuevo amanecer, aunque yo no estuviera ahí para verlo.
Los cánticos comenzaron, suaves al principio, pero luego creciendo en intensidad. Sentí una oleada de energía recorrer mi cuerpo mientras me arrodillaba frente al altar. El viento, frío y cargado de misterio, me envolvió, y por un momento, sentí la presencia de aquellos que habían caminado este mismo sendero antes que yo.
Laundry levantó la daga, su mano temblando ligeramente.
—¿Estás lista? —me preguntó, su voz rota por la emoción.
—Siempre lo he estado —le respondí con una sonrisa tranquila.
Entonces, cerré los ojos, entregándome por completo al destino que había elegido.
El filo de la daga descendió, y el mundo a mi alrededor pareció detenerse. No hubo dolor, solo una sensación de liberación. Podía sentir cómo mi energía se mezclaba con la del entorno, cómo mi vida se desvanecía lentamente mientras la oscuridad retrocedía. Era como si el universo entero contuviera la respiración, esperando el desenlace.
Mis últimos pensamientos fueron para Luna Azul. Sabía que mi sacrificio permitiría que continuaran, que encontrarían la forma de prosperar sin mí. Esa era la única certeza que necesitaba.