A pesar de mi partida, el campamento seguía adelante. Los guerreros y sabios de Luna Azul trabajaban incansablemente, reconstruyendo lo que había sido destruido, y creando nuevas fortalezas para lo que vendría. Kharos había asumido con fuerza y sabiduría el papel de líder, pero en las noches, cuando la luna estaba alta, notaba una tristeza en sus ojos. Sabía que mi espíritu estaba todavía presente, pero ausente en cuerpo, y eso le pesaba.
Las conversaciones alrededor de las fogatas eran más solemnes, pero con un sentido de propósito renovado. Los ancianos contaban historias de batallas pasadas, y de cómo, en todas ellas, Luna Azul había resistido gracias al sacrificio de los que se habían ido. Y aunque las generaciones cambiarían, el legado de aquellos sacrificios quedaría inmortalizado.
Una noche, Kharos vino a mí en sus sueños. Lo observé desde mi posición etérea, sabiendo que algo importante le había sido revelado. Su rostro estaba lleno de asombro y una determinación renovada. En ese sueño, había visto lo que yo había visto mucho tiempo atrás: una fuerza aún más antigua que la oscuridad que habíamos enfrentado.
—Hay algo más, algo que no hemos vencido aún —murmuró al despertar, mientras los primeros rayos de la mañana atravesaban el campamento.
Era el ciclo, otra vez girando, como siempre lo había hecho. Sabía que su tarea no estaba terminada, pero ahora entendía mejor que nunca qué era lo que debía hacer.
Con el tiempo, Kharos reunió a los sabios y comenzó a estudiar más a fondo los textos antiguos que habíamos descubierto en los templos. Sabía que ahí residía la clave para enfrentar lo que venía. Había profecías que hablaban de los "Antiguos", seres de poder inmenso que habían mantenido el equilibrio del mundo mucho antes de que la primera luna se alzara en el cielo.
La oscuridad que habíamos derrotado no era más que una manifestación de un ciclo más grande, un ciclo del que solo habíamos comenzado a arañar la superficie. Y ahora, con el campamento fortalecido, Luna Azul debía prepararse para el verdadero desafío.
Kharos convocó a una asamblea de los guerreros y sabios más experimentados. Sabía que el campamento necesitaría más que fuerza física para lo que venía. Era necesaria una alianza con los antiguos guardianes, aquellos espíritus olvidados que aún vagaban por los planos superiores.
Junto a los sabios, comenzaron a planificar un ritual para invocar la presencia de esos guardianes. Pero era arriesgado, ya que los guardianes eran seres impredecibles, con un sentido de justicia que trascendía la moral humana. Si decidían que Luna Azul no era digna, podrían condenarlos en lugar de salvarlos.
La luna llena estaba alta en el cielo cuando el ritual comenzó. Los cantos llenaron el aire, y el círculo de energía que habían formado se iluminó con una luz intensa. Sentí la vibración de la magia a través del velo que me separaba del mundo físico. Algo grande estaba a punto de suceder.
El aire se volvió pesado, y el fuego central se apagó súbitamente, dejando solo la luz de la luna para iluminarlos. Y entonces, de la nada, surgieron las figuras etéreas de los guardianes. No eran ni humanos ni bestias, sino algo completamente diferente, envueltos en luz y sombras, cada uno irradiando una energía tan antigua que casi daba miedo.
—¿Por qué nos has llamado? —la voz de uno de los guardianes resonó en el aire, profunda y autoritaria.
Kharos, arrodillado ante ellos, explicó la situación: la oscuridad había sido derrotada, pero algo más grande se avecinaba, algo que necesitaba de su ayuda para ser vencido.
Uno de los guardianes, una figura alta y con ojos resplandecientes, se adelantó. Observó a Kharos con detenimiento, como si estuviera evaluando su alma. Después de un largo momento, asintió lentamente.
—Te daremos nuestra bendición —dijo—, pero debes saber que con ella viene una gran responsabilidad. Si fallas, no habrá una segunda oportunidad.
Kharos inclinó la cabeza en señal de respeto y aceptó el desafío. Sabía que el destino de Luna Azul dependía de ello.
Con un movimiento de su mano, el guardián marcó a Kharos y a los otros líderes del campamento con una luz brillante que se hundió en sus pieles. No era solo una marca física; sentían cómo sus cuerpos se conectaban con algo mucho más grande, como si ahora formaran parte de un flujo de energía que trascendía el tiempo y el espacio.
—Ahora sois los guardianes de este mundo —declaró el espíritu antes de desvanecerse—. Defendedlo, o pereced en el intento.
Con esas palabras, los guardianes desaparecieron, dejando al campamento envuelto en silencio. Sabían que el tiempo de prepararse estaba terminando. Lo que viniera después sería la prueba final.
Con la bendición de los guardianes, Luna Azul comenzó a organizar alianzas con otros campamentos y asentamientos cercanos. Kharos sabía que enfrentar la próxima amenaza requeriría más que el poder de su campamento; necesitaban una coalición de fuerzas unidas por un mismo propósito.
Los mensajeros fueron enviados a través de las montañas, llevando el mensaje de la inminente amenaza y la esperanza de formar una alianza. Mientras tanto, en el campamento, los preparativos continuaban. Las armas se forjaban, los guerreros entrenaban incansablemente, y los sabios refinaban los rituales que les permitirían invocar el poder de los guardianes si fuera necesario.