Unos minutos más tarde salí de la sala, pidiendo que me mantuvieran informado de cualquier cosa, porque a pesar de estar aquí, aún me preocupan mucho mis hermanos allá afuera, y papá. No quiero que algo vaya a pasarles.
Volteo hacia dónde están mis amigos y los veo más relajados, hablan tranquilamente con la rubia, y ahora tengo una preocupación menos, Valentine y ellos se ven mejor.
Me siento en un lugar alejado de ellos y algo dentro de mi reclama ir junto a Valentine, pero me siento cansado. Siento que toda esta situación me esta drenando y no quiero arruinarles el momento. Todos ellos ya parecen estar tranquilos, pero sé que los chicos, en especial Mali, tiene miedo de lo que Gabriel pueda hacer.
Suspiro y cierro los ojos, impidiendo que las lágrimas salgan, eso solo podría alterar a quienes están a mi alrededor, pensarán que algo ha pasado afuera y no necesitamos más caos.
— ¿Por qué no regresas a la sala y descansas un poco? —escucho a mamá preguntar y solo la dejo guiarme hasta aquel lugar.
Me deja sobre el sofá, y extiende una cobija sobre mi cuerpo. La veo sentarse frente a mí y cierro los ojos en cuanto siento sus manos jugar con mi cabello.
¿Será mucho pedir por la vida que llevaba antes de Valentine, pero con conocimiento de todo esto? Quisiera poder volver al pasado y dar fin a todo esto antes de que comience.
— No quiero estar aquí solo recostado mientras sé que mis hermanos, mis amigos, papá y los tíos están allá afuera arriesgando sus vidas —digo finalmente al abrir los ojos.
— Alex, no saques eso ahora —dice en un tono suave— tu padre pidió que te quedaras con nosotros porque tanto el como yo estamos preocupados de que vayas a hacer alguna locura que te cueste la vida, sabes que no han dado razones de lo que te sucedió, así que no intentes discutir esto, que no saldrás de aquí.
— Mamá, no podré estar encerrado toda la vida —exclamo y siento su mirada furiosa sobre mí.
— Sigo siendo la autoridad responsable sobre ti, Alex —dice ahora sonando molesta— no dejaré que salgas y algo te pase, no ahora.
Con aquella frase concluye la discusión, y quiero dormir cuando un punzante dolor de cabeza aparece.
— ¿Hay algo que pueda tomar? Me duele la cabeza —digo mientras me levanto.
— Quédate ahí, iré a buscarte algo —ordena mamá al salir.
Me tiro nuevamente sobre el sofá, y pronto Lexi aparece en aquella habitación. Me mira curiosa, y a los pocos segundos se acerca lentamente hacia donde me encuentro.
— ¿Qué te pasa, Lex? —pregunta al sentarse frente a mí.
— Nada grave —respondo dándole una sonrisa— me duele un poco la cabeza, eso es todo.
— En ocasiones a mi me duele la cabeza cuando no quiero llorar —murmura— sabes que si quieres hacerlo puedes, estás lejos del resto, aquí nadie se asustará ni te juzgará.
— Llorar no es algo malo —digo mientras saco una de mis manos de la cobija— no debes evitarlo, Lexi.
Le sonrío y coloco suavemente mi mano sobre su cabeza, pero en cuanto mi mano y su cabellera hacen contacto, aquel dolor de cabeza se hace más intenso.
— ¡Lex! —la escucho gritar, pero en un instante todo sonido se detiene, y es como si estuviera parado frente a una inmensa fuente de luz.
Mis ojos duelen, pero parpadeo un par de veces y puedo visualizar algo a lo lejos.
Es Lexa... y al parecer está levitando. Lleva puesta esa misma camisa con la que la vi hace unos minutos, la de su banda preferida. Y aquello solo me hace sentir angustia, no quiero pensar que esto es algún tipo de señal, algo que involucre su muerte como pasó con Jonathan.
— ¡Alex! —escucho a mamá llamarme, haciendo que toda esa luz, y aquella visión, desaparezcan.
Veo sus rostros, puedo ver que ambas están asustadas y preocupadas a la vez, justo como me siento yo.
— Estoy bien —digo al recuperarme— solo necesito estar solo.
Me levanto rápidamente, me siento mareado, y torpemente logro caminar mientras escucho a mamá pedir que me detenga, pero no puedo.
No sé que es todo lo que está pasando, no sé que significa aquello que veo, y tengo miedo. Tengo miedo de tal vez estar viendo la muerte de cada persona que me importa.
— ¡Alex escúchame! —grita mamá al sujetarme por los hombros.
Me tambaleo ante aquella acción, y rápidamente me toma del torso sin aplicar mucha fuerza.
— No estás ni siquiera en condiciones de caminar, te lastimarás como sigas así —gruñe— eres tan testarudo como tu padre.
Aquel murmullo me devuelve al ahora. No hemos sabido nada de papá o mis hermanos, y aunque pueda ser buena señal, también me parece algo alarmante.
— Quédate aquí —ordena al dejarme sobre el sofá— descansa un poco, que lo necesitas, Lexa y yo estaremos fuera.
Veo el rostro de mi pequeña hermana y en cuanto la puerta se cierra me permito llorar. No quiero perderla, no quiero perder a nadie.
Solo cierro los ojos, dejando que mi cuerpo se relaje y alejando toda mi tensión. Debo encontrar una manera de ayudar, y en este estado no seré más que un estorbo.
Reacciono al escuchar una ligera alarma dentro de la habitación, abro los ojos y parpadeo un par de veces para acostumbrarme a la luz. Miro la hora en la pantalla que se encuentra en el medio de la habitación y han pasado un par de horas desde que caí dormido.
Me levanto y me estiro un poco, trato de buscar de donde proviene aquel ruido, pero suena por todos lados, no encuentro una fuente, así que mejor me decido por preguntarle a mamá a que se debe aquel ruido. Doblo la cobija y la coloco sobre el sofá, salgo y en cuanto llego al área común, encuentro un ligero caos.
— ¿Qué está pasando? —pregunto a la primer persona que encuentro.
— Al parecer alguien logró infiltrarse, la Luna Alysa está hablando con un tal Gabriel —responde de inmediato y aquello solo logra helarme la sangre— no sabemos mucho, nos pidió que fuéramos a las habitaciones, pero todos están alterados.