Kael observaba a la humana. Su aroma dulce y vulnerable inundaba sus sentidos, despertando en él una mezcla de instinto depredador y una extraña curiosidad. Como Alfa de la manada de Nerhyn, su deber era proteger a los suyos de cualquier amenaza, y los humanos siempre habían representado un peligro. Sin embargo, en los ojos de esta joven, no veía el miedo paralizante que solían mostrar los de su especie, sino una cautela intrigada, casi una… compasión.
Un dolor punzante atravesó su costado, recordándole la trampa de los cazadores en la que había caído hacía dos noches. Aunque sus heridas sanaban más rápido que las de un humano, aún sentía los efectos del Wolfsbane y la pérdida de sangre. Normalmente, su fuerza y ferocidad eran suficientes para intimidar a cualquier intruso, pero ahora se sentía vulnerable, expuesto bajo la mirada de esta desconocida.
La humana dio un paso tentativo hacia él, con las manos extendidas en señal de paz. "Estás herido," susurró, su voz suave como el murmullo del viento pasajero. Kael gruñó instintivamente, advirtiéndole que no se acercara. Pero ella no retrocedió.
Con movimientos lentos y cuidadosos, Elara se acercó y examinó la herida en su costado. Kael la observó con desconfianza, listo para atacar al menor signo de traición. Pero la joven solo retiró suavemente algunos mechones de pelaje oscuro para inspeccionar el corte profundo.
"Necesitas hierbas curativas," dijo, sus ojos llenos de preocupación. Antes de que Kael pudiera reaccionar, ella se giró y comenzó a buscar entre la maleza cercana, identificando y recolectando varias plantas. Su conocimiento de las propiedades curativas de la naturaleza era algo que había aprendido desde niña.
Mientras Elara preparaba una vendaje improvisado para mantener las hierbas curativas encima de la herida , Kael no podía apartar la mirada de ella. Su valentía, su aparente falta de miedo y su genuina preocupación por su bienestar eran desconcertantes. Nunca un humano se había acercado a él de esta manera, ofreciendo ayuda en lugar de huir aterrorizado. Una chispa de algo desconocido, algo que se sentía peligrosamente parecido a la curiosidad, se encendió en su corazón salvaje.